
Una pregunta directa: ¿Por qué hay que ser cristiano? Así comenzábamos este libro. Y una respuesta no menos directa: Porque hay que ser realmente hombre. No se puede ser cristiano renunciando a ser hombre. Y viceversa: no se puede ser hombre renunciando a ser cristiano. Lo cristiano no puede ponerse encima, debajo al lado de lo humano: el cristiano no debe ser un hombre dividido.
Lo cristiano es, por tanto, una superestructura ni una infraestructura de lo humano, sino una “superación” de lo humano en el pleno sentido de la palabra, que implica afirmación, negación y trascendencia. Ser cristiano significa una “superación” de los otros humanismos: estos son afirmados en la medida en que afirman lo humano; son negados en la medida en que niegan lo cristiano, es decir, a Cristo; son trascendidos en cuanto que el ser cristiano puede incorporar plenamente lo humano y demasiado humano con todas sus dimensiones negativas.
Los cristianos no son menos humanistas que otros humanistas. Pero ven lo humano, lo verdaderamente humano, ven al hombre y a su Dios, ven la humanidad, la libertad, la justuicia, la vida, el amor, la paz y el sentido de la luz de Jesús, que es para ellos el criterio concreto, Cristo. En esta perspectiva estiman que no pueden ser partidarios de un humanismo cualquiera, que se limite a afirmar lo verdadero, lo bueno, lo bello y lo humano. El suyo es un humanismo realmente radical, capaz de integrar y asumir lo no verdadero, lo no bueno, lo no bello y lo no humano: no sólo todo lo positivo, sino también -y esto es lo que decide el valor de un humanismo- todo lo negativo, incluso el dolor, la culpa, la muerte, el absurdo.
Con la mirada puesta en él, el Crucificado y el Resucitado, puede el hombre no sólo actuar en este mundo, sino también padecer: no sólo vivir, sino también morir. Ante su vista aparece un sentido incluso allí donde la razón debe capitular, en el mismo absurdo de la miseria y la culpa, porque el hombre se sabe sostenido por Dios también en eso, tanto en lo positivo como en lo negativo. La fe en Jesucristo procura paz con Dios y consigo mismo, pero no escamotea los problemas del mundo. Hace al hombre verdaderamente humano porque le pone en contacto con la humanidad de los demás: le abre radicalmente a quien tiene necesidad de él, al “prójimo”.
Hemos preguntado por qué hay que ser cristiano. Ahora se comprenderá la respuesta, resumimos en la siguiente fórmula:
Imitando a Cristo Jesús, el hombre puede en el mundo actual vivir, actuar, sufrir y morir realmente como hombre: sostenido por Dios y ayudando a los demás en la dicha y en la desdicha, en la vida y en la muerte.
– Hans Küng, Ser cristiano, Trotta, 1996.
Resumen
Con el rigor y sistematicidad que le caracterizan, Hans Küng fundamenta en este libro por qué y cómo el cristianismo de convicciones críticas puede responder de su fe ante su propia razón y su entorno social. Y lo hace a través de una presentación de la totalidad del mensaje cristiano, trazada desde el trasfondo de las ideologías y religiones actuales. Practicando una teología verdaderamente ecuménica, Küng avanza hasta el núcleo de la fe cristiana. De este modo lo humano, lo religioso general y lo extra eclesial son, más que nunca, tomados en serio, pero de forma que lo específicamente cristiano emerge con la mayor nitidez, separando lo esencial de lo que no lo es.
Sr. López: Admiro a las personas que tienen y mantienen un fe cristiana fuerte. Convencidos en lo profundo de su corazón en lo que creen y por lo cual viven. Pienso, que cada persona nace con uno o varios dones y que lea fe quizá sea uno de esos dones que muchas personas poseen. Otros, como es mi caso, quizá durante un un tiempo pensamos que teníamos se don de la fe, mientras éramos llevados o conducidos como bebes o adolescentes por unos guías emulando el papel de padres espirituales. Crecemos,e intentamos emanciparnos y comenzamos a pensar y decidir por nuestra cuenta. El resultado es que nuestra mente se llena de lagunas que nos impide mantener nuestra anterior forma de pensar.
Reitero. Admiro a las personas de fuertes convencimientos, convertidos en fe. Pero cuando, me introduzco en La Biblia, también veo a personas que les falta “La Fe”. Pablo dice: Fe es la evidencia segura… Abrahán y Sara, dudaron. Les falto La fe, llegando incluso a buscar su propia solución al problema de no ser fecundos.
Los apóstoles, dudaron Jesús hubiera resucitado. Tomás exigió pruebas. etc.
¿Culpable por no poder alcanzar la fe?. Si la Biblia es un libro excelente para creer, pero también puede ser causa para producir la duda.
No deseo extenderme, pero la evidencia que tengo, me produce dudas. Un solo ejemplo. ¿Cómo el creador de un universo como el que contemplamos, no ha mantenido en estado puro lo que decimos que es su palabra La Biblia? Difícil de asimilar. ¿Cómo es posible que si Jesús dice : “Santificado sea tu nombre”, Se pierda el verdadero nombre de Dios y se sustituya por Jehová o Yave’?
Quiero aclarar, que respeto el valor de La Biblia y también, mi respeto y admiración a los hombres de fe, pero pienso que los que no podemos poseer esa fe, quizá también tengamos nuestra parcela en la tierra.
Mi cordial saludo.
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Hola Benito,
Gracias por escribir. Dice Alfred Tennyson (1809-1892), poeta y dramaturgo británico, que “hay más fe en una honrada duda, creedme, que en la mitad de las creencias”. En realidad, ¿qué creyente no tiene algo de agnóstico, o qué agnóstico no tiene algo de creyente? Al fin y al cabo, el cristianismo no lo responde todo, por lo menos desde una posición meramente intelectual.
Yo creo que cada persona es un mundo y que Dios es el único que conoce bien en corazón, y por tanto el único que puede juzgar bien el sentir u obrar de cada persona. No creo que pida a nadie que crea en él, sino que deja que cada persona lo busque, si es que lo busca, a su manera y que sea fiel a su conciencia. Como dice C.S. Lewis:
“Dios se ha puesto a sí mismo, como norma, no alterar el carácter de las personas contra su voluntad… en realidad Él ha restringido su poder… Prefiere un mundo con seres libres, con todos sus riesgos, y no un lugar donde las personas actúen como máquinas por carecer de otra alternativa. Mientras más claramente imaginemos un mundo con seres perfectos y automáticos, mayor será la comprensión de la sabiduría divina”.
La fe en Dios no es más una decisión del corazón que del intelecto. Es verdad que ambos deben aunarse, pero cuando la razón ya no puede entender más (al fin y al cabo, el cristianismo no lo responde todo), es el corazón el que intuye, y es entonces cuando puede tener lugar la fe. La fe es como una intuición, como un sexto sentido. Es verdad, se tiene o no se tiene, pero también se nos invita a no cerrarnos del todo, sino conceder a Dios el beneficio de la duda. Moisés dijo que Dios era “la Roca, perfecta es su actividad, Dios de fidelidad es él”. Pero hay que buscarle más en las cosas del espíritu que por el intelecto.
Procuré escribir algo más sobre el tema aquí:
https://estebanlopezgonzalez.com/2008/06/24/juan-capitulo-20/
Un saludo afectuoso
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