Irena Sendler, ‘el ángel del gueto de Varsovia’

Irena Sendler2Oskar Schindler (1908-1974), industrial alemán de origen checo que salvó a unos mil doscientos judíos del exterminio nazi, se le conoce mucho más gracias al cine. Sin embargo, el caso de Irena se conoce mucho menos, debido sobre todo a la férrea censura que sufrió Polonia durante el régimen comunista.

A Irena Sendler (Otwock, Varsovia, 1910-Varsovia, 2008), se la llegó a conocer como «El Ángel del Gueto de Varsovia». Fue una enfermera y trabajadora social polaca que durante la Segunda Guerra Mundial, arriesgando su propia vida, ayudó y salvó a más de 2.500 niños judíos prácticamente condenados a ser víctimas del Holocausto nazi. El horror que significa todo esto muestra una vez más que a menudo la realidad supera por mucho a la ficción. No era solo una pesadilla que pasara al despertar, sino el destino real y trágico al que se enfrentaron millones de seres humanos inocentes.

Irena quedó horrorizada al ver la terribles condiciones de vida de los miles de judíos hacinados en unos pocos kilómetros cuadrados en la ciudad de Varsovia, uno de los episodios más ignominiosos de la reciente historia humana. Allí, miles de familias habían sido desposeídas de sus propiedades y obligadas a vivir hacinadas sin apenas comida y sin medios suficientes para subsistir. Muchos morían de hambre y de tifus, sobre todo los más débiles. Aunque hubo una rebelión judía, al final el Gueto fue destruido y arrasado por los nazis y miles de judíos fueron conducidos al campo de concentración de Treblinka. Cuando el gueto se formó tenía una población de 400.000 personas. Durante los tres años que el gueto duró, el hambre, las enfermedades y las deportaciones a campos de trabajos forzados y de exterminio redujeron su población a 50.000 habitantes.

Irena pidió permiso y con valentía se introdujo en el Gueto de Varsovia para poder dar asistencia sanitaria contra las enfermedades infecciosas, poniéndose en contacto con familias judías para poder sacar así a los niños antes de que todos ellos fueran llevados a los campos de la muerte. Cualquier medio le servía: ambulancias, sacos, cajas de cartón, ataúdes, etc.  Al final había logrado sacar a unos 2.500 niños. Sin embargo, al cabo de cierto tiempo fue arrestada por la Gestapo y torturada sin piedad hasta que le rompieron los brazos y las piernas. Pero nunca desveló los nombres de las familias que daban cobijo a los miles de niños y bebés a los que ayudó. Irena fue condenada a muerte, pero cosas del destino, el día anterior a su ejecución el oficial que la escoltaba la dejó escapar. Al día siguiente vio su nombre escrito en la lista de los ejecutados.

Al finalizar la II Guerra Mundial, Polonia dejó de ser oprimida por los nazis pero lo siguió estando a manos de los comunistas, quienes metódicamente se esforzaron en silenciar todo lo que pudieron el holocausto judío. Irena sufrió hostigamiento e interrogatorios constantes por pertenecer al partido socialista al que los comunistas no veían con simpatía. Esto hizo que su hijo Andrzej, que había nacido prematuro, falleciera al cabo de dos semanas. Sus otros hijos, Janina y Adam, encontraron también muchos obstáculos y dificultades para poder obtener una educación normal.

Todo ese sufrimiento quizá hubiera pasado desapercibido si no hubiera sido por la llamada de atención de terceras personas, algunas de las cuales habían sido niños a los que ella en su día había salvado. Con el tiempo y siendo ya mayor, Irena fue candidata al Premio Nobel de la Paz en 2007, aunque finalmente recayó en otra persona. Sin embargo, Israel le otorgó el reconocimiento de «Justa entre las naciones«, premio que concede a personas justas no judías. También el Estado de Polonia le otorgó el premio de la Orden del Águila Blanca, la máxima distinción de aquel país.

Mostrando que ella misma nunca esperó recompensa alguna por sus acciones, dijo: «esos actos fueron la justificación de mi existencia en la tierra, y no un título para recibir gloria alguna». Y cuando se le preguntó a Irena por qué arriesgó su vida de ese modo ella contestó:

«La razón por la cual rescaté a los niños tiene su origen en mi hogar, en mi infancia. Fui educada en la creencia de que una persona necesitada debe ser ayudada de corazón, sin mirar su religión o su nacionalidad».

La actitud vital de Irena hace sin duda recordar la parábola del Buen Samaritano, de Jesús de Nazaret, donde es alguien de una religión diferente (un samaritano) el que ayuda sin dudar al hombre asaltado en el camino y herido. También aquellas palabras cuando dijo que «lo que haga tu mano izquierda, que no lo sepa tu derecha«, o «lo que hagáis no lo hagáis para ser vistos por los hombres, y vuestro padre que está en el cielo os lo pagará».

Sea como sea, sus buenas obras siempre irán con ella, como los de tantas otras personas justas en la historia. No es de extrañar por tanto que a Irena Sendler se la conozca por siempre como El Ángel del Gueto de Varsovia. 

Esteban López

Los comentarios están cerrados.

Blog de WordPress.com.

Subir ↑