Síntomas de una carencia

sintomas-de-una-carenciaDicen que «las revoluciones tienen lugar en los callejones sin salida«. Y el sufrimiento humano es uno de los callejones más oscuros cuando procede de otros humanos. No tenemos bastante con horribles enfermedades o desastres naturales, que todavía somos capaces los seres humanos de hacernos un daño atroz los unos a los otros. Un daño que puede ser horrendo, ingente y profundamente insoportable. La vida sin embargo, podría ser mucho más llevadera sólo si la mayoría de nosotros lo intentáramos. Y es que en buena medida, el mundo en que vivimos lo hacemos entre todos, en las cosas grandes y en las pequeñas.

Se puede sufrir como mujer, como hombre, como niño (incluso no nacido), se puede sufrir por ser de otra raza, por ser de otra religión, por ser de otra clase social y por tantas otras causas de origen humano evitables. Un sufrimiento que, si se piensa bien, se podría evitar si sólo se tomara un poco más en serio aquello de «ama a Dios y al prójimo como a ti mismo«. Pero, ¡en cuántas ocasiones el espíritu de esas palabras simplemente se ha asfixiado debido a otras ‘prioridades‘, por ejemplo políticas, o al simple egoísmo ciego, esa clase de egoísmo que es capaz de justificarlo todo y que ha resultando en tanto sufrimiento para la humanidad! No es de extrañar que el terrible dolor haya hecho gritar de desesperación a tantas personas. La conciencia es un don de Dios, y la humanidad sin duda la tiene. De ahí que tantas veces haya gritado de aguda y dolorosa desesperación. Y es que ninguna rebelión contra la esclavitud, la discriminación racial o social hubiera tenido lugar en la historia sin el grito desesperado de quienes más padecían humillación e indignidad.

¿Tres columnas?

Suele afirmarse que nuestra civilización occidental se apoya en tres columnas: la filosofía griega, el derecho romano y el cristianismo. La incidencia del derecho en la sociedad es grande porque la población aumenta y surgen intereses encontrados entre los sujetos, por eso parece que hoy día se pleitea más que nunca. De ahí que cada día haya más personas que aprecian la resolución de los conflictos por medio de pacíficos arreglos de conciliación. Pero hay que reconocer también que a veces falta suficiente voluntad y buen espíritu.

La enseñanza de la filosofía por otro lado vive horas bajas. Es verdad que sería un excelente instrumento para pensar y adquirir sabiduría en el vivir diario, pero se la margina por ignorancia cuando se afirma que ‘no sirve para nada‘ olvidando que, a lo largo de historia humana han sido precisamente las ideas las que han movido el mundo.

Pero es la herencia espiritual del cristianismo la peor parada, la que parece que menos importa en la sociedad actual, y aunque en realidad ésta le deba mucho. Y es que, hay que reconocer que el mal ejemplo histórico de buena parte de la religión organizada para transmitir del mejor modo el mensaje espiritual de Jesús de Nazaret, así como el pertinaz discurso secular que durante los últimos tres siglos no ha cesado de relativizar su valor e incluso de vejarlo, es lo que ha hecho que muchas personas den la espalda al hecho religioso cristiano y a Dios mismo; hasta el extremo de que en amplios sectores de la sociedad resulta incluso extraño oír hablar de Dios. El vacío creado por semejante situación ha hecho que muchos se vuelvan a la filosofía como única y exclusiva fuente de consuelo. Se venden más que nunca infinidad de libros de filosofía y se cita constantemente a muchos de ellos. Pero bien pensado, la filosofía, aunque puede sin duda ofrecer conocimiento y sabiduría para el vivir diario, algo a todas luces remunerador para el espíritu humano, se queda corta como fuente de sentido y esperanza completos. Como lo expresa Jürgen Habermas,

Habermas“La filosofía no puede sustituir al consuelo con el que la religión puede ayudar a soportar el dolor inevitable y la injusticia no reparada, las contingencias que representan la penuria, la soledad, la enfermedad y la muerte, arrojando sobre todo ello una luz distinta. Ciertamente, la filosofía puede seguir explicando todavía hoy el punto de vista moral desde el que imparcialmente juzgamos algo como justo o injusto… Pero cosa distinta es encontrar una respuesta motivante a la cuestión de por qué hemos de atenernos a nuestras convicciones morales, por qué hemos de ser morales. En este aspecto podría quizá decirse que es vano querer salvar un sentido incondicional sin Dios”.– Jürgen Habermas, “Israel o Atenas. Ensayos sobre religión, teología y racionalidad, págs. 149-150, Trotta 2001.

Cuando se toma en serio a Jesús de Nazaret, el cristianismo no puede ser sólo ‘herencia cultural’. Es mucho más que eso. Más que filosofía, psicología, antropología o política. Es un modo de vida que incluye firme esperanza de que la injusticia no tendrá la última palabra. Si el creyente cristiano no defiende el cristianismo, nadie más lo hará por él; no lo harán otras religiones, ni buena parte de una sociedad completamente secularizada a menudo falta de esperanza. Por ejemplo, cuando en la vida diaria o en las redes sociales personas que afirman ser cristianas se interesan en la filosofía o en otras ciencias importantes, pero muestran indiferencia en el Evangelio, ¿no será que son los mismos cristianos los que más están contribuyendo a que el cristianismo deje de ser para ellos mismos y para otros seria referencia existencial y firme oferta de sentido?

Es verdad que históricamente, hay que reconocerlo, se han cometido demasiados errores. Y es que el corazón humano sólo puede ganarse desde el amor y el buen ejemplo, nunca desde el temor o la amenaza. Es como si a menudo se hubiera olvidado aquellas palabras del apóstol Juan, meollo del cristianismo:

«Amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios, y todo el que ama ha nacido de él y lo conoce. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor… El que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él… En el amor no hay temor, sino que el amor perfecto echa fuera el temor«. – 1 Juan 4, NVI.

Una diferencia vital

Así las cosas, habría que decir que cuando se busca a Dios hay que saber diferenciarlo con claridad de otros aspectos; hay que saber diferenciar entre el posible mal ejemplo de instituciones o personas y el mensaje sencillo y amoroso de Jesús de Nazaret; y eso tanto si se asiste o no a alguna iglesia. Como dijo Sören Kierkegaard, «a Dios tenemos que acercarnos uno por uno, como individuos, no en masa». Hay que tener en cuenta que una iglesia o institución religiosa es solo un medio, una ayuda para crecer, no un fin en sí mismo. Porque el centro del cristianismo es Cristo Jesús, así como su mensaje de amor y esperanza. Todo lo que salga de eso es ajeno a su espíritu y a sus primeras semillas plantadas. Es sólo cuando se profundiza en la lectura del Evangelio que se puede llegar a entender a plenitud ‘las maravillas de su reino‘.

Desde su mismo comienzo el cristianismo mostró ser un movimiento activo transmisor de valores excelsos y esperanza. Anunciaba el esplendor del reino de Dios para el futuro, pero por su sensibilidad por los pobres y los más desfavorecidos, procuraba también más ‘reino de Dios’ aquí y ahora. Y eran quienes habían puesto fe en Cristo Jesús los primeros que no callaban. Eran «luz del mundo» tanto por su testimonio de esperanza como por sus buenas obras. Como dijo Jesús de Nazaret,

«Vosotros sois la sal de este mundo. Pero si la sal pierde su sabor, ¿cómo seguirá salando? Ya no sirve más que para arrojarla fuera y que la gente la pisotee. Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad situada en lo alto de una montaña no puede ocultarse. Tampoco se enciende una lámpara de aceite y se tapa con una vasija. Al contrario, se pone en el candelero, de manera que alumbre a todos los que están en la casa. Pues así debe alumbrar vuestra luz delante de los demás, para que viendo el bien que hacéis alaben a vuestro Padre celestial«.- Mateo 5:13-16, BLP.

En un mundo a menudo refractario a lo espiritual y falto de esperanza, es por tanto responsabilidad del cristiano de fe ser «luz del mundo«,  porque si no lo hace él nadie más lo hará en su lugar. Hay que dejar por tanto que el impulso positivo del mensaje de Jesús de Nazaret permanezca claro y diáfano y sin que nada ni nadie lo enturbie: amor a Dios y al prójimo, y además de eso, esperanza. Y eso sólo se logra cuando se tiene una relación personal con Dios, o como dice Jesús, con ‘el Padre‘. Buscar a Dios cada día, incluso en oración, solicitando entender mejor su voluntad, puede ayudar a sentir la luz de su guía. También la lectura de las Escrituras puede ser de mucha ayuda. Como se escribió hace mucho tiempo en Israel, «Tu Palabra es una lámpara para mi pié y una luz para mi camino«. – Salmo 119:105.

El cristianismo ve a todos los seres humanos como hijos e hijas de Dios. Su marca identificadora es el amor al prójimo, una invitación a todos los hombres para que, como dice la Declaración Universal de los Derechos Humanos, se «traten fraternalmente los unos a los otros«. Ese ha sido su leitmotiv, que junto con la fe y la esperanza, es sin duda su verdadera razón de ser y vital impulso positivo. – Mateo 4:15, 16.

Esteban López

3 respuestas a “Síntomas de una carencia

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  1. No me sorprende la calidad del post. Una mezcla entre inteligencia y corazón que bien podría reconocerse como sabiduría (Proverbios 9). Respecto de lo que mencionas, no sólo es terrible la cantidad de maldad, sino también la cantidad de cinismo en nuestra «moderna» ideología (o la ausencia de ella). Dios ni siquiera se hace necesario para amar de verdad. Lo hemos reemplazo por dios. El dios con minúscula es cualquier forma de idolatría, sea al dinero, a la bandera, a la ambición extrema, o al culto a uno mismo. De ahí nacen las guerras, envidias y odios que no cesan. Lo paradójico es que mientras más idolatramos a este «dios» (que puede ser en tantos casos nosotros mismos), más nos desfiguramos y más nos desconocemos. La única forma de plenitud y de alcanzar el conocimiento de uno mismo es alinearse a Dios y dejar que Él tome las riendas. La cultura occidental cree que al escuchar a Dios, uno pierde libertad. Esa es una noción completamente equivocada que parte de una definición distorsionada de libertad.
    Que Dios te bendiga y espero los siguientes posts.

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