«Tenemos bastante religión para odiar y perseguir, y no la tenemos suficiente para amar y socorrer… Cuanto más divina es la religión cristiana, menos le corresponde al hombre imponerla; si Dios la ha hecho, Dios la sostendrá sin vosotros. Sabéis que la intolerancia no produce más que hipócritas o rebeldes».
– François-Marie Arouet, Voltaire (1694-1778), Tratado de la tolerancia.
«Bruno, Giordano (1548-1600).
Científico, filósofo y teólogo cristiano. De origen católico, fue religioso de la orden de Santo Domingo y estudió la teología de Santo Tomás de Aquino. El año 1576 abandonó la orden, para pensar con más libertad, como científico y teólogo. Tuvo relaciones con el calvinismo, aunque mantuvo siempre su independencia religiosa. Viajó por varios lugares de Europa, y residió especialmente en París y Londres, donde escribió algunas de sus obras más significativas. Residió también en Marburgo, Wittenberg, Praga y Fráncfort, imprimiendo obras de carácter científico, filosófico y teológico que le hicieron famoso en los círculos cultos. Protegido por un noble veneciano, volvió a Italia, pero ese mismo noble lo entregó a la Inquisición el año 1592. Tras un duro juicio, dirigido por Roberto Belarmino, y no queriendo retractarse, fue condenado a muerte y quemado en la hoguera del Campo dei Fiori de Roma, el 17 de febrero del año 1600.
Defendió la doctrina de la infinitud del universo, concebido como un conjunto de seres que se oponen y se implican mutuamente, a través de un proceso vital, que se identifica con el Todo Divino, entendido como causa inmanente del mundo. El mismo universo es, por tanto, sagrado, siendo a la vez Uno y Múltiple. A su juicio, Dios ha de entenderse como una Ley inmanente de la realidad que vincula y reúne, en su diferencia, todas las mónadas del universo y la religión como un tipo de entusiasmo místico ante la contemplación de la infinitud del universo. En esta línea, sin perder su fondo cristiano, Bruno defiende la unidad de todas las creencias religiosas, vinculadas por la misma adoración cósmica. Más aún, él puede hablar de un alma divina del mundo, pues concibe todo el universo como gran Viviente, con Dios como su «mente universal», en sentido aristotélico. De esa forma, él ha vinculado en su visión del Dios/Mundo elementos de alquimia y astrología, de neoplatonismo y de pensamiento cercano al de Nicolás de Cusa, Su condena a muerte fue, y sigue siendo, uno de los acontecimientos más tristes de la historia del pensamiento cristiano.
- Xabier Pikaza, Diccionario de Pensadores Cristianos, Verbo Divino 2010.
Bibliografía:
Sobre el infinito universo y los mundos (Barcelona 1985); Los heróicos furores (Madrid 1987); Mundo. Magia. Memoria (Madrid 1997); Del infinito: el universo y los mundos (Madrid 1998); La cena de las cenizas (Madrid 2004); El sello de los sellos (Barcelona 2007). Cf. F. A. Yates, Giordano Bruno y la tradición hermética (Barcelona 1983); K. S. de León-Jones, Giordano Bruno and the Kabbala (Lincoln-Nebrasca 2004); H. Gatti, Giordano Bruno and the Renaissance Science (Londres 2002); G. Gentile, Giordano Bruno e il penseiro del Rinascimento (Firenza 1991); M. A. Granada, Reivindicación de la filosofía en Giordano Bruno (Barcelona 2005); Giordano Bruno. Universo Infinito, Unión con Dios, perfección del hombre (Barcelona 2002)
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«Bruno fue a Venecia, donde se sentía bastante seguro. En realidad fue ‘delatado’ a la Inquisición. La acusación contra él fue que dijo:
«El procedimiento que usa la iglesia hoy no es el que usaron los apóstoles, pues ellos convertían a la gente por la predicación y el ejemplo de la vida buena. Pero ahora, quien no desea ser católico debe soportar el castigo y el sufrimiento, pues se aplica la fuerza y no el amor. El mundo no puede continuar así, pues solo hay ignorancia y no existe ninguna religión que sea buena… la religión católica me complace más que otra cualquiera, pero también ella necesita una gran reforma. No es buena como está ahora, pero pronto el mundo presenciará una reforma general de sí mismo, pues es imposible que tales corrupciones perduren».
«El caso Bruno continúa sumido en profundo misterio. Algunos documentos fueron descubiertos en 1942, cuando se encontraron entre los efectos de Pío XI, el Papa bibliotecario; pero el processo oficial, que indica las razones exactas de su condenación, ha desaparecido. Lo que en efecto sabemos es que Bruno estuvo ocho años en manos de la Inquisición, se retractó dos veces de sus herejías, pero finalmente negó que hubiera sido jamás hereje y fue quemado vivo en el Campo dei Fiori en Roma, el año 1600.
«Como todos los que cruzaban y recruzaban las fronteras religiosas, era el destinatario especial de las suspicacias de Roma (El duro trato que la Inquisición romana dispensó a Galileo en 1633 estuvo determinado, en parte, por la creencia del papa Urbano VIII en que Galileo estaba vinculado más o menos con las herejías de Bruno, y que su Diálogo de los dos grandes sistemas mundiales, que destacaba la teoría copernicana, estaba colmado de un simbolismo hermético oculto. Menos temerario que Bruno, Galileo se sometió por completo: ‘Con corazón sincero y fe total adjuro, maldigo y detesto los mencionados herrores y herejías’; no es cierto que después agregara ‘Eppur si muove’, frase que podría haber provocado su muerte»). En ciertos sentidos, las fuerzas de la Contrarreforma, y sobre todo los jesuitas, odiaban a los miembros de la tercera fuerza (Bruno y otros) incluso más que a los protestantes militantes».
- Paul Johnson, Historia del Cristianismo, pág. 367, Javier Vergara Editor, Buenos Aires, Argentina 1976.
«No fue el cristianismo quien condujo a la hoguera a Bruno, Savonarola, Hus y a tantos miles de herejes y brujas; no fue él quien condenó a Lutero, Galileo y tantos otros; no fue él quien encendió la mecha de las guerras de religión que asolaron Europa; ni fue él quien repartió condenas y anatemas; ni corren de su cuenta los crímenes que se cometieron con los habitantes del nuevo mundo; ni inventó el índice de libros prohibidos… Quiero decir que todo eso es contrario al auténtico espíritu cristiano, al genuino mensaje de Jesús. Es de elemental justicia reconocerlo«.
– Manuel Fraijó, «El futuro del cristianismo«, Fundación Santa María, 1995.
Reflexión
Experiencias como esta y otras similares ilustran muy bien el terrible dolor causado por parte de dirigentes religiosos, hayan sido católicos, prostestantes u otros, que actuando en nombre de Dios han invalidado por completo el espíritu sencillo y amoroso de Jesús de Nazaret. Por haber actuado en nombre de cierta «autoridad eclesiástica«, sólo ellos son los responsables directos de que tantas personas hayan perdido por completo la fe en Dios y toda esperanza.
Pero también se impone la necesidad de ser lúcido, de usar el suficiente discernimiento como para ver con claridad la diferencia entre Dios e institución religiosa. Tener muy en cuenta que Dios e Iglesia u organización religiosa no son lo mismo, y que la invitación del Evangelio es a tener una relación personal sólo con «el Padre».
Somos seres humanos creados libres y con dignidad, con una conciencia personal e intransferible, y nadie ni nada puede arrogarse el papel de juez ni ponerse en un lugar que sólo le corresponde a Dios.
Esteban López

Gracias desde Buenos Aires
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