Por la paz y la no violencia

liriosDe vez en cuando aparecen tristes noticias relacionadas con la llamada «violencia de género» en la que alguna mujer muere asesinada por su pareja. Y no son pocos los casos de maltrato en el hogar que, cuando se conocen los detalles de cada uno, el tema horroriza y estremece. Y es que casi siempre es la parte físicamente más débil, la mujer, la que más sufre y padece, a la que se le arranca de cuajo su dignidad y muchas veces hasta su propia vida.

Pero la violencia no solo puede ser física. También puede ser verbal, humillante, desaprensiva, corrosiva, lacerante, sutil pero profundamente hiriente, en definitiva, absolutamente fría y vacía de todo amor y compasión. Y la verdad es que, aunque esa clase de violencia, así como la física, puede provenir tanto de parte de hombres como de mujeres, siempre es la parte más débil la que más sufre en esos casos.

En un mundo violento en tantos sentidos, suelen ser las mujeres, algunos hombres, los ancianos, los enfermos, los discapacitados, los niños, los animales maltratados o los seres humanos no nacidos los que más sufren como víctimas de la violencia.  A estos últimos como no se les ve, «ojos que no ven, corazón que no siente». Pero su total indefensión los convierte también en los seres más vulnerables.

La violencia como mal absoluto puede ser el resultado de la frustración, del desamor, del temor, de la debilidad de carácter, de la falta de educación en valores, como son el respeto a la vida humana y a su dignidad, así como el respeto y la consideración por los animales. La comprensión amplia de esa clase de valores evita también las contradicciones abyectas, porque de nada sirve por ejemplo defender la causa de los animales maltratados en general y olvidarse de la llamada «fiesta de los toros» o de los niños todavía no nacidos que mueren en horribles abortos. Un corazón educado y sensible en los caminos de la paz, jamás encontraría en nada de eso deleite alguno.

Nacionalismo y guerra

La guerra es también un acto de violencia extrema, el mayor de los absurdos humanos que raramente tiene lugar porque sí. Suele ser el resultado de odio previo y de propaganda manipuladora, el resultado de un caldo de cultivo propicio y enfermizo, la antesala que a menudo desemboca en el horror de horrores que es la guerra.

El concepto de «Estado» va a menudo acompañado del suficiente nacionalismo sectario como para que existan enfrentamientos políticos, diplomáticos, comerciales, geoestratégicos y militares. El miedo que se tienen unos a otros produce resquemor, sospechas y espionajes varios, y hace que la inversión militar sea tan ingente que vaya siempre en detrimento de las verdaderas necesidades de la gente. Y hasta el día de hoy, hay que decir con claridad que ningún organismo internacional ha resultado ser lo suficientemente eficaz, ni siquiera las Naciones Unidas, como para lograr una paz estable en un mundo mancillado ya por multitud de males.

Las razones por las que se justificará una guerra podrán ser muchas y variadas pero al final siempre será causa de un horroroso sufrimiento para la mayoría de la gente que participe en ella o que simplemente sea víctima de ella. Como escribió Arthur Schnitzler (1862-1931), médico y dramaturgo austriaco, «el diccionario de la guerra lo han hecho los diplomáticos, los militares y los gobernantes. Deberían corregirlo los que regresan de las trincheras, las viudas, los huérfanos, los médicos y los poetas«. O Erasmo de Rotterdam, «la guerra es bella para quien no participa en ella«.

Que en Navidad algunos ejércitos hayan parado durante unos días la guerra, solo muestra la inmensa contradicción abyecta entre, por ejemplo, el espíritu de paz de Jesús de Nazaret, y el espíritu oscuro de este mundo. Eso había sucedido en 1914, cuando los ejércitos británico y alemán pararon de batallar para observar la Navidad. Después, sin embargo, la horrenda Gran Guerra continuaría hasta la muerte de 22 millones de seres humanos.

Algo parecido ocurriría también en 1965, cuando en plena guerra de Vietnam, el general norteamericano William Westmoreland (1914-2005) y los generales del Vietcong llegaron a un acuerdo para paralizar la guerra durante la Noche Buena y la Navidad, aunque después de eso la sangre de miles de personas de ambos bandos (sobre todo del lado vietnamita) seguiría corriendo por toda las aldeas. Que en el corazón de Westmoreland no primaba un deseo genuino de paz lo muestra el hecho de que, en el momento peor del conflicto, pidiera transportar armas nucleares a Vietnam del Sur para usarlas en caso de que fuera necesario, aunque la operación fuera más tarde abortada por el mismo presidente Lyndon B. Johnson.

Un deseo genuino de paz siempre se mostrará por la vía de los hechos, por muchas veces que se pare la guerra durante sólo dos días en Navidad; lo que siempre debería prevalecer es el bien común de la gente, la paz genuina y verdadera, no espúreos intereses políticos de poder, algo que muestra que la luz de paz obsequiada en el Evangelio a todos los hombres es una y otra vez en la práctica despreciada y mancillada. Recuerda sin duda aquellas palabras de Francisco de Asís (1181-1226), «Que la paz que anuncian con sus palabras estén primero en sus corazones«.

Violencia y religión

Mucho menos comprensible es la violencia como uso político de la religión. La religión bien entendida, como fuente de liberación y amor a Dios y al prójimo, nunca puede significar algo que sea contrario al bien del ser humano. Como lo expresó Ali Ahmad Said Esber, escritor, poeta y profesor sirio, Premio Goethe 2011 y varias veces candidato al Premio Nobel de Literatura:

«Cualquier uso político de la religión es, en sí mismo, una forma de violencia: no solo contra ‘el cuerpo’, sino también contra ‘el espíritu’. Y es, por ello, la más despreciable forma de violencia ejercida contra el ser humano, ya que afecta a lo más profundo de su ser: a su conciencia, su libertad, su pensamiento, incluso su imaginación«.

En el cristianismo, queda bien claro en qué suele consistir la sabiduría y en qué dirección se debe trabajar. Solo dos pasajes podrían ilustrar:

«Pero la sabiduría de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, condescendiente, llena de misericordia y de buenos frutos, sin vacilación, sin hipocresía. Y la semilla cuyo fruto es la justicia se siembra en paz por aquellos que hacen la paz». – Santiago 3:17-18, LBLA.

«Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad  mansedumbre, dominio propio; contra tales cosas no hay ley». – Gálatas 5:22,23, LBLA.

En la India hay un grupo religioso, los jainas, que han desarrollado una gran sensibilidad y respeto por toda clase de vida existente. Hasta el extremo de ir andando y al mismo tiempo barriendo con una escobilla delante de ellos. Quieren asegurarse con ello de que no pisan ni una sola hormiga o insecto inocente. Algo que tantas veces en este mundo pasa desapercibido y sin necesidad de ninguna clase de «Declaración de derechos«, ellos han comprendido perfectamente la dignidad y el respeto que todos deberíamos tener por toda clase de vida. También el Evangelio, cuando indica que es mucho más importante una ovejita caída en un pozo y un hombre enfermo que «la ley del Sábado«. Por eso Jesús de Nazaret dijo en cierta ocasión con toda seriedad y convicción, «felices son los que trabajan en favor de la paz, porque Dios los llamará hijos suyos» (Mat.5:9, BLP).

Entender que todos vivimos en el mismo hogar terrestre y que tenemos las mismas necesidades básicas, puede hacer que nos sintamos más ‘ciudadanos del mundo’ y percibir la obligación moral de ayudarnos más los unos a los otros. Un mundo en paz y en el que todos caben podría ilustrarse por la canción Qualsevol nit pot sortir el sol  (Cualquier noche puede salir el sol). Compuesta por Jaume Sisa (1948) iba a ser una canción infantil, pero se convirtió en todo un canto a la fraternidad humana. Y es que siempre necesitaremos canciones así…

Esteban López

4 respuestas a “Por la paz y la no violencia

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  1. Gran post, Esteban. Pienso que nociones como la de la «guerra justa», desarrollada desde el Cristianismo por Agustín de Hipona, le hicieron daño a la imagen de Cristo y relativizaron la respuesta de sus seguidores en cuanto a la guerra. La paz no es negociable cuando se trata de Jesús. Un abrazo.

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