Anna Eleanor Roos
evelt (1884-1962) fue esposa del presidente de los Estados Unidos Franklin Delano Roosevelt. Gran defensora de los derechos humanos, luchó tenazmente por los derechos civiles de las mujeres, las minorías raciales, los pobres y los desempleados.
Eleanor era sobrina del que había sido presidente de los Estados Unidos al inicio del siglo XX, Theodore Roosevelt. Sin embargo, según cuentan sus biógrafos, no tuvo una infancia feliz porque perdería a sus padres muy pronto. Al principio era una persona muy tímida e insegura (se consideraba a sí misma un «patito feo). Pero su carácter cambió y se fortaleció gracias a los esfuerzos de la directora del colegio de Londres, Marie Souvestre, donde asistía. La confianza y autoestima que recibió de su parte llevó a que en los últimos años de su juventud, Anna se convirtiera en la líder de su escuela. Había llegado a entender que «no importa cuán simple sea una mujer si la verdad y la lealtad se estampan en su rostro, todos se sentirán atraídos por ella«.
En 1905, Eleanor se casó con Franklin Delano Roosevelt, quien llegaría a ser presidente del los Estados Unidos. Aunque apoyó a su marido en muchos aspectos, incluso cuando le fue infiel, también solía manifestar su disconformidad con muchas de sus decisiones mientras ejerció de Primera Dama, como fue el caso en que su marido firmó la orden de internar en campos de concentración a 110.000 japoneses y descendientes de japoneses que vivían en Estados Unidos. Sin resignarse a ser un simple «florero», Eleanor se mantuvo siempre muy activa en actividades políticas y sociales como la Cruz Roja, la Liga de las Mujeres Votantes, la Liga de Mujeres de la Unión de Comercio y la División de Mujeres del Partido Demócrata, expresando sus opiniones en emisiones de radio, periódicos y conferencias. Era franca en su expresión y a menudo disentía de algunas políticas de su marido.
El 10 de diciembre de 1948, en París (Francia), la Asamblea General de Naciones Unidas adopta en su Resolución 217 A (III) la Declaración Universal de los Derechos Humanos que recoge los derechos humanos considerados básicos, queriendo dar respuesta a los horrores de la II Guerra Mundial, además de ser un intento para tratar de sentar las bases de un nuevo orden internacional. Anna Eleanor Roosevelt Presidió el Comité de Derechos Humanos de la ONU y su papel fue clave en la aprobación en 1948 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, a la que ella misma se refirió como «La Carta Magna de la Humanidad». El presidente Harry S. Truman la llamó «La Primera Dama del Mundo» como tributo a sus logros alcanzados en derechos humanos.
Eleanor fue una Primera Dama atípica. Mostró a menudo su inconformismo en multitud de temas. Mostró una gran determinación cuando estaba convencida de algo, resultando ser una gran luchadora a ultranza en temas vitales. Había mostrado siempre un gran sentido de empatía y compasión con los más desfavorecidos, ya que dedicaría buena parte de su actividad social y política a defender los derechos civiles de los estadounidenses negros y asiáticos así como de los más desfavorecidos, como cuando promocionó un plan de ayuda para las familias de los mineros desempleados. Se congregaba en la iglesia episcopal y conocía muy bien las Escrituras. A menudo escribía en varias publicaciones sobre asuntos de fe, oración y Biblia.
Falleció en 1962 a los 78 años de edad. Sería enterrada en Hyde Park, al lado de su esposo y su funeral fue presidio por el presidente John F. Kennedy y dos ex presidentes, Harry Truman y Dwight Eisenhower. Como muestra del gran respeto que le tenía, Kennedy ordenó que todas las banderas se izaran a media asta. En su funeral se dijo «qué otro ser humano ha tocado y transformado la existencia de tantos? … Prefería encender una vela que maldecir la oscuridad, y su resplandor ha calentado al mundo». Unas bellas palabras que honraban toda una trayectoria de vida.
La reseña de su libro «Lo que aprendí viviendo» (Lumen, 2018), dice de ella:
«De joven había sido una chica tímida, a menudo insegura, pero la experiencia le enseñó que lo mejor era andar paso a paso con la cabeza bien alta, tener muchas ganas de aprender y echarle una pizca de humor a la vida. Eleanor supo crear un espacio propio, aunque estuviera rodeada de funcionarios, cenando con John Fitzgerald Kennedy o charlando con Frank Sinatra, y desde ese lugar muy suyo pudo ofrecer lo mejor de sí misma a los demás».
Uno de los presidentes más queridos y emblemáticos de los Estados Unidos, Abraham Lincoln, quien había luchado y conseguido la abolición de la esclavitud, ya había expresado la importancia de la dignidad humana cuando dijo: «Es difícil hacer a un hombre miserable mientras sienta que es digno de sí mismo«. Por su trayectoria de vida y por su lucha personal, porque pudo y porque quiso, parece que Eleanor hizo suyo también ese mismo sentir cuando expresó,
«Recuerda: nadie puede hacerte sentir inferior sin tu consentimiento«.
Esteban López