El día 6 de enero de 1941, el entonces presidente de los Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, pronunció en el Congreso el Discurso sobre el Estado de la Unión conocido como el «Discurso de las Cuatro Libertades» (Four Freedoms Speech), en el que proponía como objetivo cuatro libertades fundamentales que todas las personas «en cualquier lugar del mundo» deberían disfrutar. La esencia de esas «cuatro libertades» tuvo una profunda influencia en la redacción de la Carta Fundacional de las Naciones Unidas aprobada el 26 de junio de 1945 y, de modo muy explícito, en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
El pintor e ilustrador estadounidense Norman Rockwell (1894-1978) supo muy bien expresar esas cuatro libertades en escenas idealizadas de la vida cotidiana norteamericana. Sin embargo, qué gran bendición sería si todas y cada una de las personas de este mundo pudiera disfrutar plenamente de esas libertades. Este fue el discurso de Roosevelt, ilustrado ahora por las bellas ilustraciones de Norman Rockwell:
«En los días futuros, que tratamos de hacer seguros, anhelamos un mundo fundado en las cuatro libertades humanas esenciales:
«La primera es la libertad de palabra y expresión, en cualquier lugar del mundo.
«La segunda es la libertad de cada persona para adorar a Dios a su propio modo, en cualquier lugar del mundo.
«La tercera es la libertad frente a la miseria, que, traducida en términos mundiales, significa acuerdos económicos que aseguren a cada nación una vida saludable y en paz para todos sus habitantes, en cualquier lugar del mundo.
«La cuarta es la libertad frente al miedo, que, traducida en términos mundiales, significa una reducción a escala mundial del armamento hasta tal punto y de manera tan profunda que ninguna nación esté en situación de cometer un acto de agresión física contra ningún vecino, en cualquier lugar del mundo.
«Esta no es la visión de un milenio lejano. Es una base concreta para una clase de mundo alcanzable en nuestro propio tiempo y en nuestra generación. Esa clase de mundo es justamente la antítesis del llamado «Orden Nuevo» de tiranía que los dictadores procuran crear con el estrépito de una bomba. […] El orden mundial que buscamos es la cooperación entre países libres, trabajando juntos en una sociedad civilizada y amistosa.
«Esta nación ha colocado su destino en las manos, las mentes y los corazones de millones de hombres y mujeres libres, y en su fe en la libertad bajo la guía de Dios. La libertad significa la supremacía de los derechos humanos en todo el mundo. Nuestro apoyo se dirige a aquellos que luchan por lograr esos derechos o por mantenerlos. Nuestra fuerza es nuestra unidad de propósito.
«Para tan alto designio no puede haber otro final, salvo la victoria».
– Franklin D. Roosevelt, 6 de enero de 1941.
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