Rémi Brague, el fracaso de la modernidad

Nadie puede negar hoy día los triunfos de la modernidad. Por ejemplo, el triunfo de la ciencia moderna, «escrita en lenguaje matemático«, a la hora de proponer y explicar con precisión la realidad. O el pensamiento político moderno y su práctica que ha tenido un enorme éxito a la hora de organizar las sociedades, pero además sin necesidad de la religión. Jürgen Habermas llama a la modernidad «un proyecto inacabado«. Sin embargo, el pensador Rémi Brague (París, 8 de septiembre de 1947), es mucho más contundente y radical cuando afirma que ese proyecto, al haber dado la espalda a Dios, ha fracasado estrepitosamente.

Rémi Brague es un filósofo francés reconocido por sus estudios de filosofía antigua y medieval. Fue director del centro de investigación «Tradición del Pensamiento Clásico» y profesor emérito de Filosofía Medieval en la Sorbona de París, así como de Historia del Cristianismo Europeo en la Ludwig-Maximilians-Universität München. Es también una autoridad internacional de la cultura musulmana de todos los tiempos.

Brague afirma que ese proyecto moderno ha fracasado por su falta de legitimidad. Antes de la «modernidad» el sentido del proyecto de la vida humana estaba claro. Era un sentido que no era de creación humana, sino de un poder superior, como Dios o la Naturaleza. En la tradición cristiana, por ejemplo, la Providencia corresponde a un Dios que cuida de sus criaturas. La modernidad en cambio significa una ruptura con esa visión premoderna y la asocia ( a menudo despectivamente) con la Edad Media.

Sin embargo, esa ruptura sería en realidad una ruptura con las dos fuentes principales de la cultura occidental: la tradición bíblica que simboliza Jerusalén y la filosófica, simbolizada por Atenas. Ambas tradiciones insisten en la idea de que el ser humano surge de un fondo que no produce él mismo, sino que más bien, lo produce a él. Sin embargo, cuando la modernidad repudia estos dos orígenes, el natural y el divino, vacía por completo de contenido el proyecto humano, pues para el hombre moderno, el proyecto que él mismo traza es su propio contenido. En lugar de ser el hombre quien recibe normas de una autoridad superior, es él mismo el que decide de dónde las recibirá, matando a Dios y creando sus propios «valores». La elección se convierte en «o Él o yo», de modo que ese tipo de humanismo se convierte en realidad en ateísmo.

La modernidad, afirma Brague, pretende así empezar desde cero y olvidar todo lo anterior. Es el fracaso del ateísmo porque no puede dotar de sentido a la autonomía del hombre moderno, ni ahora ni en el futuro, porque no sabe asegurar el progreso o la exitosa consecución del proyecto moderno.

El fracaso del ateísmo

Según Brague, el ateísmo ha fracasado porque a pesar de que en la Europa de la Cristiandad la asistencia a los oficios ha caído en picado, no ocurre lo mismo con el Islam, el hinduísmo o el budismo birmano. De modo que, observando la realidad actual, Nietzsche se equivocó cuando anunciaba en el siglo XIX «la muerte de Dios«. Y con su habitual ironía, Brague dice:

«Porque su siglo (el de Nietzsche), el XIX, fue extraordinariamente fecundo en nuevos dioses. Vio el nacimiento del bahaísmo y del mormonismo, sin olvidad la religión de la Humanidad de Auguste Compte. Antes de él e incluso después, podemos observar el surgimiento de divinidades por lo demás inquietantes, especialmente porque rara vez se presentan como tales: la Nación, el Progreso, la Historia, la Clase o la RazaVivimos como si hubiésemos acuñado la religión de la Humanidad de Compte, y poniendo sus pequeñas monedas en un pedestal tan alto que funcionan como dioses, a los que llamamos valores. Para identificar a esos dioses existe un criterio muy cómodo: ¿de qué tenemos derecho a reirnos? Porque las cosas de la religión se reconocen en ser fundamentalmente serias. Podemos burlarnos de casi todo, e incluso hay gente que convierten esa burla (casi) universal en su profesión. Pero, ¿quién osaría reírse, por ejemplo, de los ‘derechos humanos'».

Brague dice que las virtudes que antes eran referencia necesaria porque provenían de Dios, han sido sustituidas por «valores» de origen humano como nuevos «dioses». Y la idolatría de dioses nuevos como la Nación, el Progreso, la Historia, la Clase o la Raza, han exigido el sacrificio de millones de vidas humanas como es el caso de ideologías ateas o seculares como el comunismo y el nacionalsocialismo, este último fundamentando su razón de ser en una biología darwiniana.

Sobre el ateísmo moderno y, con él, el proyecto moderno en general, Brague dice:

El ateísmo «es perfectamente capaz de producir bienes, materiales, culturales y morales, y de ofrecérselos al hombre; para esto no tiene necesidad de nada más que los recursos que encuentra en sí mismo. En cambio, parece incapaz de explicar por qué es un bien que haya hombres para gozar de los bienes que él pone a su disposición«.

Es decir, el ateísmo es incapaz de explicar por qué es bueno que el hombre exista, y al emancipar al hombre de cualquier tutela o autoridad superior, lo incapacita para juzgar su propio valor como tal. Porque el ser humano necesita de un elemento exterior que le dé sentido a su propio valor como tal. En esto no puede ser juez y parte. Y sin embargo, es ese elemento exterior, Dios, el que precisamente la modernidad ha querido destruir, destruyendo así el valor del propio humano al que el ateísmo pretendía emancipar. Según Brague, esa es la «enfermedad mortal» de nuestro tiempo. El ateísmo nos ha quitado la tutela divina, pero ¿qué nos ofrece en su lugar, ¿la muerte y nada más?

El proyecto moderno afirma que el hombre no debe escuchar a ningún ser divino por encima de él. Defiende la auto-determinación del hombre. Para Brague, sin embargo, cuando oye decir «liberación sexual«, propia de los años sesenta del siglo XX, no puede evitar pensar en la «liberación» de la energía nuclear y en sus consecuencias, sean positivas o negativas.

Brague compara la libertad que se defiende en la sociedad actual como un «taxi libre». Y, ¿cómo es un taxi libre que no lleva pasaje alguno? Pues algo que da vueltas, que no va a ningún sitio determinado ni a una meta concreta, que está vacío y que puede ser asaltado por cualquiera o por cualquier cosa: las pasiones, los intereses, la costumbre, la propaganda o la publicidad. Es así como se entiende por muchos de nuestros contemporáneros la libertad. Muchos no saben exactamente por dónde van. Sin embargo, el concepto de ‘libertad‘ bíblico es complejo porque se toma la libertad en serio. No significa «hacer lo que me plazca«, sino usar las facultades mentales para distinguir entre lo correcto y lo incorrecto además de ofrecer esperanza. En realidad una libertad sin dirección hacia el bien no puede ser el fundamento de valor alguno.

En la sociedad democrática prima lo presente; el pasado del cual se podría enriquecer ya no importa ni se tiene en cuenta. Hay una gran inflación de conocimiento histórico. Tampoco importa el futuro, pues ha renunciado al género literario de la utopía. Dice Brague que nuestra relación con el pasado y con el futuro es como la que decía Agustín de Hipona sobre la verdad: «aman la verdad cuando billa e ilumina; la odian cuando les gira la espalda, los acusa y reprende«. Pero para que haya una democracia fuerte es necesaria una metafísica fuerte que asegure el futuro de la humanidad. Porque el problema del hombre en la modernidad es si puede querer sobrevivir sin una estancia superior que lo afirme y lo dote de legitimidad. Como dice Brague:

«El hombre es un ser anclado en el cielo; es en lo alto donde hay que buscar lo que nos salva del naufragio«.

En sus propias palabras

«Lo que prentendo es salvaguardar las virtudes, ideas o verdades que nuestro proyecto moderno ha vuelto locas recuperando la forma premoderna de estas cosas buenas. Lo que me lleva a tomar este empeño no es el gusto por el pasado del anticuario, y mucho menos una mentalidad nolstágica o reaccionaria. Dejemos que los muertos entierren a sus muertos. No preparo este necesario retorno por una cuestión de nolstalgia por el pasado, sino todo lo contrario, lo hago porque sospecho que la forma premoderna de esta ideas puede demostrarse más estable que su perversión moderna, y por tanto, más cargada de futuro, más capaz de alimentar nuestra esperanza«.

– «¿Atenas y Jerusalén? Política, filosofía y religión desde 1945», pág. 378, Tecnos.

«La corrección política es la negación de la Historia; es el intento de juzgar lo que ocurrió en el pasado a partir de nuestros criterios contemporáneos. Es caer en lo que los historiadores llaman anacronismo, porque no podemos apreciar lo que ocurrió en los siglos precedentes desde nuestra visión actual del mundo. Además, como esto no es fácil, hay una estrategia más sencilla: consiste, simplemente, en ignorar el pasado, en hacer como si jamás hubiera existido. Encuentro que esta manera de proceder es una gran estupidez; querer ignorar es la peor actitud que uno puede adoptar. Para un académico como yo, es un pecado mortal

«Yo estoy ya jubilado, pero sí me dicen que en la universidad se ha abandonado el examen del pasado y de la historia para distinguir lo verdadero de lo falso, lo bueno de lo malo o lo bello de lo feo. Se contentan con preguntarse si en el pasado ciertas actitudes o comportamientos son conformes con lo que consideramos… no, con lo que ciertos grupos de presión, ciertas minorías de activistas, consideran que debe ser dicho y hecho

«Si se rechazan las preguntas sobre lo verdadero, lo bueno o lo bello, llegamos a un colapso de la cultura, porque la cultura consiste precisamente en plantear estas dudas. Si se rechazan, el resultado es una especie de barbarie

«No sé si este intento de acabar con la fuente de nuestra cultura es algo consciente. Creo -y puede que esté siendo ingenuo- que muchos de los que se suman a este movimiento no saben realmente lo que hacen. Se contentan con seguir a los que gritan más fuerte, y ya lo dice la sabiduría popular: 10.000 personas que callan hacen menos ruido que diez que chillan. Me da la impresión que dominan la cobardía y la pereza, el deseo de aullar con la manada

«Lejos de mí la idea de convertir la Edad Media en una suerte de paraíso cronológico, pero sería bueno tener una visión más equilibrada de este periodo. En la Edad Media, la gente era tan tonta y malvada como hoy en día -no olvidemos que el mayor asesino de la Historia fue, sin duda, Tamerlán-, pero el reconocimiento de aquellos horrores no puede evitarnos encontrar en el pensamiento medieval cosas buenas que nos puedan ayudar...

«Estoy escribiendo un libro sobre la humildad, que es una virtud típicamente medieval, porque fue en aquel momento cuando muchos autores de diversas religiones escribieron que la humildad es la primera de las virtudes. Más exactamente, es la virtud que hace posibles todas las demás, porque el hombre humilde es aquel que entiende que es él quien debe obrar...

«Muchos imbéciles dicen a menudo que el cristianismo es pesimista; yo creo que, sencillamente, es lúcido: ve las cosas como son, sin hacerse ilusiones. Será pesimismo, si quieres, pero al mismo tiempo hay esperanza: la esperanza de la salvación de Cristo. A mi modo de ver, es una visión de la vida humana mucho más interesante, aunque sea algo trágica. Creo que el gran peligro para los cristianos hoy es transformarse en una ONG, que se encargue de que todo el mundo sea bueno… pero que en el fondo esté diciendo que ya lo es».

– Entrevista en La Iberia, 10 junio 2022.

Esteban López

5 comentarios sobre “Rémi Brague, el fracaso de la modernidad

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  1. El artículo es magnífico. Gracias infinitas… siempre por dejarnos leer lo que siente tu alma y tu corazón inquieto por una vida mejor. Gracias escritor que plasmas tus letras en donde florecen las verdades de la historia, de la vida, de la cultura, de las artes, de la filosofía, de la religión, de la política… y de toda esa bella reflexión que acompaña tu existencia en la esperanza, lo bello, lo bondadoso, lo recto, lo verdadero, lo espiritual, lo humano… y que conocemos a través de tus brillantes escritos en el extraordinario blog Pensamiento y cultura estebanlopezgonzalez.com, que con toda su luz que a todos nos alcanza, nos edifica en todos los sentidos. Que no se acabe tu tinta! Bendito seas. Obrigada. Dios contigo, siempre… amén. 🤲☀️❤️

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