Jürgen Habermas, razón y comunicación

Habermas3Jürgen Habermas nace en Düsseldorf, Alemania, el 18 de junio de 1929. Es considerado el representante más sobresaliente de la segunda generación de filósofos de la Escuela de Fráncfort. Profesor en las universidades de Fráncfort, Princeton y Berkeley, fue director del Instituto Max Planck de Starnberg. Ha sido distinguido con el premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales.

Algunas de sus obras son: Fragmentos filosófico-teológicos. De la impresión sensible a la expresión simbólica (1999), Aclaraciones a la ética del discurso (2000), Israel o Atenas. Ensayos sobre religión, teología y racionalidad (2001), Tiempo de transiciones (2004), Verdad y justificación, Más allá del Estado nacional , Facticidad y validez. Sobre el derecho y el Estado democrático de derecho en términos de teoría del discurso , Conciencia moral y acción comunicativa (2008), El Occidente escindido. Pequeños escritos políticos X, ¡Ay, Europa! Pequeños escritos políticos XI (2009) y, con Hilary Putnam Normas y valores (2008).

Desarrolla su obra Teoría de la acción comunicativa alejándose progresivamente de los presupuestos marxistas de la Escuela de Fráncfort y en la que elabora su teoría crítica de la acción y la sociedad. A partir de la comunicación y argumentación de la comunidad humana, Habermas intenta desarrollar normas que tengan validez en una democracia.

En los sistemas autoritarios y totalitarios la comunicación se distorsiona por la violencia. Pero solo la razón puede ser el principio de una comunicación exenta de violencia. Frente a todo «diálogo reprimido«, Habermas aboga por la conversación, la comprensión sin coacción y la decisión racional, es decir, un discurso libre de dominación. Una razón comunicativa y orientada al entendimiento puede propiciar por la vía argumentativa un consenso social unificador, básico para asegurar la convivencia democrática.

Suele ocurrir que dentro de algunas instituciones el discurso es de dominación, no de diálogo abierto franco, sino reprimido. ¿No debería ser posible que existiera más conversación y comprensión sin coacción? Sobre este asunto, el teólogo católico  Hans Küng escribe:

«Semejante comunicación racional y exenta de violencia, ¿no es también importante para el funcionamiento de una comunidad de fe si se desea solucionar los conflictos en la iglesia sin coacción y se aspira a alcanzar el consenso por medio de argumentos racionales? Durante estos años la religión, que para la Escuela de Fráncfort carecía de relevancia social, adquiere más y más importancia para Habermas: en concreto, de cara a una ilustración sobre nosotros mismos en lo atingente a las condiciones que hacen la vida más digna del ser humano y abren una puerta a la esperanza en vez de al desconsuelo. Y a la inversa, ¿está la religión y, en especial, la iglesia católica-romana abierta, también en cuestiones relativas a la verdad de la fe al llamamiento de Habermas a la conversación interpersonal guiada por la razón, al discurso libre de dominación?»

-Hans Küng, Verdad controvertida, Memorias, Trotta 2009.

Algo de su pensamiento

Tras los planteamientos marxistas de la Escuela de Fráncfort, Habermas va desarrollando progresivamente un interés mayor por el papel de la religión en la sociedad, como una influencia que facilita las condiciones que hacen la vida más digna para ser humano y abren una puerta a la esperanza en vez de al desconsuelo, un papel al fin y al cabo que la filosofía nunca podrá llevar a cabo:

«La cuestión relativa a la salvación de los que sufren injustamente es quizá el motor más importante que mantiene activo el discurso sobre Dios«. – Jürgen Habermas, «Israel o Atenas», 89, Trotta 2001.

Si hay algo que no nos deja en paz es la irreversibilidad del dolor pasado y de la injusticia sufrida por los inocentes maltratados, humillados y asesinados, una injusticia que, por pasada, queda más allá de las medidas de toda posible reparación que pudiera estar en manos del hombre. La pérdida de la esperanza en la resurrección no hace sino dejar tras de sí un vacío bien tangible».

«Mientras el lenguaje religioso sea portador de contenidos semánticos que resultan irrenunciables, pero que se sustraen (¿por el momento?) a la capacidad del lenguaje filosófico y que aguardan aun a ser traducidos al medio de la argumentación racional, la filosofía, incluso en su forma postmetafísica, no podrá ni sustituir ni eliminar la religión».

«No creo que como europeos podamos entender seriamente conceptos como el de moralidad y eticidad, persona e individualidad, libertad y emancipación… sin apropiarnos la sustancia de la idea de historia de la salvación de procedencia judeocristiana. Otros encontrarán desde otras tradiciones el camino hacia la plétora del significado pleno de esos conceptos que estructuran nuestra autocomprensión. Pero sin la mediación socializadora y sin la transformación filosófica de alguna de las grandes religiones universales, puede que algún día ese potencial semántico se nos tornara inaccesible«.

– Jürgen Habermas, Pensamiento postmetafísico, Taurus, Madrid 1990.

«La filosofía, aun después de haber asumido los impulsos utópicos de la tradición judeocristiana, se ha mostrado incapaz (¿o de dominar?) por medio del consuelo y la esperanza el sinsentido fáctico de la contingencia de la muerte, del sufrimiento individual y de la pérdida privada de la felicidad y, en general, la negatividad de los riesgos que acechan a la existencia individual, con el mismo buen suceso con que lo hizo la esperanza religiosa de la salvación».

– Jürgen Habermas, Perfiles filosóficos-políticos, 33. Cita de José María Mardones en Síntomas de un retorno, Sal Terrae, 99.

Y sobre la aportación del cristianismo a Occidente, Habermas escribe:

«La pregunta por el sentido de la vida no carece de sentido… El cristianismo representa para la autocomprensión normativa de la Modernidad no solo una forma precursora o un catalizador. El universalismo igualitario, de donde proceden las ideas de libertad y convivencia solidaria, así como las de forma de vida autónoma y emancipación moral de la conciencia individual, derechos humanos y democracia, es directamente una herencia de la ética judía de la justicia y de la ética cristiana del amor. Inalterada en su sustancia esta herencia ha sido asimilada una y otra vez de manera crítica e interpretada de nuevo. Cualquier otra cosa sería palabrería posmoderna. Pienso que, en cuanto a europeos, no podemos comprender seriamente conceptos como moralidad, honestidad, persona e individualidad, libertad y emancipación (…) sin asimilar la sustancia del pensamiento histórico-salvífico de origen judío-cristiano».

– Jürgen Habermas,  Israel o Atenas. Ensayos sobre religión, teología y racionalidad, Trotta, Madrid, 2001, pág.185.

«Para la filosofía, hay indicios empíricos de que la religión se ha mantenido como una manifestación contemporánea del espíritu. Además, la filosofía encuentra también razones internas para eso, razones en su propia historia. El largo proceso de traducir contenidos esenciales y religiosos al lenguaje de la filosofía empezó en la Antigüedad tardía. Nos basta pensar en conceptos como persona e individualidad, libertad y justicia, solidaridad y comunidad, emancipación, historia y crisis… La labor conceptual de los escritores y pensadores con preocupaciones religiosas, como el joven Bloch, Benjamin, Levinas o Derrida, habla a favor de la productividad continua de tal esfuerzo filosófico. Y sugiere un cambio de actitud a favor de una relación dialógica, abierta al aprendizaje, con toda tradición religiosa y de una reflexión sobre la posición del pensamiento posmetafísico entre las ciencias y la religión».

– Jürgen Habermas, Mundo de la vida, política y religión, pág. 94, Trotta 2015.

«La filosofía no puede sustituir al consuelo con el que la religión puede ayudar a soportar el dolor inevitable y la injusticia no reparada, las contingencias que representan la penuria, la soledad, la enfermedad y la muerte, arrojando sobre todo ello una luz distinta. Ciertamente, la filosofía puede seguir explicando todavía hoy el punto de vista moral desde el que imparcialmente juzgamos algo como justo o injusto… Pero cosa distinta es encontrar una respuesta motivante a la cuestión de por qué hemos de atenernos a nuestras convicciones morales, por qué hemos de ser morales. En este aspecto podría quizá decirse que es vano querer salvar un sentido incondicional sin Dios».

– Jürgen Habermas, «Israel o Atenas. Ensayos sobre religión, teología y racionalidad, págs. 149-150, Trotta 2001.

«Un cristianismo helenizado se ha dejado distanciar tanto de su propio origen en el espíritu de Israel, que la teología se ha vuelto insensible frente al grito del sufrimiento y frente a la exigencia de justicia universal… Metz no se cansa de reclamar para el cristianismo la herencia de Israel. ‘Jesús no fue cristiano, sino judío’. Con esta provocativa fórmula planta cara, sobre todo, a la apatía de una teología que parece que no se ve afectada por Auschwitz«.

– Jürgen Habermas, «Israel o Atenas. Ensayos sobre religión, teología y racionalidad, págs. 184, 185, Trotta 2001.

Esteban López

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