Robert S. Hartman, ‘¿Qué es el bien?’

Robert S. HartmanCierto día cuando era un niño, Robert encontró a su tío Alex sentado en la cama de su habitación y llorando desconsoladamente. Cuando Robert le preguntó por qué lloraba, su tío  le respondió:  ‘Tengo que ir a la guerra porque lo manda el emperador. No puedo negarme y voy a morir.’  Al oír eso, un frío terror invadió su cuerpo. Robert no podía entender cómo era posible que, como oveja al matadero, alguien muriera simplemente porque el Káiser lo exigía. Y tristemente así fue. Su tío nunca volvió de la guerra. Desapareció como tantos otros. Robert recordaría esa experiencia toda su vida.

Robert S. Hartman nació en Berlín en enero de 1910 y murió en Cuernavaca (México) en septiembre de 1973. Tuvo una vida apasionante. Fue juez de la Alemania anterior al nazismo, matemático, filósofo y profesor universitario en Estados Unidos y México. Su principal campo de estudio fue la axiología (ciencia de los valores). Profesor investigador de filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México desde 1957, y en la Universidad de Tennessee, Estados Unidos, desde 1968. En 1973 fue nominado para el Premio Nobel de la Paz. El objetivo de toda su vida fue responder a la pregunta, «¿Qué es el bien?» Aunque su obra no es tan conocida por el gran público como en medios universitarios, se la ha situado a la misma altura de grandes pensadores como Jung, Kant o Einstein. Es el creador del llamado Test de Hartman o Prueba de valores R. Hartman. 

A Robert S. Hartman le tocó vivir los años más convulsos de la Alemania de Guillermo II y la de Hitler, sintiendo muy de cerca el sufrimiento y el horror causado por el militarismo y el nacionalismo de su día. Como él mismo escribe:

«Había visto a Hitler organizar el mal… Me dije a mí mismo: ‘Si el mal puede organizarse tan eficientemente, ¿por qué no el bien? ¿Hay algún motivo para que la eficiencia sea monopolizada por las fuerzas del mal en el mundo? ¿Por qué es tan difícil organizar el bien? ¿Por qué parece que las personas buenas, a lo largo de la historia, nunca han tenido el mismo poder que las personas malas? Decidí que intentaría descubrir el porqué y que dedicaría mi vida a hacer algo al respecto«.

Robert recuerda cómo cuando era un niño la gente bailaba en las calles, desconocidos con desconocidos, antes de partir hacia en frente, ‘sintiéndose uno solo en la intoxicación de la grandeza común. Se sentían elevados hacia un ideal, el ideal de la Patria.‘ Sin embargo, él sentía de otra manera. Veía todo aquello como un tremendo absurdo abocado al más terrible y abyecto horror. Y es que el tiempo le iba a dar la razón: ochenta millones de seres humanos muertos violentamente al acabar la II Guerra Mundial.

Robert expresa su sentir en aquellos días del siguiente modo:

«Mi vida era para mí un tesoro de valor infinito. Mi muerte tendría que ser la culminación de mi vida bien aprovechada y desarrollada… Amaba la vida más y más conscientemente a medida que me hacía mayor: el olor del aire en una fresca mañana, los colores de los árboles, la belleza de las calles viejas, los sonidos de la ciudad, la grandeza solitaria de las montañas… se correspondía con un sentimiento profundo en mí de que mi vida era un regalo supremo y que la debía solo a Dios… Me daba cuenta de que, por alguna razón, la mayoría de mis compañeros de escuela y mi hermano menor, en este asunto no sentían lo mismo».

Algo de su pensamiento

Robert-S-Hartman

«El problema es que aunque se haya hecho esfuerzos, los filósofos – así como otros estudiosos y científicos de la vida – hasta ahora han fallado estrepitosamente en descubrir cómo ir cerrando la brecha que se ensancha cada día entre la naturaleza física y la naturaleza moral. Diversos filósofos, desde Platón y descendiendo a través de los tiempos, han tratado de establecer una ciencia de la moral, una ciencia del valor… pero estos esfuerzos bien puede decirse que han sido los más frustrantes en toda la historia de la filosofía. 

«Hay un pasaje famoso en La República de Platón en el que Glaucón dice a Sócrates: ‘Venga, viejo, has hablado sobre este problema suficientemente – danos la solución’. A lo que Sócrates responde: «Mi querido amigo Glaucón, la solución no pertenece a este diálogo. Para esto debemos tener otro diálogo. No puedo decirte lo que es el bien, solo puedo decirte cómo es: Es como el Sol que irradia todo, que hace a todo fértil y lleva a todo hacía adelante». Y Glaucón como respuesta insinúa que ésta es una respuesta pobre. Nosotros, los estudiantes de filosofía de Northwestern, también pensábamos que era una respuesta pobre, y buscamos en ese otro diálogo en el que Platón da la respuesta, pero nunca fue escrito. No existe. Así que fuimos a Aristóteles. Aristóteles, en su Ética, dice que hay muchas cosas buenas y que tal vez tengan o no algo en común, que es el bien. En cualquier caso, es un problema que no pertenece a este tratado en particular, así que estamos otra vez atascados. Aunque cueste de creer, si se revisa por entero la filosofía, en ningún lugar se encuentra la solución al problema de qué es el bien en general».

«Dios es valorado… intrínsicamente por una persona que hace de Él su problema o su camino hacia la salvación personal. Dios es el valor supremo, el valor de los valores, no es imaginable nada más valioso».

«Si no eres consciente de tu Ser solo vives un poco, y este es un peligro siempre presente en la sociedad socialmente bien organizada… Tal vez seas un personaje importante, tal vez seas adinerado, tal vez seas el mejor en tu profesión, tal vez seas el hombre más poderoso del Estado, pero si no tienes esa consciencia del Ser, esta vida despierta interna, no eres nada, no tienes vida. No has realizado tu Ser. Aunque puede que no lo sepas, tienes lo que Sören Kierkegaard, el gran filósofo danés, denomina la Enfermedad Mortal: estar vivo para el mundo pero muerto para el espíritu».

«Los alumnos me preguntan qué es exactamente ‘solo ser’. Les digo … ‘Mirad vuestro Ser interno, vuestro Ser humilde, es lo que hace que os laman los perros, eso es todo’. A lo que me refiero es que con nuestro Ser interno descendemos a lo más profundo de las raíces de la creación. Tenemos unidad con las cosas vivas. Así que los perros … vienen y te lamen. Otra señal de este Ser es la reacción de los niños. Mi mujer casi no puede entrar en una habitación con niños sin que se les suban todos por encima (conmigo los niños son más reservados, pero los perros me lamen sin contemplaciones). En la escuela todos habéis conocido algunos profesores con los que la clase entera era ruidosa y otros con los que la clase entera era tan silenciosa que podías oír caer un alfiler. Los niños perciben la Personalidad, respetan a una persona que se respeta a sí misma». 

«A menos que sientas que eres importante, nada puede ser importante para ti. Debes de hacerte digno de ti mismo para ser digno de tus prójimos y de Dios. Si no te tomas en serio a ti mismo, si te tomas como un accidente que mejor no hubiera sucedido, entonces estás perdido, no puedes realizar el sentido de tu vida».

«Cuando alguien le reprochaba a Abraham Lincoln ‘¿por qué eres tan amable con tus enemigos? ¿Por qué no los aniquilas?, Lincoln respondía: ‘¿Es que no aniquilo a mis enemigos haciéndolos mis amigos?'»

«En el vuelo del Enola Gay a Hiroshima, el piloto escribió en su diario la velocidad del viento, el clima y todo lo demás: en este minuto exacto la bomba fue lanzada, ángulo tal, clima tal, etcétera, todos los detalles mecánicos, aerodinámicos y meteorológicos del vuelo. Pero al final de estas entradas en el libro de registro están estas palabras: ‘Dios mío, ¿qué hemos hecho?’ … esas últimas palabras son una valoración moral, entran en el campo del valor intrínseco. El piloto al mando del vuelo a Hiroshima, por cierto, adquirió tal complejo de culpa que más tarde no pudo mantener su puesto en la sociedad y tuvo que recibir atención psiquiátrica«.

«Un capellán de las Fuerzas Armadas Aéreas de los Estados Unidos en Tinian, en las Islas Marinas, bendijo la primera misión que portaba la bomba atómica hacia Hiroshima. ‘Avancemos confiando en Ti -rezó-, sabiendo que estamos a tu cuidado ahora y para siempre’. La misión, como ya se sabe, causó la muerte horrible de cien mil seres humanos».

Robert S. Hartman2«A lo largo de la historia, por desgracia, guerras, inquisiciones religiosas e instituciones tan inhumanas como la esclavitud han sido justificadas en el nombre de Dios. Mi padre hizo algo que él creyó que era un acto espiritual cuando marchó gloriosamente hacia la guerra en 1914. Tratando de satisfacer nuestra hambre espiritual de formas extrañas encontraremos problemas a menos que nuestro esquema de valores sea claro en nuestro interior. El peligro es que si nos volcamos en demasía en una cosa o en una idea, tendemos a minusvalorar a la persona humana. Es la persona la que tiene el valor más elevado, porque solo la persona tiene un valor infinito«.

«El peligro surge, en mi opinión, del crecimiento de la grandeza organizativa. La vida de la Organización tiende a volverse más importante que la del individuo«.

«Creo que no ha sido enfatizado con suficiente intensidad que lo que es del César es una mera construcción de la mente humana -el Estado- y que lo que es de Dios es nuestra propia vida. Hemos olvidado de dónde provenimosHemos llegado al punto de considerar una construcción mental -algo sistémico- como algo más importante que la vida misma. A esto se debe que hombres buenos puedan hacer el mal sin saber que hacen el mal. Así era en Roma, y así es hoy en día… Los cristianos primitivos, sin embargo, conocían el mal cuando lo veían. Entendían con claridad que el mal podría surgir y dominar al Estado. La comunidad cristiana rehuía por lo general la guerra en forma silenciosa. Los Padres de la Iglesia -Orígenes, Tertuliano, Cipriano, Lactancio- hicieron las más enfáticas declaraciones en contra de la participación militar».

«Así como nuestra tradición hebrea nos dio el Evangelio del valor intrínseco del ser humano, nuestra tradición griega nos dio la filosofía del valor intelectual del hombre. Casi podemos considerar nuestra historia espiritual como una lucha entre Jesús y Aristóteles. Fue Aristóteles quien, trescientos años antes de Cristo, encauzó al pensamiento humano hacia la peligrosa corriente en que el amor cristiano iba a ahogarse -la excesiva valoración de los sistemas o patrones de pensamiento y la infravaloración de la vida humana… Ahí está el problema… El error de no reconocer la singularidad de cada vida humana ha entorpecido el desarrollo de la ética humana y de la ciencia del valor… Este oscurantismo moral, tuvo como consecuencia errónea que el hombre valorase su pensamiento por encima de su propia vida».  

Hartman2«Lo que se hizo antes para la gloria del Rey se hace ahora para la gloria del Pueblo -para la Libertad y la Hermandad. Estos ideales humanos se unen a otros, incluyendo el ideal del amor cristiano, que en varios momentos han sido utilizados para justificar asesinatos, masacres y guerras… El Estado-nación de hoy es una reliquia feudal, aunque montada en las alas de un avión a reacción… La política de la soberanía es un gran teatro, y los gobernantes de hoy, como los reyes de ayer, son actores que convierten al mundo en su escenario mientras juegan a ser dioses… El concepto de soberanía divina asignada al rey fue un timo, y no es un timo de menor tamaño cuando la soberanía divina es asignada al sucesor legal del rey: el pueblo o la nación».

«No son la sociedades civiles las que se amenazan unas a otras con aniquilación, sino los sistemas militares que, así mismo, amenazan las existencias de sociedades civiles. En vez de garantizar la paz, estas estructuras militares la amenazan -sí, amenazan la vida… Hablamos de muerte en cantidades ingentes, de millones de cadáveres como si fueran términos técnicos. Llamar de anti-cristiana a esta escala de valores es un eufemismo: es diabólica. Va más allá de Cristo y del Anticristo, trasciende toda categoría bíblica. Es más, es estúpida en lo más profundo».

«Nuestra sociedad, tanto en el Este como en el Oeste, es de un profundo materialismo, opuesta por completo a lo espiritual. ‘Espiritual’ es una palabra que hoy en día se evita en muchos círculos y, excepto en domingo, no es considerada muy ‘adecuada’. Siento que la realidad del espíritu tendrá que ser establecida por hombres valientes que tendrán que arriesgar su prestigio -y tal vez sus vidas- para demostrar a la humanidad que sí hay una realidad superior… Me molesta en extremo que, demasiado a menudo en la actualidad, el servicio religioso en la Iglesia es más un evento social que una experiencia espiritual. Jesús queda relegado al papel de un personaje histórico casi legendario. No vive con nosotros, volvemos la espalda a lo que dice».

«Olvidamos que no nos volvemos cristianos por el mero hecho de ser miembro de la Iglesia o asistir a ella. El cristianismo no es una cuestión colectiva, sino individual«.

«Los valores humanos son infinitamente más importantes que los valores sociales o materiales. Y, por consiguiente más importantes que cualquier esfuerzo político o tecnológico para cambiar el mundo. Como dice Larisa a su mejor amiga en Dr. Zhivago (1957), de Boris Pasternak:

«El enigma de la vida, el enigma de la muerte, el encanto del genio, el encanto de la belleza sin adornos – sí, estas cosas eran nuestras. Pero las pequeñas preocupaciones de la vida -cosas como la reorganización del planeta – estas cosas, no gracias, no son para nosotros».

  • Bibliografía: «Libertad para vivir. La historia de Robert S. Hartman«, La liebre de marzo, 2015.

Esteban López

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