Petra, la descendencia de Esaú

PetraLas dos grandes cunas de la civilización, Egipto y Mesopotamia, estaban separadas por las cadenas montañosas que corren de norte a sur, desde el nacimiento del río Eufrates hasta el mar Rojo. Desde hacía miles de años a. C., se buscó una ruta que hiciera posible salvar esos obstáculos y ofreciese vías seguras y abastecimiento de agua. Ese lugar existía. Era el Wadi (río estacional) Musa, en el que atravesaba una barrera rocosa. La Biblia identifica ese lugar como Sela, “roca”, y ha llegado hasta nosotros en su versión griega: Petra. Estaba situada en una gran confluencia de caminos en el desierto: era donde la península arábica encontraba su salida al exterior, donde se podía llegar desde Egipto a través de Gaza, o desde la que se podía tomar Damasco en dirección norte.

La tradición bíblica sitúa en el Wadi Musa el episodio en el que Moisés hace brotar agua de una piedra para dar de beber a los Israelitas durante su camino a la Tierra Prometida (Ex. 17:1-7). La aparición de Musa (“Moisés”) en muchos topónimos de la región responde a este recuerdo.

Desde el año 1.500 a.C., vivía allí de modo asentado, un pueblo, los oritas. Éstos fueron expulsados por un pueblo de origen semita, los edomitas, descendientes de Esaú y hermano de Jacob. El propio nombre de Edóm significa en hebreo “rojo”, con lo que se puede aludir, por una parte, al color rojizo de las famosas lentejas (Gén 25:29-34), y por otra, al color de la piedra de la región de Edóm, en especial Wadi Musa y Petra. En el capítulo 36 de Génesis aparece la genealogía de Esáu como el patriarca de los edomitas. El libro de Números, capítulo 20, narra la petición de Moisés de paso al rey de Edóm, y cómo éste se la negó. Las relaciones entre Israel y Edón nunca fueron buenas. Los edomitas eran famosos por emprender constantes expediciones de saqueo contra el sur del reino de Judá y contra cualquier caravana que atravesase su territorio. Al ascender al trono, el rey David de Israel luchó y venció a los edomitas. 2º de Samuel 8:14, dice: “David… puso gobernadores en Edóm… todos los edomitas quedaron sometidos a David».

Debido a que la ocupación principal de los edomitas era el pillaje, con el tiempo, sufrieron varias derrotas que casi les lleva a la extinción. En el año 580 a.C., aparece asentado en la zona, un nuevo pueblo de origen nómada: los nabateos, quienes adoptaron la mayor parte de la civilización edomita bajo su propio nombre. Ambos pueblos pretendían descender de un mismo patriarca, Ismael, hijo de Abrahán y la esclava egipcia Agar, a través de dos hijas distintas. Los edomitas se consideraban hijos de Bashemat, casada con Esaú, mientras que los nabateos decían ser descendientes de su hermana Nabaioth.

El momento de mayor esplendor del reino nabateo corresponde a los años 8 a.C.-40 d.C., precisamente en los días de Jesús. La primera noticia de un rey nabateo procede del libro de Macabeos. Los restos conservados en Petra pertenecen, casi en su totalidad a los períodos de independencia nabatea y posterior ocupación romana.

Se puede apreciar en el arte nabateo una fusión de estilos, producto de la influencia de los distintos pueblos que tuvieron contacto con ellos. Admiraban y quedaban fascinados por la cultura de otros pueblos, como los egipcios, persas y griegos, pero sin poder llegar a superarlos. Uno de los monumentos típicamente nabateo es la espectacular tumba conocida con el nombre de “El Tesoro”, contruída para el rey Aretas III, durante el período de mayor esplendor de Petra, quien extendió sus dominios hasta Damasco. Es un edificio de casi 40 metros de alto que constaba de tres salas mortuorias.

Es interesante el hecho de que un funcionario del rey Aretas trató de apoderarse de Pablo al poco tiempo de su conversión al cristianismo. El propio apóstol escribió sobre ese episodio como sigue:

«En Damasco, el gobernador del rey Aretas guardaba la ciudad con intención de apoderarse de mí; pero por una ventana que daba sobre el muro me descolgaron en una espuerta (canasta) y así pude escapar de sus manos”. – 2ª Cor 11:32.

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El hijo de Herodes el Grande, Herodes Antipas, que reinó en Galilea y en Perea entre los años 4 a.C. a 39 d.C., y al que Jesús llamó “esa zorra” (Lc 13:32), se casó con la hija de Aretas, pero con el tiempo conoció en Roma a su cuñada Herodías y se desposó con ella. Por denunciar ese matrimonio, Juan el Bautista fue encarcelado y después decapitado (Mc 6:17-29). La primera esposa de Herodes, la hija de Aretas, huyó al lado de su padre, que organizó un ejército contra su yerno, al que derrotó en el 36 d.C.

En el año 105 d.C., el emperador romano Trajano puso fin a la independencia del país y lo convirtió en provincia romana, llamada Arabia Pétrea.

La lectura del libro de Abdías, en la Biblia, puede retrotraer a uno la vívida sensación de que Edóm fue testigo de acontecimientos fascinantes en la historia humana. Petra, su descendiente, sigue ahí como testimonio silencioso.

Esteban López

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