El mal rara vez se entiende, sobre todo cuando es constante y pertinaz. Pero mucho menos cuando es impuesto y proviene de otros seres humanos alimentados por ideologías nefastas que anteponen ideales completamente ajenos a la dignidad humana. Y el siglo XX ha sido testigo de los más horribles crímenes contra la humanidad, un siglo que, como escribió Octavio Paz «es la historia de utopías convertidas en campos de concentración«.
En el llamado Holocausto nazi, por cierto, negado hoy día por muchos, el horror fue tan ingente que ningún derecho humano podrá nunca resarcir. Fue metódico, bien planificado, «industrial». Infinidad de seres humanos sufrirían y perecerían en el más triste anonimato. Vidas truncadas y familias enteras a las que parece que para siempre se ha llegado a olvidar. Pero quien sobrevió a aquella vil hecatombe, quien la vivió en sus propias carnes y la de sus seres queridos nunca olvidó; y es más, siempre que pudo lo denunció. Y hubo muchas personas que lo hicieron. Uno de ellos fue Leon Schawarzbaum.
Leon Schawarzbaum fue un sobreviviente del Holocausto, el único de su familia. Había nacido el 10 de diciembre de 1921 en Sosnowiec, Polonia, y falleció no hace mucho tiempo, el 13 de marzo de 2022 a la edad de 101 años. Schwarzbaum sobrevivió al campo de concentración de Auschwitz, donde fue sometido a condiciones inhumanas impuestas por el régimen nazi. Poco antes de su llegada al campo habían llegado sus padres, que ya habían sido asesinados en la cámara de gas. Muchas otras personas eran asesinas todos los días también por disparos de parte de las SS; y es que éstos tenían como incentivo, más vacaciones y «premios» varios cuantos más presos mataban. Era fácil para ellos; habían sido adoctrinados en la idea de que los judíos no eran seres humanos y se les podía matar o torturar. Schawarzbaum solía decir además, «Si tus costillas eran visibles, te convertías en candidato al crematorio«.
Schawarzbaum fue conocido por compartir su historia y experiencias como testigo de los horrores del Holocausto durante la Segunda Guerra Mundial. Hay que tener en cuenta que había sobrevivido a tres diferentes campos de concentración, Auschwitz, Sachsenhausen y Buchenwald y que había perdido a 35 miembros de su familia.
Por ejemplo, en 2016 había testificado contra un ex guardia de Auschwitz, Reinhold Hanning, de 94 años, quien había servido como sargento de las SS en Auschwitz entre los años 1943 y 1944, y donde había colaborado en el asesinato en las cámaras de al menos 170.000 judíos húngaros. Fue sentenciado a cinco años de cárcel pero murió antes de ingresar en prisión. En la foto adjunta puede verse a Leon Schwarzbaum entrando en la sala del juicio con el porte tranquilo y digno de quien desea que se sepa toda la verdad.
Y a finales de 2021 conpareció también como testigo en el juicio de Josef Schuetz, de 101 años y anterior guardia del campo de concentración de Sachsenhausen. En una nueva audiencia que iba a tener lugar sobre ese mismo juicio, Schawarzbaum había planeado que se leyera en voz alta que el acusado «nos dijera la verdad histórica, que hable aquí en este lugar sobre lo que experimentó, como yo lo he hecho por mi parte». En un comunicado, Leon Schawarzbaum había expresado que él no quería odio sino justicia y que por eso se sentía impulsado a testificar. También había mostrado siempre su perplejidad por el hecho de que se hubiera juzgado a tan pocos criminales nazis en la misma Alemania.
Después de la liberación del campo, Leon Schwarzbaum se dedicó a compartir su testimonio y a educar a las generaciones futuras sobre el Holocausto y la importancia de la tolerancia, la paz y la convivencia. Su obra radicó en dar charlas, participar en eventos educativos y contar su historia en documentales y entrevistas.
Cuando falleció, Christoph Heubner, vicepresidente ejecutivo del Comité Internacional de Auschwitz dijo:
«Su muerte representa una gran pérdida para la memoria colectiva. Todos extrañaremos su rabia y humanidad… Sobre todo en sus últimos años, Leon Schwarzbaum fue motivado una y otra vez por la urgencia de recordar a sus padres, quienes fueron asesinados en Auschwitz, y todas las otras víctimas del Holocausto. Hablaba en nombre de ellos, pero también lo motivaba su ira ante el hecho de que tantos perpetradores de las SS nunca pasaron por el interior de un tribunal alemán”.
Y en un comunicado escribió:
«Con gran tristeza, respeto y gratitud, los sobrevivientes del Holocausto de todo el mundo se despiden de su amigo, compañero de sufrimiento y compañero Leon Schawarzbaum, quien en las últimas décadas de su vida se convirtió en uno de los testigos contemporáneos más importantes de la Shoá«.
Reflexión
La posición de Leon Schwarzbaum y de otras víctimas supervivientes del Holocausto de dar testimonio para que la maldad no se olvide, muestra que el ser humano tiene una conciencia sensible que responde con firmeza cuando siente que la injusticia de la historia no puede tener la última palabra. Es cuando Kant habla de «la conciencia que hay dentro de mí«. Y que como sentía el filósofo marxista de origen judío Walter Benjamin, ‘¿Qué hacemos con las víctimas de la violencia? ¿Qué pasa con los perdedores, con los vencidos, con los desechos de la historia? ¿Podemos concebir alguna esperanza para ellos? ¿Se ha pronunciado ya la última palabra sobre su dolor y su muerte?’ Porque todo aquello, como muchos otros episodios infames de la historia, fue demasiado horrendo e inicuo como para permanecer callado y tenga que mantenerse para siempre oculto; porque «la injusticia clama al cielo» y es imposible no exponerla con claridad, para que se vindique el nombre de las víctimas inocentes y se haga justicia. Que no sirve decir aquello de que «lo pasado, pasado está«, que «la vida sigue» o que «el muerto al hoyo y el vivo al bollo» No, porque un mínimo sentido de justicia, ni mucho menos en el cristianismo, eso no cabe, y así lo sienten muchas personas reflexivas en su interior. Como escribe Manuel Fraijó sobre las «víctimas de la historia«:
«Sobre esta cuestión, el materialismo y la razón se declaran incompetentes. La religión en cambio, no olvida el pasado. Frente a la razón científica del materialismo se alza la razón anamnética de la religión. La dignidad de la religión tiene que ver con su cultura del recuerdo. La religión salva así al pasado de un olvido seguro. La teología deja abierto lo que la ciencia declara cerrado. Al venir de muy lejos, la religión ha acumulado mucha historia y se niega a relegarla al olvido. La tradición bíblica no archiva las causas de las víctimas de la injusticia. Sabe que ahí hay derechos pendientes y mantiene abiertos sus expedientes».
«La tradición religiosa ofrece una respuesta serena a ese dilema. Encomienda las víctimas del pasado al Dios del futuro, al Dios que resucita a los muertos. Desde esa confianza en la instauración de una armonía final, el hombre religioso puede, si no ser feliz -cosa a todas luces desmesurada-, al menos alcanzar una paz de fondo». – A Vueltas con la Religión, Verbo Divino, 1998.
Cuando se acepta que, como dijo Nietzsche, «Dios ha muerto porque nosotros mismos lo hemos matado«, debido a la acepción de las ideas de la Ilustración (diosa «razón»), desaparece toda esperanza de resarcir la injusticia de la historia. Desaparecida como referencia toda la herencia espiritual de Israel y del cristiansmo, cada persona se forma su propio sistema de valores donde muy a menudo la esperanza no existe. Adela Cortina lo expresa muy bien cuando dice:
«La religión dice que «Dios existe» y eso es una buena noticia; es por lo tanto fuente de sentido y esperanza. Porque si Dios no existe no hay ninguna posibilidad de redimir la injusticia de la historia«.- Adela Cortina (1947), conferencia a del 10/08/2009 en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), dentro de la Escuela de Teología «Karl Rahner-Hans U. Balthasar.» Judaísmo, Cristianismo e Islam: tres religiones en diálogo«.
La posición valiente de Leon Schawarzbaum y de otros al dar testimonio de hechos llenos de maldad, ha logrado que se lleguen a conocer por la opinión pública, sobre todo por las nuevas generaciones, y han ayudado a «conocer la historia para que ésta nunca más se repita«. Pero ¿que ocurre con la gran cantidad de hechos horrendos que habrán tenido lugar a lo largo de la historia humana pero de los que no hay registro alguno? Hay unas palabras que llenan de confianza cuando nos damos cuenta de la gran cantidad de maldad que ha conocido la historia y que hasta ahora nadie ha conocido:
«Porque todo lo que esté escondido se descubrirá, y todo lo que se mantenga en secreto llegará a conocerse«.- Lucas 8:17, TLA.
Esteban López


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