John Fitzgerald Kennedy, el sonido del silencio

John y Caroline

John Fitzgerald Kennedy (Brookline, Massachusetts, 29 de mayo de 1917 – Dallas, Texas, 22 de noviembre de 1963), fue el trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos. Se ha escrito ya mucho sobre él, sus antecedentes, su carrera personal hacia la Casa Blanca o sus logros políticos. A mí me interesa mucho más su vertiente humana. Sí, porque detrás del mito, detrás de la Nueva Frontera, había sobre todo un ser humano con sus tristezas y alegrías, con sus victorias y frustraciones. Hombre de carisma y de un gran atractivo personal, su mandato no fue muy largo debido a su cruel asesinato, pero lo suficiente como para crear una gran ilusión en millones de personas. Incluso hasta el día de hoy su impronta sigue siendo un referente. Como suele ocurrir cuando alguien ya no está, sólo fue después de su muerte que muchas personas llegarían a apreciarlo mucho más por sus grandes cualidades y a pesar también de sus errores y defectos.

Su mandato empezó siendo bastante conservador pero tendría una valiente evolución, que basándose en la experiencia y en sus cualidades personales, acabaría potenciando mucho más los derechos civiles en Estados Unidos y la oferta de un diálogo constructivo y sincero con la Unión Soviética para la consecución de una paz global. Sin embargo, no le dejaron; fue como si un perverso destino se le opusiera una vez más. Su derrotero y su lucha personal se vieron súbitamente truncados, convirtiendo su existencia en una vida inacabada.

Una expectativa truncada

Joseph Kennedy

Esta es la última vez que John F. Kennedy ve a su padre. Quienes recuerdan la ocasión dicen que lo besó una vez y se fue, pero que entonces hizo algo que nunca había hecho antes: se volvió, regresó y lo volvió a besar de nuevo. Visto esto desde hoy, esa despedida se nos antoja como una premonición, porque poco tiempo después John sería asesinado en Dallas, el 22 de noviembre de 1963 sin que todavía se conozca hoy día la verdad definitiva sobre aquel terrible magnicidio. Su padre, Joseph P. Kennedy había sufrido una embolia el 19 de diciembre de 1961, a los 73 años. Sobrevivió, pero perdió todo el poder de expresión quedando paralizado en su lado derecho. Muy mermado en sus facultades, todavía vivió suficiente para ver los asesinatos de sus dos hijos, John F. Kennedy y Robert F. Kennedy. Falleció el 18 de noviembre de 1969 a causa de un ataque de apoplejía a la edad de 81 años.

Quizá sea este un ejemplo de que, muy a menudo, en esta vida pocas cosas suceden como esperamos; que el glamour, la fama, la salud, la belleza y lo material súbitamente pueden desvanecerse, y que al final lo que realmente prevalece es lo mejor del espíritu humano. Quizá por eso también se dijo en el Evangelio: «Porque las cosas que se ven son temporales; las que no se ven son eternas«.

Sin ser perfecto, aquel sueño, aquel referente de grandes ideales como los derechos civiles, el fin de las guerras, el cese de las pruebas nucleares o el llamamiento a una mayor colaboración con otras naciones incluida la Unión Soviética, se truncó súbitamente. Es como si en este mundo las utopías no pudieran tener una oportunidad. Desde su discurso en la American University el 10 de junio de 1963, JFK se había posicionado en políticas menos agresivas en la Guerra Fría e incluso había dado instrucciones de retirar las tropas estadounidenses de Vietnam para finales de 1963. Sin embargo, esa intención fue revertida por la administración de Lindon B. Johnson. Algunos dicen que de haber seguido vivo, las cosas hubieran sido bastante diferentes de como fueron y que grandes males de la historia reciente se hubieran evitado. Quién sabe.

Paul Simon, compuso «The Sound of Silence» tras el asesinato de John F. Kennedy el 22 de noviembre de 1963, como un intento de expresar el sentimiento popular tras el magnicidio. Se publicó en 1964. Intentaba expresar el sentir de mucha gente en aquel momento.

Algo de su pensamiento

«El gran enemigo de la verdad muy a menudo no es la mentira­ deliberada, bien tramada y deshonesta, sino que es el mito persistente, persuasivo e irreal«.

«El valor en la vida es con frecuencia un espectáculo menos dramático que el valor ante el momento final; pero no deja de ser una magnífica amalgama del triunfo y tragedia. Un hombre hace lo que debe -sin importarle las consecuencias personales, los obstáculos, las presiones ni los peligros-, y este es el fundamento de toda moralidad humana».

«Al contrario de lo que los periódicos señalan, yo no soy el candidato católico a Presidente. Soy el candidato del Partido Demócrata a Presidente, que resulta que también es católico. No hablo por mi iglesia en temas públicos – y la iglesia no habla por mí. Pero si alguna vez llegara el tiempo cuando el cargo requiera o que viole mi conciencia o que viole el interés nacional, entonces renunciaré al cargo; y espero que cualquier servidor público cuerdo haga lo mismo». – JFK el 12/9/1960.

Discurso en Berlín, el 11 de junio de 1963

«Dos mil años hace que se hiciera alarde de que se era “Civis Romanus sum”. Hoy en el mundo de la libertad se hace alarde de que “Ich bin ein Berliner”.

«Hay mucha gente en el mundo que realmente no comprende o dice que no lo comprende cuál es la gran diferencia entre el mundo libre y el mundo comunista. Decidles que vengan a Berlín.

«Hay algunos que dicen que el comunismo es el movimiento del futuro. Decidles que vengan a Berlín.

«Hay algunos que dicen en Europa y en otras partes “nosotros podemos trabajar con los comunistas”. Decidles que vengan a Berlín.

«Y hay algunos pocos que dicen que es verdad que el comunismo es un sistema diabólico pero que permite un progreso económico. Decidles que vengan a Berlín.

«La libertad tiene muchas dificultades y la democracia no es perfecta. Pero nosotros no tenernos que poner un muro para mantener a nuestro pueblo, para prevenir que ellos nos dejen. Quiero decir en nombre de mis ciudadanos que viven a muchas millas de distancia en el otro lado del Atlántico, que a pesar de esta distancia de vosotros, ellos están orgullosos de lo que han hecho por vosotros, desde una distancia en la historia en los últimos 18 años.

«No conozco una ciudad, ningún pueblo que haya sido asediado por dieciocho años y que vive con la vitalidad y la fuerza y la esperanza y la determinación de la ciudad de Berlín Occidental.

«Mientras el muro es la más obvia y viva demostración del fracaso del sistema comunista, todo el mundo puede ver que no tenemos ninguna satisfacción en ello, para nosotros, como ha dicho el Alcalde, es una ofensa no solo contra la historia, sino también una ofensa contra la humanidad, separando familias, dividiendo maridos y esposas y hermanos y hermanas y dividiendo a la gente que quiere vivir unida.

«¿Cuál es la verdad de esta ciudad de Alemania? La paz real en Europa nunca puede estar asegurada mientras a un alemán de cada cuatro se le niega el elemental derecho de ser un hombre libre, y que pueda elegir un camino libre.

«En dieciocho años de paz y buena confianza esta generación de alemanes ha percibido el derecho a ser libre, incluyendo el derecho a la unión de sus familias, a la unión de su nación en paz y buena voluntad con todos los pueblos.

«Vosotros vivís en una defendida isla de libertad, pero vuestra vida es parte de lo más importante. Permitirme preguntaros a vosotros como yo concluyo, elevando vuestros ojos por encima de los peligros de hoy y las esperanzas de mañana, más allá de la libertad meramente de esta ciudad de Berlín y todos los pueblos de Alemania avanzan hacia la libertad, más allá del muro al día de la paz con justicia, más allá de vosotros o nosotros de toda la humanidad.

«La libertad es indivisible y cuando un hombre es esclavizado ¿quién está libre? Cuando todos son libres, ellos pueden mirar a ese día, cuando esta ciudad está reunida y este país y este gran continente de Europa esté en paz y esperanza.

«Cuando ese día finalmente llegue y la gente del Berlín Occidental pueda tener una moderada satisfacción en el hecho de que ellos están en la línea del frente casi dos décadas.

«Todos los hombres libres, dondequiera que ellos vivan, son ciudadanos de Berlín. Y por lo tanto, como hombres libres, yo con orgullo digo estas palabras “Ich bin ein Berliner”.

– Berlín, el 11 de junio de 1963, cuando el llamado «Muro de la Vergüenza» ya había dividido por completo la ciudad.

Discurso el 10 de Junio de 1963, ante los egresados de la American University

«¿A qué clase de paz me refiero? ¿Qué clase de paz buscamos? No la paz estadounidense impuesta al mundo por las armas de guerra estadounidenses.

«No la paz de la tumba ni la seguridad de la esclavitud. Estoy hablando de una paz genuina, del tipo de paz que hace que valga la pena vivir la vida en la tierra, el tipo que permite a hombres y naciones crecer, tener esperanzas y construir una mejor vida para sus hijos. No simplemente paz para los estadounidenses, sino paz para todos los hombres y mujeres; no simplemente para nuestro tiempo, sino paz para todos los tiempos.

«Hablo de paz debido al nuevo rostro de la guerra. La guerra total no tiene sentido en una era en que las grandes potencias pueden mantener fuerzas nucleares grandes y relativamente imbatibles, y negarse a rendirse sin recurrir a esas fuerzas. No tiene sentido en una era en que una única arma nuclear contiene casi diez veces la fuerza explosiva liberada por todas las fuerzas aéreas aliadas en la Segunda Guerra Mundial. No tiene sentido en una era en que los venenos mortales producidos por un intercambio nuclear serían arrastradas por el viento, las aguas, el suelo y las semillas hasta los confines más lejanos del planeta y hasta generaciones por nacer.

«En la actualidad, el gasto anual de miles de millones de dólares en armas adquiridas con el fin de asegurarnos de que nunca tengamos que usarlas es esencial para mantener la paz. Pero, sin duda alguna, la adquisición de tales reservas inactivas, que únicamente pueden destruir y jamás crear, no es el único medio, ni mucho menos el más eficiente, para asegurar la paz.

«Por lo tanto, hablo de paz como el fin necesario y razonable de hombres razonables. Me doy cuenta de que la búsqueda de la paz no es tan espectacular como la búsqueda de la guerra, y con frecuencia las palabras de quien la busca llegan a oídos sordos. Pero no tenemos otra tarea más apremiante que esta.

«Algunos afirman que es inútil hablar de paz mundial o ley mundial o desarme mundial, y que será inútil hasta que los líderes de la Unión Soviética adopten una actitud más ilustrada. Espero que lo hagan. Creo que podemos ayudarlos a que lo hagan. Pero también creo que debemos volver a analizar nuestra actitud, como personas y como país, porque nuestra actitud es tan esencial como la de ellos. Y cada graduado de esta escuela, cada ciudadano considerado que no tiene esperanzas en la guerra y desea traer la paz, debe comenzar por mirar hacia dentro. Debe examinar su propia actitud hacia las posibilidades de paz, hacia la Unión Soviética, hacia el desarrollo de la guerra fría y hacia la libertad y la paz aquí en casa.

«Primero: examinemos nuestra actitud hacia la paz en sí. Muchos de nosotros creemos que es imposible. Demasiados creen que es irreal. Pero esa es una creencia peligrosa y derrotista. Lleva a la conclusión de que la guerra es inevitable, de que la humanidad está condenada, de que somos presa de fuerzas que no podemos controlar.

«No tenemos que aceptar ese punto de vista. Nuestros problemas son provocados por el hombre, por lo tanto, pueden ser resueltos por el hombre. Y el hombre puede ser tan grande como lo desee. Ningún problema del destino humano está más allá de los seres humanos. La razón y el espíritu del hombre con frecuencia han resuelto lo aparentemente imposible de resolver, y creemos que pueden hacerlo nuevamente.

«No me refiero al concepto absoluto e infinito de paz y buena voluntad con el que algunos fantasean y los fanáticos sueñan. No niego el valor de las esperanzas y los sueños, pero al hacer de ellos nuestras únicas metas inmediatas solo invitamos al desaliento y la incredulidad.

«En cambio, concentrémonos en una paz más práctica y alcanzable, basada no en una revolución repentina de la naturaleza humana, sino en la evolución gradual de las instituciones humanas: en una serie de acciones concretas y acuerdos eficaces que busquen el bien de todos los involucrados. No existe una clave única y sencilla para lograr esta paz, ni una gran fórmula mágica que puedan adoptar una o más potencias. La paz auténtica debe ser el producto de muchas naciones, la suma de muchos actos. Debe ser dinámica, no estática, cambiante para enfrentar el desafío de cada nueva generación. Porque la paz es un proceso, una forma de resolver los problemas.

«Con una paz así, de todos modos se producirán altercados y habrá intereses en conflicto, como los hay en las familias y los países. La paz mundial, al igual que la paz comunitaria, no requiere que cada hombre ame a su vecino, requiere solamente que vivan juntos en mutua tolerancia, sometiendo sus conflictos a un arreglo justo y pacífico. Y la historia nos demuestra que las enemistades entre países, como entre personas, no duran para siempre. Sin importar lo invariables que puedan parecer nuestras preferencias y aversiones, la marea del tiempo y los acontecimientos a menudo traen cambios sorprendentes en las relaciones entre los países y sus vecinos.

«Por lo tanto, perseveremos. La paz no tiene que ser imposible de alcanzar y la guerra no tiene que ser inevitable. Al definir nuestro objetivo con más claridad, al hacerlo parecer más asequible y menos lejano, podemos ayudar a que las personas lo vean, que obtengan esperanzas de él y avancen de forma inevitable hacia él».

‪“Nuestro vínculo común más básico es que todos habitamos este planeta. Todos respiramos el mismo aire. Todos valoramos el futuro de nuestros hijos. Y todos somos mortales”.

– Parte del discurso de John F. Kennedy a favor de la paz, el desarme y el cese de las pruebas con bombas nucleares. El evento tuvo lugar el 10 de Junio de 1963, ante los egresados de la American University, con motivo de la fiesta de graduación. Cinco meses más tarde fallecería en un atentado.

Esteban López

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