Dónde depositar nuestra confianza

confianza

Los seres humanos tenemos que aprender dónde depositar nuestra confianza, porque existe el riesgo de elegir caminos que en lugar de llevar a la felicidad, conduzcan a una profunda decepción o que al final se advierta que se ha seguido a un mito en lugar de a la verdad. Por ejemplo, hay personas que reconocen haberse enamorado alguna vez de alguien que en el fondo habían deificado, que habían llegado a tener una percepción extremadamente romántica, para descubrir finalmente que aquella persona nada tenía que ver con lo que era en realidad.

Lo mismo sucede con la información, publicidad o propaganda a la que todos, día a día, estamos expuestos a través de los medios de comunicación. Una actitud prudente sería poder comprender la importancia de analizar, contrastar y reflexionar constantemente sobre lo que se recibe, no sea que en realidad se trate de simple manipulación que pueda llegar incluso a lesionar nuestra integridad física o psíquica.

En la vida no hay mejor maestra que la experiencia. De hecho, en muchos aspectos uno aprende a ‘base de palos’. También se suele decir que ‘nadie aprende por la experiencia ajena‘. Sin embargo, hay aspectos que si se conocen o se tienen en cuenta podrían ayudar como reflexión, pero quizá también como prevención.

Berlin arde

La historia está llena de episodios y experiencias que son una verdadera lección. Por ejemplo, la foto de la izquierda data de abril de 1945. Está tomada en Berlín, y tanto la ciudad como el edificio del Reichstag están ardiendo en llamas. El imperio nazi, que había de durar mil años, ya no existe. Mientras, el pueblo alemán y casi medio mundo se sume en la amargura y la tristeza. Millones de alemanes habían confiado en una ideología perversa que solo les trajo horror y calamidad. Habían cifrado su confianza en un mito: una Alemania de raza aria y dominadora del mundo. Y es que la historia muestra que todo totalitarismo y nacionalismo, haya sido del color que haya sido, ha estado siempre en posesión de sus propios mitos, mitos que casi siempre han significado un terrible sufrimiento para la humanidad. Como escribió John F. Kennedy (1918-1963), «El gran enemigo de la verdad muy a menudo no es la mentira­ deliberada, bien tramada y deshonesta, sino que es el mito ­persistente, persuasivo e irreal».

Confiar en la política de un modo absoluto, en lugar de verla como un simple medio para la convivencia, tiene también sus riesgos. Como lo expresó el escritor y poeta Octavio Paz:

El siglo XX ha sido el siglo de las ilusiones, pero también ha sido el siglo de las ilusiones perdidas. Las ideologías políticas del siglo XX han creado esquemas más o menos geométricos en los cuales han querido encerrar a la realidad, pero la realidad se ha vengado cruelmente. Es la historia de la Unión Soviética, la historia de China, países llamados indebidamente “socialistas.” En consecuencia no hay que esperar demasiado de la política…

Octavio Paz3

Me atrevo a desear que los españoles introduzcan un poco de escepticismo y de distancia en su pasión política. Que sepan que la política es el arte de convivir y no el arte de cambiar al hombre. La política no es una religión; en consecuencia no puede salvar a los hombres. Tampoco es una filosofía y por tanto no puede dar sabiduría a los hombres. La política revolucionaria, por hablar más claro, no puede hacer de los lobos corderos. Al contrario, ha convertido a los lobos en más lobos.” – Octavio Paz, entrevista de Televisión Española para el programa A Fondo, 1977.

La confianza ciega en líderes o instituciones políticas o religiosas podría también recibir un serio mazazo si se descubriera falsedad o falta de honestidad ética. Los seres humanos somos falibles y las instituciones no son más que el producto del quehacer humano. De ahí la importancia de relativizar la percepción que se tenga de ellas.

Las posesiones materiales pueden sin duda facilitar la vida en esta existencia. Pero la experiencia muestra que también pudieran súbitamente desaparecer en caso de alguna crisis financiera, negocios fallidos, robo o debacle político social. De hecho, un gran grado de riqueza, hasta podría crear más insensibilidad al sufrimiento ajeno. Incluso la salud, la juventud y la belleza son condiciones inexorablemente temporales. Todo pasa, y lo que parece muy firme ahora, puede devaluarse súbita o progresivamente.

También las relaciones humanas, aunque las hay muy firmes y sólidas, pudieran desvanecerse debido a verdaderos o falsos malos entendidos o por la muerte súbita de algún ser querido. Y es que el suceso imprevisto nos acaece a todos.

Dónde depositar nuestra confianza

La decepción en alguno de esos campos mencionados podría llevar a la amargura de espíritu o a una profunda tristeza. Como por ejemplo a la sensación de vacío que sintió mucha gente después de setenta años de comunismo en la Unión Soviética. Al final se impone la cuestión de en realidad dónde cifrar nuestra confianza de un modo absoluto.

Es verdad que una sociedad secular, basada solo en la razón desde el advenimiento de la Ilustración, poco puede ofrecer ante tales disyuntivas. En el cristianismo sin embargo, no queda lugar para la duda: el Único que merece la confianza plena del ser humano es Dios mismo, al que Jesús de Nazaret se dirigió en repetidas ocasiones como el Padre. Sin duda esta afirmación puede resultar extraña o demodé para algunos. Pero como opción existencial, el cristianismo sigue ofreciéndose como una seria oferta de sentido para toda la humanidad. Aporta luz en el vivir diario y en la convivencia con otros, pero sobre todo dirige a Dios como fuente de toda esperanza absoluta. Afirma que todavía quedan asuntos pendientes que resarcir en el caso del sufrimiento humano y de todos los que han muerto por causa de la injusticia, y mira al futuro con plena confianza.

El teólogo Hans Küng reflexiona sobre esto:

«Intelectuales y personas en posiciones clave se han contagiado de ese ‘cinismo universal y difuso’, en un mundo en que tantos valores parecen desgastados, tantas convicciones venales, la fe en algo mejor casi perdida, la moral sustituida por la defensa de los propios intereses, será necesario, para que la humanidad pueda sobrevivir, adoptar una actitud básica alternativa, una actitud ética. ¿En qué basarla? Si tengo una confianza razonable en Dios, poseo, en mi calidad de hombre, ‘un punto arquimedeo’, un punto de apoyo fijo, desde el cual puedo al menos determinar, mover y cambiar ‘mi mundo’. Un absoluto al que puedo asirme. La libre vinculación a ese Absoluto me regala la gran libertad frente a todo lo relativo de este mundo, por muy importante, por muy poderoso que ello sea. Sólo ante ese Dios soy responsable en último término y no ante el Estado o la Iglesia, ante un partido o una empresa, ante el papa o cualquier líder. Punto de anclaje de una actitud básica alternativa ética es, pues, esa fe en Dios… Su centro es la libertad y el amor, y su ápice nueva esperanza y alegría de vivir».

– Hans Küng, «Credo«, pág. 39, Trotta, 1994.

Se comprende que las personas sin fe no acepten esa posibilidad. Pero lo que menos se comprende es que alguien afirme ser cristiano porque pertenezca a alguna denominación religiosa y no se tome eso en serio. Julián Marías lo expresa muy bien cuando escribe:

Julián Marías3

La infidelidad más grave al cristianismo es la que tiene mayor actualidad en nuestro tiempo: el olvido de la otra vida, la atenuación de la perspectiva de la muerte y la perduración de la vida personal. Para muchos hoy lo cismundano es el único horizonte. Como consecuencia de varios factores, se ha ido disipando la referencia a la perduración, la proyección hacia una vida con la cual se deja de contar… Nuestros contemporáneos prefieren lo único de que se puede tener seguridad: la nada. Acaso la escasez de amor es un factor que entibia el deseo, la necesidad de otra vida: si no se ama, ¿para qué? Otro factor es la politización que ha dominado a grandes porciones de la humanidad.

“Esta situación, la idea de que no hay más que esta vida, reduce a Dios a una mera referencia nominal en la que apenas se piensa. Aunque no se renuncie al cristianismo, se le vacía de contenido. Esta es la situación de gran número de personas que se consideran cristianas, católicas, protestantes u ortodoxas, pero en las que esa condición no es decisiva, no es lo que sirve de apoyo a sus vidas… Es increíble el grado en que se ha perdido el sentido de la palabra ‘adoración’, en que no se tiene en cuenta la posible deificación del hombre y de su vida a la luz de la Divinidad».

Tomarse a Cristo Jesús en serio no es percibirlo solo como un personaje legendario, alejado de nuestro vivir diario o como un ‘filósofo‘ más. Como él mismo indicó, es tener a Dios como referencia permanente, como luz que alumbre nuestro camino en los momentos más oscuros y como fuente de toda esperanza. El registro que aparece en los evangelios muestra que se da en la diana cuando se le tiene en cuenta, y que ‘cualquiera que tenga fe en Él, no será decepcionado’. Como muy bien lo expresa Julián Marías:

“La muerte es inevitable; el hombre desemboca en la muerte. Pero la vida no, la vida es proyecto y no hay razón para dejar de proyectar. Lo que quiere decir que la vida humana postula la perduración, postula la vida después de la muerte, y yo creo que el hombre debe seguir proyectando para después de la muerte. Se ha dicho muchas veces que el hombre no se puede llevar nada, como las riquezas o los honores. Pero sí se puede uno llevar los proyectos, lo que uno ha querido ser y no ha podido. Yo pienso en la otra vida como la realización de las trayectorias auténticas».

– Julián Marías, “La perspectiva cristiana,” Alianza Editorial, 1999.

No es nada de extrañar, que hace ya mucho tiempo, el profeta Jeremías de Israel escribiera:

«Bendito el hombre que confía en el Señor, y pone su confianza en él. Será como un árbol plantado junto al agua, que extiende sus raíces hacia la corriente; no teme que llegue el calor, y sus hojas están siempre verdes. En época de sequía no se angustia, y nunca deja de dar fruto».

– Jeremías 17:7-8, Nueva Versión Internacional (NVI)

Esteban López

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