Es posible que a veces sólo veamos cosas negativas en nosotros mismos. Nos conocemos muy bien y sabemos que erramos muchas veces tanto con palabras como con hechos. Dice Santiago que «todos tropezamos muchas veces» y que si hubiera alguien que no lo hiciera ese sería un «hombre perfecto» (Santiago 3:2). Pero la realidad es pertinaz y muestra que la verdad es que no existen los seres humanos perfectos. Nunca alcanzamos a dar en el blanco de la diana de manera certera.
Por eso es posible que a veces nos despreciemos a nosotros mismos, incluso que nos detestemos, como si no fuéramos capaces de «dar la talla» en lo que se supone que se espera de nosotros o que simplemente nos falten las fuerzas necesarias. Pero la pregunta más importante que surge aquí es si tiene Dios el mismo punto de vista y si podría tener algunas respuestas positivas.
Una vez más las Escrituras ofrecen algunos pensamientos para la reflexión que sorprenden y que llenan absolutamente de gozo. De ahí la importancia de conocerla en profundidad y no superficialmente. Y es que cuando uno se familiariza, por ejemplo, con el trato que tuvo Dios con personas de fe en el pasado, puede observarse cuán bien conoce el corazón humano y sus debilidades, que no es ajeno a nada de nuestro sentir y que él mismo se ofrece como baluarte en medio de cualquier inquietud o advesidad. El libro de los Salmos, por ejemplo, ha sido fuente de inmensos recursos espirituales de ánimo y estímulo para miles de personas a lo largo de los siglos. Como estas palabras suplicadas encarecidamente por el rey David después de haber pecado seriamente contra el ser humano y contra Dios mismo:
«Crea en mí un corazón limpio, y renueva dentro de mí un espíritu recto» (Salmo 51:10).
O el Salmo 18:2,
«Tú eres mi protector, mi lugar de refugio, mi libertador, mi Dios, la roca que me protege, mi escudo, el poder que me salva, mi más alto escondite«.
O el Salmo 27:10,
«Aunque mi propio padre y mi propia madre de veras me dejaran, Dios mismo de acogería«.
No es de extañar por tanto que Jesús de Nazaret, recogiendo la mejor tradición de Israel, pusiera el acento en la importancia de tener una relación personal con Dios, como él decía, con «el Padre». Buena parte de sus esfuerzos se orientaron en que se pudiera entender bien eso. Sentir su cobijo, ánimo y comprensión incluso en los momentos más bajos o difíciles de nuestra vida. Y por eso Pablo de Tarso, a pesar de tantas tribulaciones pudo decir también:
«Para todas las cosas tengo la fuerza en virtud de Aquel que me imparte poder«. – Filipenses 4:12, 13, TNM.
Estos son solo algunos ejemplos que ilustran que quien de verdad nos conoce es Dios y que siempre ha estado ahí como fuente confiable de todo poder, estímulo y fortaleza:
Uno dice: «Es imposible»
Dios dice: Todas las cosas son posibles (Lucas 18:27)
Uno dice : «Estoy demasiado cansado»
Dios dice : Yo te daré descanso (Mateo 11:28-30)
Uno dice : «Nadie me ama realmente»
Dios dice : Yo te amo (Juan 3:16 & Juan 13:34)
Uno dice : «No puedo con ello»
Dios dice : Mi gracia es suficiente (2 Cor 12:9 & Salmo 91:15)
Uno dice : «No entiendo nada»
Dios dice : Yo guiaré tus pasos (Proverbios 3:5-6)
Uno dice : «No puedo hacerlo»
Dios dice : Tú puedes hacer todas las cosas (Filipenses 4:13)
Uno dice : «No soy capaz»
Dios dice : Yo sí puedo (2 Cor. 9:8)
Uno dice : «No valgo la pena»
Dios dice : Vales la pena (Romanos 8:1)
Uno dice : «No puedo perdornarme»
Dios dice : YO TE PERDONO (1 Juan 1:9 & Romanos 8:1)
Uno dice : «No saldré adelante»
Dios dice : Yo estaré contigo (Filipenses 4:9)
Uno dice : «Tengo miedo»
Dios dice : No te he dado un espíritu de temor (2 Timoteo 1:7)
Uno dice : «Estoy siempre preocupado y frustrado»
Dios dice : Echa todas tus preocupaciones sobre mí (1 Pedro 5:7)
Uno dice : «No tengo suficiente fe»
Dios dice : A todos he dado una medida de fe (Romanos 12:3)
Uno dice : «No soy muy inteligente»
Dios dice : Yo te doy sabiduría (1 Corintios 1:30)
Uno dice : «Me siento completamente solo»
Dios dice : Nunca te dejaré ni te desampararé (Hebreos 13:5)
Esa preciosa escultura de Fredrik Raddum, ilustra muy bien las palabras de Isaías:
“Hasta los jóvenes pueden cansarse y fatigarse, hasta los más fuertes llegan a caer, pero Él da fuerzas al cansado, y al débil le aumenta su vigor”. – Isaías 40:29.
Esteban López
Comentar...