Julián Marías (1914-2005), ensayista, conferenciante y discípulo de Ortega y Gasset fue uno de los más significativos pensadores españoles del siglo XX. Amaba la reflexión y el profundizar en mil y un temas, sobre todo en aquellos que atañen y preocupan más al espíritu humano. Su obra es ingente, tal y como muestra la gran cantidad de libros, conferencias e infinidad de artículos escritos a lo largo de su vida en distintos periódicos. En 1948, junto a Ortega y Gasset, amigo y maestro, fundó el Instituto de Humanidades de Madrid y el Seminario de Humanidades.
Amante de la cultura, de la enseñanza y con un ingente bagaje intelectual, su amor por la libertad de pensamiento hizo que fuera castigado e ignorado por el sistema político social que le tocó vivir, no pudiendo incluso enseñar en la universidad española por discrepancias con el régimen entonces existente. No fue hasta 1951 que obtuvo finalmente el doctorado que vergonzosamente se le había negado algunos años atrás.
En 1964 Julián Marías es nombrado miembro de la Real Academia Española y senador por designación real entre 1977 y 1979, y en 1996 se le concede el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. Sin embargo, debido a su independencia intelectual ni siquiera durante la democracia española fue su obra suficientemente reconocida, lo que le llevaría a realizar conferencias por muchos otros países europeos y americanos incluido Estados Unidos.
Tres fueron sus pasiones: la filosofía, España y sobre todo su esposa Lolita; y dos sus grandes penas: el fallecimiento de un hijo de ambos al que querían muchísimo y la muerte misma de Lolita, trauma del que Marías nunca se recuperaría en vida. Él siempre decía que con el talento que ella tenía, podría haber llevado a cabo su propia obra intelectual. Para él, ella fue la esposa y compañera perfecta y un apoyo en la vida constante. Cuando falleció, Julián Marías escribió,
«Había tenido siempre una profunda fe en la inmortalidad y, más aún, la resurrección de la carne, como dice maravillosamente el Credo de los apóstoles-. Pero la muerte de Lolita me hizo sentir una violenta conmoción, introdujo en mí la amenaza de la duda. (…) La sola sospecha de que las cosas no fueran como esperaba, que Lolita pudiera «no existir», y por tanto no hubiera de encontrarla nunca más, me aterraba».
Pero como hombre de fe que era, Marías a menudo expresaba su esperanza de volver a verla de nuevo. Simplemente sentía en lo más hondo de su ser que era imposible que se hubiera ido para siempre. Para él, Lolita vivía.
Su obra escrita es amplísima, entre la que habría que resaltar su Historia de la Filosofía, publicada por primera vez en 1941 y que ha sido una referencia obligada y vital para muchas generaciones. También denota un gran conocimiento de España como sociedad así como de toda su historia.
Algunas de sus obras editadas son:
«Una vida presente: memorias,» 2008
«La fuerza de la razón,» 2005
«La perspectiva cristiana,» 2005
«Entre dos siglos,» 2002
«El curso del tiempo,» 1998
«España ante la historia y ante sí misma,» 1997
«Sobre el cristianismo,» 1997
«Persona,» 1996
«Tratado de lo mejor. La moral y las formas de vida,» 1995
«Mapa del mundo personal» 1993 y 2005
«Acerca de Ortega,» 1991
«Cervantes, clave española,» 1990 y 2003
«La felicidad humana,» 1989 y 2005
«Ser español,» 1987 y 2001
«Hispanoamérica,» 1986
«La mujer y su sombra,» 1986
«Breve tratado de la ilusión,» 1984 y 2001
«La mujer en el siglo XX,» 1980 y 1997
«La estructura social: teoría y método,» 1955 y 1993
«Historia de la filosofía,» 1941 y 2008
«España inteligible. Razón histórica de las Españas,» 1985 y 2005.
Algo de su pensamiento
Dice Julián Marías que la vida es el resultado de trayectorias, las que se eligen y las que no; se eligen unas y se descartan otras; así, con la suma de todas, va configurándose la persona que finalmente se llegará a ser. Aunque Marías supo entregarse como nadie al pensar filosófico y al uso exclusivo de la razón, siempre mantuvo abiertamente su condición de creyente. Para él Dios no era solo una idea o un «problema» tal y como lo trataban otros filósofos. Era más bien alguien absolutamente real y fuente de toda esperanza. Como muestra de esto y tratando el tema con más amplitud, en la entrevista que se adjunta, Julián Marías afirma:
«La muerte es inevitable; el hombre desemboca en la muerte. Pero la vida no, la vida es proyecto y no hay razón para dejar de proyectar. Lo que quiere decir que la vida humana postula la perduración, postula la vida después de la muerte, y yo creo que el hombre debe seguir proyectando para después de la muerte. Se ha dicho muchas veces que el hombre no se puede llevar nada, como las riquezas o los honores. Pero sí se puede uno llevar los proyectos, lo que uno ha querido ser y no ha podido. Yo pienso en la otra vida como la realización de las trayectorias auténticas«.
Lo que sigue son algunas porciones escogidas de su libro «La perspectiva cristiana,» Alianza Editorial, 1999.
«Es evidente que el cuerpo se destruye en la muerte; en algunos casos su desaparición puede alcanzar límites increíbles, que harían imposible toda ‘recuperación’ o ‘reconstrucción’. Evidentemente la resurrección de la carne implica una ‘recreación’ de ella. Pero esa nueva ‘creación’ de la carne, unida a la persona que sigue viviendo, no parece más misteriosa que la primera.
«La resurrección, inaccesible a la razón, insistamos en ello, incomprensible para los griegos, es núcleo esencial del cristianismo, fundada en la fe de Cristo y prometida por él a todos los hombres».
«La omisión de la expectativa en la perduración es la máxima infidelidad al cristianismo; si se mira bien, al sentido profundo de toda religión».
– Páginas 77-82.
“Hay gente que dice que el esperar otra vida, le quita importancia a esta, pero es todo lo contrario. Justamente, el que se espere otra vida, es lo que da verdadera importancia a esta».
«La infidelidad más grave al cristianismo es la que tiene mayor actualidad en nuestro tiempo: el olvido de la otra vida, la atenuación de la perspectiva de la muerte y la perduración de la vida personal. Para muchos hoy lo cismundano es el único horizonte. Como consecuencia de varios factores, se ha ido disipando la referencia a la perduración, la proyección hacia una vida con la cual se deja de contar… Nuestros contemporáneos prefieren lo único de que se puede tener seguridad: la nada. Acaso la escasez de amor es un factor que entibia el deseo, la necesidad de otra vida: si no se ama, ¿para qué? Otro factor es la politización que ha dominado a grandes porciones de la humanidad.
«Esta situación, la idea de que no hay más que esta vida, reduce a Dios a una mera referencia nominal en la que apenas se piensa. Aunque no se renuncie al cristianismo, se le vacía de contenido. Esta es la situación de gran número de personas que se consideran cristianas, católicas, protestantes u ortodoxas, pero en las que esa condición no es decisiva, no es lo que sirve de apoyo a sus vidas… Es increíble el grado en que se ha perdido el sentido de la palabra ‘adoración’, en que no se tiene en cuenta la posible deificación del hombre y de su vida a la luz de la Divinidad».
«La palabra clave del cristianismo es amor… el amor es la condición que caracteriza al cristiano, lo que lo identifica y distingue.
«De las tres palabras griegas que designan el amor, éros, philía y agápe, el Nuevo Testamento usa principalmente la última. La Vulgata la traduce por ‘cáritas’, y no habría que objetar, si no fuera porque la palabra ‘caridad’, en todas las lenguas, ha experimentado cambios semánticos y se ha ido separando de su sentido originario de amor, aunque lo conserve como un fondo o fundamento. Es menester, pues, volver a la voz amor para traducir ‘agápe.’
– «Página 96.
«La afirmación más enérgica, justificada y coherente de la libertad procede de la filosofía de Ortega. Mi vida, es decir, la de cada cual, en su realidad concreta, no es ‘cosa’ alguna, sino proyecto, empresa, misión – dijo que el entender la vida como misión, ponerla a la realización de algo, es una noción cristiana-. La vida me es dada, enseñaba Ortega, pero no me es dada hecha, sino por hacer; yo tengo que hacerla ciertamente con las cosas. Ante las posibilidades que me presenta la circunstancia o mundo, tengo que decidir, elegir, por algo y para algo… Soy forzosamente libre, no puedo renunciar a mi libertad más que mediante un acto libre. Por eso soy responsable, y la vida humana es intrínsecamente moral, es decir, moral o inmoral».
– ibídem, 127
«Ahora tiene mala prensa la soledad, y cuando es impuesta y permanente es sin duda atroz, uno de los grandes males de nuestra época. Pero sin ciertas dosis de soledad no se puede hacer nada interesante, ni siquiera estar con los demás: la compañía real entre personas no se logra más que cuando se prepara en largas soledades. Hace falta espera, soledad, ejercicio de imaginación, proyección, anticipación de un futuro que se espera imaginándolo».
Y este es el discurso de Julián Marías en la ceremonia del premio Príncipe de Asturias 1996:
Y esta es una preciosa conferencia sobre la felicidad humana. «La felicidad en este mundo es imposible, pero es el imposible necesario«.
Julián Marías, una apasionante trayectoria de vida.
Esteban López