Thomas Merton

mertonLa muerte le alcanzó demasiado pronto. Fue impertinente, como casi siempre, porque todavía había muchas cosas que hacer y muchos proyectos que realizar. Thomas Merton (1915-1968) salió para Asia el 15 de octubre de 1968 y allí encontró la muerte, en Bangkok, el 10 de diciembre de ese mismo año, luego de haber recorrido Calcuta, Nueva Delhi, el Himalaya, Madrás y Ceilán. El caso es que un accidente fortuito en el baño ocurrió, mientras asistía a una conferencia entre cristianos y budistas en Bangkok, evento al que había asistido con gran ilusión.

Merton había expresado su deseo de que sus diarios y cartas no se publicaran hasta vienticinco años después de su muerte. Cuando se tuvo acceso a ellos, pudo notarse cuán grande era su compromiso con el diálogo interreligioso, los derechos civiles y la justicia social. Siempre deseó transmitir los altos valores del humanismo cristiano para hacer más reino de Dios en esta vida.

Thomas no tuvo una infancia fácil. Había perdido a su madre cuando solo era un niño, pero además tuvo una vida inestable debido a los constantes cambios de residencia: Bermudas, Gran Bretaña, Estados Unidos. Aun así pudo estudiar en las universidades de Cambridge y Columbia.

La clase de libros y lecturas que tuvo hasta entonces condicionaron profundamente su forma de pensar, hasta el grado de llegar a sentir el deseo de servir más a Dios. De modo que en 1938 se unió a la iglesia católica. Desde entonces se dedicó a la enseñanza y trabajó en un centro católico del barrio de Harlem en Nueva York. En 1941 se hizo monje trapense en una abadía de Kentucky y en 1949 fue ordenado sacerdote.

Durante sus veintisiete años como monje, también se hizo poeta y escritor, defendió causas pacifistas, luchó contra la discriminación racial y se abrió al diálogo con otras religiones. Escribió infinidad de obras relacionadas con la meditación espiritual y el humanismo cristiano. De todas ellas, la más conocida es La montaña de los siete círculos (Edhasa. 2008) publicada en 1948; es su autobiografía traducida a veintiocho idiomas.

Encuentro con el Dalai Lama

Merton DalaiEn noviembre de 1968, Thomas Merton y el Dalai Lama se reunieron en Dharamsala, India, donde éste vivía en el exilio. Merton estuvo allí una semana y se reunieron en tres días diferentes. Sobre aquella experiencia Merton escribió:

«Tuvimos una cálida y cordial discusión, y cuando acabó sentí que nos habíamos hecho muy buenos amigos… siento un gran respeto y cariño por él como persona y en lo que cree, y existe un lazo espiritual y verdadero entre los dos».

Por su parte, en 1996 el Dalai Lama visitó la abadía de Getsemaní, en Kentucky, donde estaba enterrado Thomas Merton. En su libro Libertad en el exilio, escribió:

«Merton me introdujo en el significado real de la palabra «cristiano»… siempre lo consideraré uno de los hermanos budistas. Siempre lo recuerdo y admiro sus actividades y estilo de vida. Desde mi encuentro con él … sigo varios de sus ejemplos… Durante el resto de mi vida y hasta mi último aliento permanecerá en mí el impacto de aquella reunión con él. –  The Asian Journal of Thomas Merton (New York: New Directions, 1973), 125.

Thomas Merton es un ejemplo paradigmático de lo que suele ocurrir cuando el ser humano no puede resistirse a esa clase de «fuego interior» que empuja irremediablemente en una sola dirección, a esa fuerza indescriptible que lo impulsa, primero a ir en busca de Dios, pero también a una total entrega en su servicio a Él y a los hombres. Y es que tanto Merton como muchos otros testimonian que nada hay en la vida que procure una felicidad mayor. Son como «superhombres», pero sin ningún orgullo. Son fuente de curación y alivio para las heridas del alma y en las cosas del espíritu. En definitiva, son fuente para otros de fe, esperanza y amor. Y aunque Merton buscó a Dios a su manera, no cabe duda de que cada uno de nosotros puede buscarlo a la suya propia. Porque como dijo Pablo de Tarso a ciertos filósofos griegos en Atenas, «Dios, de hecho, no está muy lejos de cada uno de nosotros«. También hace recordar el Salmo 14:2 (DHH): “Desde el cielo mira el Señor a los hombres para ver si hay alguien con entendimiento, alguien que busque a Dios”.

Algo de su pensamiento

«No podemos llevar la esperanza y la redención a otros, a menos que nosotros mismos estemos llenos de la luz de Cristo y de su espíritu.

«La vida espiritual es una especie de dialéctica entre los ideales y la realidad… Los ideales, que generalmente se basan en normas ascéticas universales ‘para todas las personas’ -o, cuando menos, ‘para todas las que buscan la perfección’-, no pueden realizarse de la misma manera en cada individuo. Cada uno se hace perfecto, no llevando a cabo una medida uniforme de perfección universal en su propia vida, sino respondiendo a la llamada y al amor de Dios, que se dirige a él dentro de las limitaciones y circunstancias de su propia y peculiar vocación. De hecho, nuestra búsqueda de Dios no es cuestión de encontrarlo por medio de ciertas técnicas ascéticas. Mas bien, es un aquietamiento y reajuste de toda nuestra vida por medio de la abnegación, la oración y las buenas obras, de forma que el propio Dios, que nos busca más de lo que nosotros le buscamos a Él, puede ‘hallarnos’ y ‘tomar posesión de nosotros’». -Vida y Santidad, Sal Terrae, 2006, págs. 40-42.

«La soledad es una manera de defender el espíritu contra el ruido asesino de nuestro materialismo».

«La verdadera actitud sagrada hacia la vida no consiste en absoluto en huir de la sensación de vacío que nos invade cuando nos quedamos solos con nosotros mismos. Al contrario, hay que penetrar en esa oscuridad y vacío comprendiendo que la misericordia de Dios ha transformado nuestro vacío en su templo y con la certeza de que en nuestra oscuridad se oculta su luz«. – La experiencia interior.

Thomas Merton

«Todos somos únicos e irrepetibles, un misterio, creados a imagen y semejanza de Dios. Pero sólo podemos conocernos a nosotros mismos cuando nos reflejamos en los ojos de los demás. Así, nuestra dotación básica de autoestima es, en gran parte, un regalo que recibimos: primero, de nuestros padres, luego de maestros y amigos. Necesitamos desesperadamente ver en el espejo de los ojos ajenos nuestra bondad y belleza si queremos ser verdaderamente libres».

«El verdadero apóstol no predica una doctrina, ni dirige un movimiento, ni se dedica a reclutar miembros para una organización: predica a Cristo, porque ama a los otros y sabe que así puede procurarles felicidad y dar sentido a sus vidas. El proselitista vende su doctrina porque necesita prosélitos. El apóstol predica a Cristo porque los seres humanos necesitan la misericordia de Dios y porque solo en el amor de Cristo pueden encontrar la felicidad… el apóstol no tiene ninguna ambición para sí mismo, y su fe es tan profunda que no depende de que sea predicada con éxito externo; aunque nadie le crea, el apóstol continuará silenciosa y pacientemente predicando el amor de Dios por el ser humano en Cristo, sin consignas trilladas, sin arrogancia y sin la insoportable insistencia del vendedor».

«El reino de Dios no es , pues, el reino de aquellos que se limitan a predicar una doctrina o a seguir ciertas prácticas religiosas: es el reino de los que aman. Construir el reino de Dios es construir una sociedad que esté enteramente basada en la libertad y el amor. Es construir una sociedad que se fundamente en el respeto por la persona individual, puesto que solo las personas son capaces de amor». 

– Thomas Merton, Humanismo cristiano, Editorial Kairós 2000.

Esteban López

– Bibliografía:

  • Thomas Merton, La montaña de los siete círculosEdhasa. 2008.
  • Thomas Merton, Humanismo cristiano, Editorial Kairós 2000.
  • Thomas Merton, Diarios (1939-1968), Literaria, 2014.

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