Alguien me dijo en cierta ocasión que tenía la percepción de que existen diversos tipos de personas morales. Dice el Evangelio además que suelen convivir juntos el trigo y la cizaña, como suele ocurrir en toda clase de organización, incluidas las eclesiales. Si se reconoce que el Espíritu Santo de Dios hace lo que puede para lograr el bien, lo suele hacer siempre a través de personas buenas y con la suficiente talla espiritual. Como decía Jesús de Nazaret, «el hombre bueno del buen tesoro del corazón saca buenas cosas» (Mateo 12:34, 35). Y muy a menudo lo hace a pesar de la cizaña. Ese podría ser el caso de Henry de Lubac.
Henri de Lubac (1896-1991) fue un teólogo francés conocido por su trabajo en la renovación teológica católica y por su defensa de la importancia de la teología como disciplina académica y espiritual.
De Lubac nació en Cambrai, Francia, en una familia católica devota. Después de estudiar en la Universidad de Lyon, se unió a la Compañía de Jesús en 1913. Durante su formación como jesuita, de Lubac se interesó por la historia de la teología y la filosofía y comenzó a cuestionar algunas de las enseñanzas teológicas tradicionales.
En la década de 1930, de Lubac comenzó a publicar sus primeros trabajos importantes, incluyendo «Catholicisme» (1938) y «La connaissance de Dieu» (1945), en los que abogaba por un enfoque más profundo y espiritual de la teología católica. También criticó la tendencia de la teología católica a separarse de la vida espiritual y la experiencia religiosa de los fieles. De Lubac era también conocido por su amistad con el filósofo y teólogo jesuita Pierre Teilhard de Chardin, con quien compartía muchas ideas teológicas y espirituales. La amistad de los dos hombres fue importante en el desarrollo de la teología católica en el siglo XX. A lo largo de su vida, de Lubac mantuvo también estrechas amistades con otros teólogos y escritores, incluyendo a Jean Daniélou, Yves Congar y Jacques Maritain.
Durante la década de 1940, de Lubac se unió a un grupo de teólogos católicos conocidos como la «Nouvelle Théologie» (Nueva Teología), que buscaban revitalizar la teología a través de una mayor atención a la Escritura, los Padres de la Iglesia y la espiritualidad cristiana. Eso llevó a que fuera sospechoso de «heterodoxia», a que sus obras fueran censuradas y que él mismo fuera apartado de la enseñanza debido a la oposición de ciertos miembros de la curia romana. Una restricción que duró nada menos que diez años. Fueron años de extrema soledad y dolor debido a su condición de ‘teólogo sospechoso’. Sin embargo, de Lubac nunca cesó de investigar ni de escribir por su propia cuenta, período de tiempo que resultó ser de lo más provechoso. Como escribe el mismo:
“Mi enseñanza discurre a lo largo de tres periodos muy distintos: en Lyon, primero antes de la Segunda Guerra Mundial, luego a lo largo de los años de la guerra y de ocupación, finalmente durante los que van de 1945 a 1950. Habría que añadir un cuarto periodo, el de mi cese casi total como profesor, desde 1950 a 1960”. -«Memoria en torno a mis escritos», 102.
Concilio Vaticano II
Suele decirse sin embargo, que a menudo «las heterodoxias de hoy suelen convertirse en las ortodoxias de mañana«. Y con el tiempo de Lubac fue nombrado consultor teológico por el papa Juan XXIII para el Concilio Vaticano II. Quién lo hubiera dicho, realmente «la vida da muchas vueltas«. Aunque como reconoce, eso tampoco fue algo fácil para él, ya que seguía recibiendo oposición e incluso amenazas de concilares profundamente reaccionarios desde el entorno del Santo Oficio. No eran demasiados pero tenían el control de casi todo lo que se debatía. Era muy difícil que se pudiera avanzar hacia posiciones renovadoras que significaran una mayor adherencia al espíritu de Cristo. No es de extrañar que de Lubac afirmara que «si Jesucristo no constituye su riqueza, la Iglesia es miserable«. Afirma que en el Concilio se debatían dos «integrismos«, antagónicos pero igualmente nocivos para la comunidad de creyentes: el integrismo curial compuesto por teólogos y autoridades romanas en torno al Santo Oficio imponiendo un dogmatismo estrecho, y el integrismo secularista, proponiendo «un proceso de secularización que, traicionando al Evangelio, transforman en utopías sociales la búsqueda del reino de Dios«.- «Memoria en torno a mis escritos», 406.
A pesar de todo, de Lubac contribuyó al documento «Dei Verbum«, que estableció la importancia que debería tener la Escritura en la teología y en la vida espiritual. Defendía la colegialidad episcopal, una mariología sobria, un interés permanente por la causa ecuménica, una Revelación centrada en Jesuscristo y el papel de la Iglesia en el mundo, sobre todo en lo que se refiere al ateísmo, su tarea misional y la relación con las religiones no cristianas.
Obras y legado
Entre las obras más importantes de Lubac se incluyen «Surnaturel» (1946), «Corpus Mysticum» (1949), «Meditaciones sobre la Iglesia» (1953) y «El drama del humanismo ateo» (1949). Sus escritos han sido muy influyentes en la teología y han inspirado a muchos otros teólogos a buscar un enfoque más profundo y espiritual de la fe cristiana. Hans Urs von Balthasar decía que Henri de Lubac es uno de esos grandes escritores que ha concebido todas sus obras “como aproximaciones a un centro nunca conseguido”, como un reconocimiento humilde de que la verdad absoluta sólo pertenece a Dios.
Henri de Lubac era conocido por su vida de profunda espiritualidad y compromiso con la comunidad de creyentes. Era considerado un hombre humilde y sencillo, y su vida personal estaba marcada por la oración, la contemplación y la reflexión teológica. Como dice una obra relacionada con el espíritu que manifestaba, “De exquisita sensibilidad, Henri de Lubac cultivó un particular sentido del prójimo y, en especial de la amistad, que le hacía valorar siempre más la obra de otros que la suya”.
Aunque de Lubac era un defensor de la justicia social y la paz, y criticó la guerra de Vietnam y otras formas de violencia, su vida personal estuvo bastante retirada de la política y la vida pública. Pasó gran parte de su vida en su comunidad, enseñando en universidades y dedicando su tiempo a la reflexión teológica y la Escritura. Había hecho votos de pobreza, castidad y obediencia. En sus últimos años, de Lubac sufrió de problemas de salud, incluyendo la pérdida de la vista, pero continuó trabajando en su teología y escribiendo hasta su muerte en 1991.
Además de por su humildad, De Lubac era conocido por su devoción a la oración y la contemplación. También se destacó por su compromiso con la justicia social y la paz, siendo un defensor de la acción social a favor de los pobres y marginados, algo que muestra su gran talla humana.
De Lubac murió en 1991 a la edad de 95 años en su casa en París, Francia. Su legado como teólogo y defensor de la renovación teológica sigue siendo importante en la actualidad, y sus escritos continúan siendo estudiados y citados por teólogos y académicos de todo el mundo. Su vida fue discreta y de un profundo carácter espiritual. Tanto Pablo IV como Juan Pablo II le dieron su apoyo hasta el final, incluso hasta el grado de ser nombrado cardenal, algo en el fondo intrascendente a los ojos de Dios, ya que es el único que realmente conoce el corazón humano.
Algo de su pensamiento
De Lubac fue un defensor de la teología del misterio, que afirmaba que la verdad divina no puede ser completamente entendida por la razón humana. Afirma también que cuando el ser humano busca a Dios, no lo hace sólo por decisión propia, sino porque está diseñado por Dios mismo con esa dimensión espiritual que tiende hacia Él. El hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios y no puede desistir de esa inclinación hacia su Persona. Es su estructura. De ahí que pueda producirse con facilidad un encuentro espiritual con Dios a través de la oración y el recogimiento. Y la experiencia muestra que eso no le resulta nada extraño al ser humano, porque con eso se embarga de paz y tranquilidad. Es como tener la bella sensación de estar realmente en casa. Sin eso, la percepción de la realidad nunca es completa. La criatura humana está habitada por ese misterio, y su deseo de Dios no se debe a nada de carácter externo sino que ya está implementado en ella desde antes del nacimiento. Como dice el propio Lubac,
“Si la idea de Dios en el hombre es real, ningún hecho accesible a la historia, a la psicología, a la sociología o a cualquier otra disciplina científica es realmente su causa generadora”. – J.-P. Wagner, La théologie fondamentale selon Henri de Lubac, París 1997.
Henry de Lubac tenía claro el sentido de la esperanza cristiana tal y como se muestra en las Escrituras: la trascendencia del ser humano siempre será lo que Dios decida. Pero era muy renuente a aceptar que el cristianismo fuera solo un humanismo y mucho menos un instrumento para lograr el paraíso social en la tierra. La Revelación a través de Cristo es mucho más que eso; es de carácter trascendente y sobrenatural. El ser humano fue hecho para salvación debido al amor de Dios.
“Lo que se desprende del pensamiento patrístico en general es que, si es posible descubrir en el movimiento espontáneo del espíritu humano o en las doctrinas que ha elaborado, cierta preparación para la aceptación del Evangelio, la razón de ello es que el hombre está hecho para la salvación, cuyo don y cuya revelación nos trae el Evangelio. La creación divina, en efecto, es algo consecuente (…). En el fondo de la naturaleza humana, y por consiguiente en cada hombre, está impresa la imagen de Dios, o sea algo que constituye en él —pero sin él— una especie de llamada secreta al objeto de la revelación, plena y sobrenatural, traída por Jesucristo”.- HENRI DE LUBAC, Paradoja y misterio de la Iglesia, Salamanca 32002, 120-121.
Contrario al criterio de la modernidad, De Lubac no entendía que la apertura de la iglesia al mundo fuera a costa de su sentido sobrenatural, el cristianismo no puede reducirse a una mera doctrina social. Por eso escribió:
“Si no estamos convencidos a priori, por una vía de fe, que hay una cierta armonía preestablecida entre la Revelación de Cristo, tomada en su plenitud, y la espera secreta dispuesta por Dios en el fondo del hombre de todos los tiempos, careceremos de la audacia apostólica que tiene la única oportunidad de alcanzar al hombre de hoy… El misterio del hombre sólo se esclarece a la luz del misterio del Verbo encarnado«.- H. DE LUBAC, «Athéisme et sens de l’homme», París 1968, 96-112.
«Una […] forma de laicismo actual es el activismo, que descarta la contemplación y toda interioridad«.- H. de Lubac, «Teilhard and the Problems of Today», Ch. 5, pp. 254–255.
“Debemos llegar a ver que Dios no es tanto la causa de la obligación moral o la sanción del deber como la sustancia misma del Bien. Entonces lo que llamamos la prueba moral nos lleva de un salto al Dios verdadero, revelándose como Dios de la Caridad”.- H. de Lubac, «Paradoxes of Faith» (1987).
«La credulidad, el sectarismo y la pereza son tres tendencias naturales del hombre. Con demasiada frecuencia los canoniza bajo nombres más nobles«.- H. de Lubac, «Paradoxes of Faith» (1987).
«El Evangelio está lleno de paradojas, por las cuales la mente se turba al principio. El Salvador enseña con gran sencillez, pero también dice: «Bienaventurado el que no se escandalice en mí«.- H. de Lubac, «Paradoxes of Faith» (1987).
«El Espíritu Santo que Cristo prometió enviar […] crea en el hombre nuevas profundidades que lo armonizan con las «profundidades de Dios«.- H. de Lubac, «Catholicism» (1938), Ch. XI. «Person and Society», p. 186.
«Se hace cada vez más claro que […] la consigna del cristiano ya no puede ser «escapar» sino «colaborar». Debe cooperar con Dios y los hombres en la obra de Dios en el mundo y entre la humanidad«.- «Catholicism» (1938), Ch. VII. «Salvation through the Church», p. 122
Esteban López
Excelente. Gracias 🙏
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Estimado Esteban nuevamente recibo con agrado este regalo: Un artículo más de todos los que nos presentas. Agradezco tu tiempo y tu trabajo; la forma sencilla, clara y profunda de tus escritos. Y también que algunas veces- casi siempre- me presentes a algún pensador del que yo no tenía idea de su existencia. En mi carácter digresivo y disperso a la par de tu lectura me da por buscar conceptos, libros, escritos, de los que vas hablando y me siento enriquecido al llegar al final de la lectura. Por demás son sugerentes cada unos de los titulos que mencionas sobre Henri de Lubac. Y de las ideas, yo sé que tú las has madurado mucho, pero a mi me quedan como semillas para leerlas y releerlas como ideas condensadas, de esas que no tienen desperdicio. Tu escritura amable me recuerda la frase: «Duro con las ideas, suave con la forma». Por acá en México me haces pensar en el libro del mexicano Oscar de la Borbolla «La rebeldia de pensar», ese ejercicio de continuo que consiste en cuestionar las ideas que nosotros mismos pensamos y dónde no hay nunca final posible. Por otro lado, tu escrito me hace recordar la labor del sacerdote Jesús Navarro Castellanos en su sentido de renovación carismática -del cual tuve oportunidad de pertenecer como comunidad allá por los 90s – y que sin importar a que grupo cristiano se pertenezca-tanta falta nos hace. Un abrazo afectuoso.
https://www.youtube.com/watch?v=fjI_0REXWvM&list=PLZ_-ApxPzzBYKIJUfVcUXckgkAijzOTLy&index=3
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Muy interesante. No conocía nada de este teólogo.
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