El nihilismo

Nietzsche2Nihilismo,

Nihilismo, (Del lat. nihil, nada, e -ismo).

1. Negación de todo principio religioso, político y social.

2. Fil. Negación de toda creencia.

Diccionario de la Real Academia Española

«El nihilismo que se difunde después de la Primera Guerra Mundial asimila la supuesta radical falta de sentido del hombre y de la historia. El nihilismo puede desembocar en el totalitarismo: si la vida del hombre no tiene sentido, la voluntad humana debe proporcionar arbitrariamente un sentido a la vida y a la historia. Si no existe un orden moral objetivo, hay que crear una moral subjetiva fuerte, que a través de la voluntad de poder llene de sentido un mundo sin significado. En el ámbito político europeo la crisis del liberalismo y la debilidad de las democracias parlamentarias hicieron que apareciese como algo apetecible la voluntad de poder del fascismo, la afirmación ciega de valores irracionales del nacional-socialismo, o la planificación estatista de Stalin.

El nihilismo puede conducir también a lo que hoy llamamos ‘pensiero debole’ (pensamiento débil – Gianni Vattimo): no afirmar ninguna verdad absoluta, tolerar, tratar de convivir con lo poco de felicidad que esta vida sin sentido puede proveer. Los hombres deben aceptar la falta de sentido de la historia, asimilar la propia finitud, convivir con lo absurdo de la vida cotidiana… Si nada tiene sentido, es inútil establecer objetivamente el bien y el mal, prohibir o permitir.

“Un pensador clave para entender… el nihilismo es Federico Nietzsche. El nihilismo nietzscheano es uno de los elementos más presentes… en las vastas masas contemporáneas cerradas a la trascendencia. Este nihilismo influirá en algunas corrientes filosóficas. Entre éstas reviste particular importancia el existencialismo de Heidegger y de Sartre. El primero constata la limitación del hombre, considerado un “ser para la muerte”; el francés sostiene que la existencia humana es un absurdo: el hombre es libertad, pero una libertad nunca satisfecha. Con su voluntad le gustaría ser Dios, pero se da cuenta de que no llegará a serlo nunca. El hombre está condenado a su libertad, es una pasión inútil. Los dos filósofos se inspiran en una lectura secularizada de Sören Kierkegaard. Esta lectura era sin lugar a dudas reductiva: se conservaban algunos conceptos como la angustia y la desesperación de la existencia humana sin incluir el remedio que Kierkegaard proponía para superarlas: la fe.

James-Joyce

«Paralelamente, en la primera mitad del siglo XX hay muchas manifestaciones literarias del nihilismo: Samuel Bekett, Eugene Ionesco; James Joyce, Albert Camus pintan una existencia desarraigada, perdida en una vida de valores sin referencia.

«El arte del siglo XX participa plenamente de la atmósfera de la crisis generalizada. Tanto en pintura como en música podemos observar una crítica radical de la racionalización propia del positivismo decimonónico… El fauvismo, el dadaísmo, el cubismo, el surrealismo no solo niegan la racionalidad positivista sino el mismo sentido común. De ahí que se conviertan en expresiones artísticas elitistas, no entendidas por la masa del pueblo.

«El nihilismo nietzscheano son algunos de los ingredientes del cocktail cultural de los años 60… crisis causada por una concepción antropológica cerrada a la trascendencia. Muchos intelectuales de esos años, que se encuentran detrás de las protestas universitarias del 68, llevan todavía más allá las consecuencias de la afirmación de la autonomía absoluta del hombre. La moral nietzscheana del hombre como árbitro de los valores tomará diversas manifestaciones en el ámbito de las llamadas revoluciones culturales de los años sesenta. La ideología de fondo de esos movimientos anticulturales era difusa. Se podría hablar de anarquía, que literalmente significa ausencia de poder… no hay límites… «hagamos el amor y no la guerra,» «Sexo, drogas y rock and roll».

«El feminismo, que partiendo de reivindicaciones justas, como fueron en los comienzos del siglo XX el derecho de las mujeres al voto y a la instrucción secundaria, llega sin embargo a una posición extrema, sosteniendo una libertad equívoca de la mujer, no de igualdad con el hombre sino de ruptura con lo que alguien llamó «cadena natural»: la maternidad. Este feminismo radical atacaba los valores constitutivos de la familia, como el carácter sagrado de la vida con el aborto, y la fidelidad en el matrimonio con el divorcio. Es fácil constatar que en la base de las revoluciones culturales de los años 60 y 70 hubo mucha influencia de Nietzsche y del «superhombre»: un hombre libre de vínculos, que declara lo que es justo y lo que no lo es, que se alza a un nivel que le corresponde solo a Dios.

«Pero además del influjo del nihilismo nietzscheano hay que señalar la presencia de Freud y la Escuela de Frankfurt. La psicología freudiana presentaba una antropología reductiva: los hombres están determinados no por la razón sino por el inconsciente, que tiene una fuerza propulsiva, identificada con la libido o impulso sexual. Todo el obrar humano se puede explicar a partir de las tendencias sexuales, reprimidas por las instituciones sociales y las tradiciones. Algunos intelectuales alemanes de formación marxista, como Reich y otros que pertenecen a la Escuela de Frankfurt -Marcuse, Fromm- aplican las categorías críticas de Marx a las relaciones sexuales, leídas en clave freudiana. La relación entre el varón y la mujer tomaría la forma de una represión sexual, un motivo más para la lucha de clase entre el proletariado y el capitalismo. La relación actividad sexual-procreación desaparece, y se considera que la finalidad última del sexo es el placer. De este modo se pueden justificar las relaciones homosexuales, el aborto y la infidelidad. Se legitima la sociedad permisiva contemporánea, manifestación de la afirmación de la autonomía absoluta del hombre. Autonomía absoluta que degenera en una cultura de la muerte: los millones de víctimas de la sociedad permisiva y edonista -niños no nacidos, ancianos muertos con la eutanasia- unen las sociedades liberales occidentales a los totalitarismos más oscuros, los cuales también cuentan en su haber con millones de víctimas inocentes».

– Mariano Fazio, «Historia de la ideas contemporáneas», págs. 274-277, Rialp 2006.

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