Estaba enfermo y ya no era el presidente de los Estados Unidos. Y es que dejar el poder a veces lleva al olvido. Pero no fue ese su caso. Hasta las proximidades de su casa seguían viniendo todos los días toda clase de gentes para interesarse por él. Durante todo su mandato, habían llegado a apreciarlo profundamente porque sabían que era un buen hombre y que había sido un gran presidente. Quizá por eso el dicho de que ‘antes se olvida a un hombre justo que a un hombre bueno‘.
Thomas Woodrow Wilson (1856-1924) fue el vigésimo octavo presidente de los Estados Unidos de América (1913-1921). Procedía de una familia presbiteriana y culta. Estudió Derecho y Ciencias Políticas y con el tiempo, en 1902, fue nombrado presidente de la Universidad de Princeton. Pronto tuvo en mira realizar una carrera política ya que se sintió decepcionado con la labor de abogado. «Me deprime«, decía. Vinculado como estaba al Partido Demócrata, en 1911 fue elegido gobernador de Nueva Jersey y finalmente ganó las elecciones presidenciales en 1913. Estaba convencido de que «no hay religión más elevada que los servicios sociales. Trabajar por el bien común es el mayor credo».
Presidencia
Su presidencia tuvo algunos logros significativos, como por ejemplo el establecimiento del sufragio universal en la elección de senadores, ocho horas de trabajo para los trabajadores, la extensión del derecho al voto a la mujer o la conclusión de las obras del Canal de Panamá. Pero uno de los momentos más dolorosos para él fue la participación de Estados Unidos en la Gran Guerra (1914-1918). De hecho al principio Wilson se resistía y mantenía una política aislacionista para Estados Unidos. Decía, «América es demasiado orgullosa para rebajarse a hacer la guerra«. Sin embargo, en 1917 se vio obligado a romper sus promesas de neutralidad debido a los ataques constantes de submarinos alemanes a la navegación en el Atlántico, como fue el caso del hundimiento del barco británico RMS Lusitania el 7 de mayo de 1915, donde murieron 114 estadounidenses. Estados Unidos no entraría sin embargo en la guerra hasta el 2 de abril de 1917, muy avanzada ya, pero significaría la inclinación de la balanza a favor de los aliados y que Estados Unidos surgiera como gran potencia.
Woodrow Wilson no se sintiría sin embargo nunca pletórico por la participación de Estados Unidos en la Gran guerra. De hecho había dicho “es espantoso dirigir a este gran pueblo pacífico a la guerra, a la más terrible y peligrosa de todas las guerras, en la cual la civilización misma parece estar en la balanza”. Como le dijo a uno de sus asistentes, «considera por qué estaban aplaudiendo. El mensaje que pronuncié hoy fue un mensaje de muerte para nuestros jóvenes. ¡Qué extraño parece que aplaudan por eso!». El Congreso había aprobado su decisión el 6 de abril de 1917, sus compañeros del Capitolio y el público de afuera lo vitoreaban pero él no se sentía en absoluto alegre. Sin embargo, debe justificar la intervención de Estados Unidos en la Gran Guerra en 1917, y una de las frases que usa entonces y que quedaría para la posteridad fue, «el mundo debe hacerse seguro para la democracia«.
La Gran Guerra había causado unos veintidós millones de muertos y lo que más deseaba Woodrow Wilson era que algo así no se repitiera jamás. De modo que el 8 de enero de 1918, pronuncia en el Congreso de su país un discurso en el que se incluía una Lista de 14 puntos con el objetivo de la obtención de la paz, puntos que llegaron a ser el punto de partida para el Tratado de Versalles de 1919. El proyecto consistía en la creación de una organización supranacional de colaboración entre los países firmantes que habían salido victoriosos del conflicto reciente y cuyo fin sería la consecución definitiva de la paz mundial: la Sociedad de Naciones. Dirigiéndose a los delegados presentes en la Conferencia para la Paz celebrada en París, Woodrow Wilson dijo,
“Los representantes de los Estados Unidos respaldan este gran proyecto, la creación de una Sociedad de Naciones. La consideramos como la piedra angular de todo el programa que expresa nuestro propósito […] en esta guerra. […] Estamos aquí para ver, en breve, que los mismísimos cimientos que dieron base a esta guerra sean barridos”.
Llama la atención que durante las negociaciones del Tratado de Versalles firmado por más de cincuenta países, Wilson no compartiera el hecho de que se gravara o castigara tanto a Alemania. Según el Tratado, ésta debería aceptar toda la responsabilidad moral y material de haber causado la guerra y tendría que desarmarse, realizar importantes concesiones territoriales a los vencedores y pagar exorbitantes indemnizaciones económicas a los Estados victoriosos. El espíritu revanchista de la mayoría prevalecería a pesar de las objeciones de Wilson. Aquello sin embargo demostró ser un craso error, porque trajo el resentimiento de Alemania al considerarlo una humillación, contribuyó a la aparición del nazismo, la II Guerra Mundial en la que murieron unos sesenta millones de seres humanos, y por lo tanto el fracaso completo de la Sociedad de Naciones. No fue hasta después de esa segunda conflagración mundial que se sentaron los cimientos para una nueva organización de naciones que trabajaría por la paz mundial: las Naciones Unidas.
En 1919, Woodrow Wilson fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz por impulsar la Sociedad de Naciones y por la promoción de la paz después de la Primera Guerra Mundial mediante el Tratado de Versalles. Sin embargo, el 2 de octubre de 1919 sufre un colapso cerebral que le deja parcialmente incapacitado y sin poder seguir defendiendo con energía aquel gran proyecto. Ocurrió además que el Senado, de mayoría entonces republicana, se negó a ratificarlo. A pesar de ello Wilson continuó siendo presidente hasta las elecciones de 1921. Murió en Washington D.C., el 3 de febrero de 1924.
Legado
Woodrow Wilson había dejado escrito, «un hombre puede dar algo mejor, si eso es posible, que su vida. Puede dar su espíritu vivo a una causa que no sea fácil«. Y efectivamente, su gran causa, la paz mundial, no era nada fácil. A pesar de alguna que otra contradicción en su trayectoria, Woodrow Wilson dejó sin embargo una estela positiva para la posteridad. Fue su optimismo y su ferviente deseo de paz para todos los pueblos. Había dicho, «a veces la gente me llama idealista. Bien, de esta manera, sé que soy norteamericano. Estados Unidos es la única nación idealista del mundo«. Y en su discurso al Congreso, “los Estados Unidos estarían luchando para la paz final en la Tierra y para la liberación de sus pueblos”. Creía sinceramente en la democracia «porque da rienda suelta a las energías de todo ser humano», y dejó claro cuál debería ser el principal deseo de un gobierno: que trabaje siempre para el bien de sus ciudadanos.

A Thomas Woodrow Wilson le tocó vivir tiempos difíciles. Fueron tiempos convulsos y violentos donde la historia imponía como siempre su paso. Fue un hombre de su tiempo, con todos los condicionantes que eso conlleva. Pero dejaría su impronta, espíritu positivo y lucha por la paz para las siguientes generaciones. Las Naciones Unidas fueron solo una de las consecuencias de su labor visionaria. Como dijo uno de sus secretarios generales, «mientras las naciones dialogan o buscan soluciones a los conflictos, por lo menos no se hacen la guerra». Es verdad que queda mucho por hacer todavía en la construcción de una verdadera democracia mundial donde la guerra ya no exista como forma de redimir conflictos y que definitivamente los hombres forjen «sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en podaderas. No alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra» (Isaías 2:4, LBLA). Pero ese sueño inacabado continúa. Como él mismo expresó,
«Crecemos en grandeza a través de sueños. Todos los grandes hombres son soñadores. Ven cosas en la suave neblina de un día de primavera o en el rojo fuego de una larga tarde de invierno. Algunos de nosotros dejamos que estos grandes sueños mueran, pero otros los alimentan y protegen; los cuidan a través de malos días hasta que los traen al calor del sol y la luz que siempre viene a aquellos quienes sinceramente esperan que sus sueños se hagan realidad«.- Thomas Woodrow Wilson (1856-1924).
Esteban López
dónde quedaron esos ideales?
Me gustaMe gusta