La relación de amor en la pareja humana

Aunque al ser humano le pueda mover muchas cosas en la vida, sin duda una de las principales es el amor en todas sus manifestaciones. No es de extrañar por tanto que Goethe afirmara, “Cierto que en el mundo de los hombres nada hay necesario, excepto el amor«. Y esto incluye por supuesto el amor romántico.

Casi todo ser humano se ha enamorado alguna vez en la vida. Es un sentimiento de fuerte atracción por otra persona y suele ir acompañado de alegría, sensación constante de bienestar y la percepción de que todo lo demás importa mucho menos; es como si los problemas no existieran. La mente está casi todo el tiempo ocupada en pensar en el ser amado, y la ilusión prevalece como el más bello de los sentimientos. Además, esa experiencia no es exclusiva sólo de los más jóvenes; puede sobrevenir en cualquier etapa de la vida.

Puede que el enamoramiento venga por atracción física o también por las cualidades o forma de ser de la otra persona, sin que la atracción física juegue un papel tan determinante. El caso es que todo ese fuerte sentimiento ha producido a través de los siglos y todavía produce las más bellas poesías, obras de literatura, cine y novelas, y las más preciosas baladas de amor, algo que ilustra muy bien lo mucho que mueve. Por ejemplo, nada más ser creada la pareja humana, y presentada la primera mujer a Adán, éste expresó poéticamente, «esta (mujer) es por fin hueso de mis huesos y carne de mi carne«.- Gén. 2:23.

La RAE, en una de sus acepciones define el amor como «Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser«. Sin duda esa es una buena definición, pero hay que reconocer que en comparación con la expresión poética, resulta más bien fría. Mucho más inspirador es, por ejemplo, el estilo de Lope de Vega en su Soneto 12,

«Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;
no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso; huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño;
creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe».

Lo mismo ocurre con la obra «Romeo y Julieta», de William Shakespeare, bello arquetipo de un canto al amor romántico por antonomasia en la forma de las más bella expresión poética:

Romeo:

«¿Y si los ojos de ella estuvieran en el firmamento y las estrellas en su rostro? ¡El fulgor de sus mejillas avergonzaría a estos astros, como la luz del día a la de una lámpara! ¡Sus ojos lanzarían desde la bóveda celeste unos rayos tan claros a través de la región etérea, que cantarían las aves creyendo llegada la aurora!«

«Con ligeras alas de amor franqueé estos muros, pues no hay cerca de piedra capaz de atajar el amor»

Julieta:

«¡Oh, ingrato! ¡Todo lo apuraste, sin dejar una gota amiga que me ayude a seguirte! ¡Besaré tus labios!… ¡Quizá quede en ellos un resto de ponzoña para hacerme morir con un reconfortante«.

El libro bíblico del Cantar de los Cantares, escrito por el rey Salomón, es también una de las más bellas poesías dedicadas al amor romántico:

El amado:

«Como azucena entre las espinas
es mi amada entre las mujeres».

La amada:

«Cual manzano entre los árboles del bosque
es mi amado entre los hombres.
Me encanta sentarme a su sombra;
dulce a mi paladar es su fruto».

El amado:

«Yo les ruego, mujeres de Jerusalén,
por las gacelas y cervatillas del bosque,
que no desvelen ni molesten a mi amada
hasta que ella quiera despertar».

– El Cantar de los Cantares 2, NVI.

Erich Fromm hace una buena reflexión con respecto al amor erótico,

«Si el deseo de unión física no está estimulado por el amor, si el amor erótico no es a la vez fraterno, jamás conduce a la unión salvo en un sentido orgiástico y transitorio. La atracción sexual crea, por un momento, la ilusión de la unión, pero sin amor, tal «unión» deja a los desconocidos tan separados como antes, – a veces los hace avergonzarse el uno del otro, o un odiarse recíprocamente, porque cuando la ilusión se desvanece, sienten su separación más agudamente que antes-«.

Erich Fromm (1900-1980), «El arte de amar», Paidós, 2016.

Una ayuda refrescante

Todas esas obras y muchas otras solo muestran cuán grande puede llegar a ser la atracción irresistible entre dos personas que se aman profundamente. Aunque la ciencia ha intentado explicar el fenómeno y hasta cierto grado se sabe lo que ocurre, nadie sabe a ciencia cierta por qué ocurre. En buena medida se podría afirmar que el enamoramiento es otro misterio de los muchos que nos envuelven. Hay que decir sin embargo, que según las Escrituras el originador y fuente de todo ese bello sentimiento es Dios mismo, el Creador de todo lo que existe. En el primer libro de la Biblia, Génesis, se dice:

«Por tanto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y ambos serán una sola carne«.

Como el originador de la relación de amor entre el hombre y la mujer, ese enamoramiento es también santo (limpio). Como decía la madre superiora a la joven novicia enamorada en el filme «Sonrisas y lágrimas» (The sound of music), 1965, de Robert Wise, “el amor de pareja también es santo. Tú tienes mucho amor que dar«. Y naturalmente, lo hizo con la intención de que esa relación durara mucho tiempo incluso para siempre. Como escribió su profeta Malaquías (2:16), «Dios aborrece el divorcio«.

Los padres suelen estar muy preocupados con la clase de pareja o cónyuge que pudieran escoger sus hijos, y procuran aconsejarles que elijan con sabiduría porque saben muy bien que de ello dependerá en gran medida su felicidad para el resto de sus vidas. Y uno de los aspectos en los que más se incide es que ambos tengan una misma cosmovisión de la existencia y suficiente afinidad no solo en algunos gustos sino sobre todo en valores y propósito en la vida. Es verdad que una afinidad del cien por cien no sería realista de esperar. Pero sí debería haber la suficiente como para poder convivir en amor, comprensión y paz. Platón lo expresó muy bien cuando escribió, «todo corazón canta una canción, incompleta, hasta que otro corazón le susurra. Aquellos que desean cantar siempre encuentran una canción. Al toque de un amante, todo el mundo se convierte en poeta«.

Sin embargo, como se muestra en este otro escrito, parece que hoy día los matrimonios no tienen tanta perdurabilidad como antaño y se rompen con más facilidad cuando sobreviene presión de algún tipo. Es verdad que hay que ser realistas y reconocer que hay situaciones que son insostenibles, como por ejemplo la violencia física o la humillación psicológica. Y es verdad también que las relaciones humanas pueden ser complejas y difíciles. Pero en las Escrituras se anima a no tirar la toalla con prontitud, sino a poner cada uno de su parte para que, como ocurre con el cultivo de una bella planta, la relación de amor perdure y crezca a pesar de las presiones existentes en este mundo. Por eso aparecen expresiones que podrían ser de ayuda para fortalecer la relación de amor. Por ejemplo:

«Sobre todo vestíos de amor, porque el amor es un vínculo perfecto de unión» (Col. 3:14).

«Esposos, amen a sus esposas como Cristo amó a la iglesia y dio su vida por ella. Esto lo hizo para santificarla, purificándola con el baño del agua acompañado de la palabra para presentársela a sí mismo como una iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga ni nada parecido, sino santa y perfecta. De la misma manera deben los esposos amar a sus esposas como a su propio cuerpo. El que ama a su esposa, se ama a sí mismo. Porque nadie odia su propio cuerpo, sino que lo alimenta y lo cuida, como Cristo hace con la iglesia, porque ella es su cuerpo. Y nosotros somos miembros de ese cuerpo. «Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su esposa, y los dos serán como una sola persona.» Aquí se muestra cuán grande es el designio secreto de Dios. Y yo lo refiero a Cristo y a la iglesia. En todo caso, que cada uno de ustedes ame a su esposa como a sí mismo, y que la esposa respete al esposo«.- Efesios 5:25-33.

Puede verse aquí la importancia del amor sincero en toda relación de pareja. También la necesidad imperiosa de que haya respeto por parte de ambos, porque sin eso ninguna relación podrá subsistir jamás ni tener éxito. Pablo llama a ese tipo de relación ‘grande designio secreto de Dios‘, ya que es el originador de la unión de amor entre el hombre y la mujer.

También, se espera fidelidad dentro de la relación de pareja. «Que el matrimonio sea honorable entre todos, y el lecho conyugal sea sin contaminación, porque Dios juzgará a los fornicadores y a los adúlteros”, expone Hebreos 13:4. Y fidelidad o lealtad no es sólo sexual, sino también mostrada por buenas obras y profundo respeto entre ambas partes.

En el convivir diario de pareja siempre hay cierto grado de desgaste. Sin embargo, nada que no pueda sanarse eficazmente con buenas porciones de alegría y buen humor, buenas dosis de paciencia, complicidad, ternura, respeto sincero, evitar peleas innecesarias y el mal humor, absoluta confianza, dedicación el uno por el otro y muchos besos y abrazos. Aspectos éstos que al final resultarán ser todo un verdadero bálsamo curativo en el vivir diario de la vida familiar.

Es verdad que como dice el dicho, «la confianza mata» y no cabe duda de que dentro del matrimonio suele haber mucha debido al cariño y a la convivencia continua. Pero el sentido común indicaría también que no debería haber tal exceso de confianza que de algún modo se llegara a faltar al respeto. Aunque se esté dentro de una relación de pareja, en todo, él debería seguir siendo un caballero y ella una dama.

Hay que decir por otro lado, que en ningún lugar de las Escrituras se dice que la mujer sea un ser inferior al hombre. Es sólo que en aquellos tiempos las costumbres eran diferentes, con roles muy definidos para hombres y mujeres. Sin embargo, ninguna razón había para que se produjeran abusos de ningún tipo por parte de ninguna de las partes. De hecho en el Antiguo Testamento se alaba a la buena esposa en estos términos poéticos y según eran las costumbres en aquella época:

«¡Qué difícil es hallar
una esposa extraordinaria!
¡Hallarla es como encontrarse
una joya muy valiosa!
Quien se casa con ella
puede darle toda su confianza;
dinero nunca le faltará.
A ella todo le sale bien;
nunca nada le sale mal…

Ella fabrica su propia ropa,
y siempre ayuda a los pobres.
No le preocupa que haga frío,
pues todos en su casa
andan siempre bien abrigados.
Toma telas de lino y de púrpura,
y ella misma hace colchas y vestidos.

Es mujer de carácter;
mantiene su dignidad,
y enfrenta confiada el futuro.
Siempre habla con sabiduría,
y enseña a sus hijos con amor.
Siempre está pendiente de su casa
y de que todo marche bien.
Cuando come pan,
es porque se lo ha ganado.

Sus hijos la felicitan;
su esposo la alaba y le dice:
«Mujeres buenas hay muchas,
pero tú las superas a todas».

La hermosura es engañosa,
la belleza es una ilusión;
¡sólo merece alabanzas
la mujer que obedece a Dios!
¡Que todo el mundo reconozca
los frutos de su esfuerzo!
¡Que todos en la ciudad
la alaben por sus acciones!»

-Proverbios 31, (TLA).

En el caso de una pareja creyente, hacer que Dios cuente en la relación puede hacer que sea como «una fuerte cuerda de tres«. Recordar por ejemplo los frutos del Espíritu de Dios podría resultar ser un bálsamo para el alma: «el fruto del espíritu de Dios es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio; contra tales cosas no hay ley» (Gálatas 5:22, 23). También el procurar orar juntos a Dios siempre, sobre todo cuando surjan problemas o tensiones. La oración tiene mucho poder, dicen las Escrituras, y pedir específicamente sabiduría podría dar el mejor resultado. Todo eso unido a la compresión amorosa, el respeto, la flexibilidad, la tolerancia, el desprendimiento y la capacidad tanto de perdonar como de olvidar, puede hacer que la relación florezca y se fortalezca mucho más.

Es verdad que el enamoramiento del principio puede atemperarse con el tiempo debido al desgaste que causan los problemas que van surgiendo a lo largo de la vida. Pero como muy bien lo expresa el respetado director de orquesta Ennio Morricone (1928-2020), «en el amor como en el arte, la constancia lo es todo. No sé si hay amor a primera vista o intuición sobrenatural. Sé que hay tenacidad, consistencia, seriedad, duración”. 

Un ejemplo de bellísima relación y amor absoluto es la del escritor español Miguel Delibes y su esposa Ángeles de Castro, quien fallecería prematuramente. Él la recordaría siempre de este modo:

«Nos bastaba mirarnos y sabernos. Nada importaban los silencios, el tedio de las primeras horas de la tarde. Estábamos juntos y era suficiente. Cuando ella se fue todavía lo vi más claro: aquellas sobremesas sin palabras, aquellas miradas sin proyecto, sin esperar grandes cosas de la vida, eran sencillamente la felicidadUna mujer que con su sola presencia aligeraba la pesadumbre de vivir… «Ella era equilibrada, distinta; exactamente el renuevo que mi sangre precisaba (…) Descubría la belleza en las cosas más precarias y aparentemente inanes. Y donde no existía, era capaz de crearla rompiendo todos los valores establecidos, asumiendo todos los riesgos«.- El Mundo, 23 de septiembre 2020.

Como una relación así es una labor recíproca de dar y recibir, si se persevera, ese enamoramiento se puede fortalecer mucho más y afianzarse en un amor más profundo que dure para siempre, haciendo que la vida en pareja sea una de las experiencias más bellas de la existencia humana. Como tan bien lo expresa Ortega y Gasset en sus «Estudios sobre el amor» (1941), «el deseo muere automáticamente cuando se logra: fenece al satisfacerse. El amor, en cambio, es un eterno insatisfecho«. O Gottfried Leibniz (1646-1716), filósofo alemán, «Amar es encontrar en la felicidad de otro tu propia felicidad”.

Esteban López

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