En el desierto de Judá

GacelaEsta es una gacela de la tierra de Israel. Suele encontrarse en el desierto de Judá. Es una especie protegida y se la suele representar en muchos mosaicos bíblicos. La razón es que en las Escrituras se menciona muchas veces a la gacela y siempre con aprecio. Por ejemplo:

Neftalí es una gacela libre, que tiene hermosos cervatillos«. -Génesis 49:21, NVI.

Él me ayuda a correr tan rápido como una gacela y me mantiene firme aún en los lugares más altos». – 2º Samuel 22:34, PDT.

En el puerto de Jope vivía una seguidora de Jesús llamada Tabita. Su nombre griego era Dorcas, que significa «Gacela». -Hechos 9:36, TLA.

En el antiguo Israel, había un día dedicado al perdón de los pecados de todo la nación. Se llamaba el Día de Expiación. El sumo sacerdote tomaba la sangre de un macho cabrío y la derramaba en el Santísimo del templo «delante de Dios» para perdón de los pecados. Por otro lado, el ‘macho cabrío para Azazel’ del Día de Expiación anual se enviaba al desierto de Judá, después de haberlo conducido hasta sus inmediaciones desde el templo de Jerusalén. Así, de una manera simbólica, se «perdían» los pecados de Israel en el desierto (Le 16:21, 22.) En el siglo I E.C., Juan el Bautista empezó su ministerio en esta región, al N. del mar Muerto. (Mt 3:1-6.) Parece también que el Diablo tentó a Cristo Jesús en algún lugar del desierto de Judá (Mt 4:1.)

Antes de ser el rey de Israel, David tuvo que huir al desierto de Judá perseguido a muerte por Saúl. Allí compuso para Dios una de las oraciones más bellas en medio de su soledad y temor por su vida, el Salmo 63:

Dios mío, tú eres mi Dios.
Con ansias te busco
desde que amanece,
como quien busca una fuente
en el más ardiente desierto.
¡Quiero verte en tu santuario,
y contemplar tu poder y tu grandeza!
Más que vivir,
prefiero que me ames.
Te alabaré con mis labios.
¡Mientras viva te alabaré!
¡Alzaré mis manos para alabarte!
¡Con mis labios te alabaré
y daré gritos de alegría!
¡Eso me dejará más satisfecho
que la comida más deliciosa!
Me acuesto y me acuerdo de ti;
durante toda la noche
estás en mi pensamiento.
¡Tú eres quien me ayuda!
¡Soy feliz bajo tu protección!
¡A ti me entrego por completo,
porque tu gran poder es mi apoyo!”

– Salmo 63, Traducción en lenguaje actual, TLA.

El rey David de Israel era un hombre muy apreciativo en sentido espiritual. Amaba profundamente a Dios. Cuando comenzó su reinado se entristecía porque decía él, «yo vivo en un palacio pero el Arca de Dios está en una simple tienda de campaña«. Por eso lo que deseaba más que nada era construir un templo para Dios. Fue entonces cuando el profeta Natán le dijo: «Todo lo que está en tu corazón, anda, hazlo. Jehová está contigo». – 2 Samuel 7, TNM. Sin embargo, no pudo ver realizado su deseo debido a sus muchos errores y pecados, algo que llegó a pagar muy caro. El majestuoso templo de Israel sería finalmente construido por su hijo Salomón.

David procedía de la tribu de Judá. Pertenecía por tanto al linaje que conduciría finalmente a Cristo Jesús. Es interesante saber que uno de los títulos que se le da al Mesías es el de «Hijo de David«, cuyo reino no tendría fin. El Plan de Dios para bendecir a la humanidad a través de Jesucristo se ha mantenido a lo largo de toda la historia de Israel. Y es que esa promesa ya venía de antiguo, cuando a Abraham se le dijo: «Por medio de tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra«.

Se da la circunstancia de que también muchos cristianos en situación de persecución o que han sido expulsados injustamente, reconocen cuánto bien les ha hecho siempre leer los salmos en medio de su tribulación y de cómo esto les acercó todavía más a Dios.

El desierto de Judá ilustra cómo en Israel era ya posible el recogimiento espiritual, la oración y el ayuno para un mejor encuentro con Dios y con uno mismo. No era necesario acudir a formas diferentes de meditación en el Extremo Oriente. Jesús de Nazaret mostró además que era posible tener una relación personal con el Padre al procurar momentos de tranquilidad y sosiego para poder orarle:

«Pero tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cuando hayas cerrado la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Y al orar, no uséis repeticiones sin sentido, como los gentiles, porque ellos se imaginan que serán oídos por su palabrería. Por tanto, no os hagáis semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes que vosotros le pidáis«. – Mat 6:6-8, LBLA.

Esteban López

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