Herbert Haag, erudición y humanidad

haagkungHerbert Haag nació en Singen Hohentwiel, Suiza. En 1942 obtiene su doctorado en teología en la Universidad de Friburgo. Desde 1948-1960 fue profesor de Antiguo Testamento en la facultad de teología de Lucerna, y desde 1960-1980 en la facultad católica de la Universidad de Tubinga. Así mismo, entre los años 1964-1973 fue presidente de la Asociación Bíblica Católica de Stuttgart. En 1980, se retiró a vivir en Lucerna hasta su muerte el 23 de agosto de 2001. Un año antes se le había otorgado el premio a los suizos más valientes.

Herbert Haag fue uno de los más grandes teólogos de la actualidad especializado en el estudio de la Sagrada Escritura. Mostró siempre su compromiso a favor de una iglesia abierta al mundo actual. Nunca le pareció bíblica la organización jerárquica actual de la Iglesia Católica ni la discriminación de la mujer que se hace en ella. También lamentó que la Iglesia Católica no firmara la Declaración de Derechos Humanos del Consejo de Europa en Estrasburgo en 1950. Como pastor y predicador, profesor y periodista, llevó a cabo impulsos importantes de crítica leal a la iglesia católica. En sus memorias «Mi viaje con la iglesia» (Benzinger Verlag), proporciona una visión profunda de las transformaciones de la exégesis, la libertad teológica del presente y el futuro impulsadas por el Concilio Vaticano II, mostrando además su profunda preocupación por los riesgos de una «vuelta atrás«. Sus memorias son una súplica para una iglesia más humana.

Herbert Haag fue amigo personal del teólogo Hans Küng durante muchos años y lo defendió enérgicamente cuando Küng fue censurado por la Congregación para la Doctrina de la Fe, antigua Inquisición. En la foto puede verse a Herbert Haag junto a Hans Küng, en cuyo rostro puede apreciarse la extrema tensión por la que estaba pasando en el momento en que su obra estaba siendo juzgada y analizada por la comisión de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Pero aún a riesgo de ganarse la enemistad de los círculos más conservadores de la iglesia católica, en una carta valiente en defensa de su amigo, Herbert Haag escribió entre otras cosas:

«En cumplimiento de un decreto de la Congregación de la Fe, emitido el 15 de diciembre de 1979, y confirmado por el papa Wojtyla el 30 del mismo mes, el obispo de Rottenburg, Georg Moser, ha privado a Hans Küng, profesor de Teología Dogmática y Ecuménica en Tubinga, del derecho a enseñar como teólogo católico. La causa del conflicto, su larga prehistoria y la última fase de su desarrollo siguen constituyendo un enigma para la opinión pública. Por eso, no es extraño que muchos hayan dado crédito a la declaración del cardenal Höffner, y compartan la opinión de que Hans Küng, pese a sus ideas erróneas, ha rechazado durante diez años todas las invitaciones a un diálogo y, por tanto, debe sufrir las consecuencias de «una obstinación sin precedentes». Pero el cardenal olvida que se han celebrado varios coloquios, tanto en Roma como en Alemania, y que Hans Küng, mantuvo con él, en Stuttgart, un diálogo de cuatro horas el 22 de enero de 1977. Además, la opinión pública no puede sospechar que, en la terminología romana empleada por el cardenal, disposición para el diálogo equivale a sumisión. Otros teólogos sometidos a proceso mostraron ‘mayor disposición para el diálogo’ que Küng; sin embargo, sólo escaparon a las medidas disciplinarias de Roma cuando aceptaron someterse. Baste recordar, junto a los numerosos procesos de los últimos decenios, los casos recientes del dominico alemán Pfürtner, profesor de Teología Moral en Friburgo, de Suiza, y del dominico francés, Jacques Pohier, profesor en París; ambos acudieron a Roma y, tras el ‘diálogo’, fueron depuestos.

«Tal es, por ahora, el último episodio de unahaag2 pugna que ha sido presentada a la opinión pública, desconcertada en su mayoría, como un combate por la verdad, pero en la que los iniciados ven con claridad creciente una lucha por el poder. Los hechos se prestan a múltiples reflexiones y consecuencias; pero aquí sólo podemos indicar algunas.

1. Una vez más ha quedado patente que no es tan fácil respetar los derechos humanos en la Iglesia como exigirlos en Polonia, México y Estados Unidos.

2. Es realmente envidiable una Iglesia que, ante peligros mucho más graves y ante una silenciosa deserción en masa, puede permitirse el lujo de desgarrarse en la polémica sobre unas fórmulas dogmáticas que Küng no niega, sino traduce a un lenguaje comprensible para el hombre de hoy. Cardenales y obispos suelen apelar a este respecto el ‘sensus fidelium’, a la sensibilidad de los creyentes. Pero el hecho es que la mayoría de los fieles consideran más provechoso y más cercano al Evangelio el lenguaje de Küng que el de los obispos.

3. ¡Poca credibilidad y poder de convicción debe de tener una Iglesia que, al parecer, se considera demasiado débil para digerir a un hombre como Küng! Y cabe preguntar también cómo se pueden justificar, a la vista de las múltiples necesidades existentes en el mundo, los gastos -documentos y notas con millones de ejemplares, pastorales de los distintos obispos, homilía de todo el Episcopado- financiados por el contribuyente alemán.

4. Desde el Concilio, Roma suele reconocer y proclamar la libertad de la Investigación teológica cada vez que toma medidas disciplinarias o insiste en la doctrina tradicional. Así ha sucedido también en este caso. Pero es un reconocimiento de pura fórmula. ¿Cómo se puede hablar de investigación libre cuando están fijadas de antemano las conclusiones y cuando es castigado como extraviado quien llega a conclusiones diferentes en el marco de una clara confesión de fe en Jesucristo y en su Iglesia?

herbert_haag5. El ataque a Küng entraña, pues, el peligro de que en adelante sólo pueda enseñarse en las aulas de las universidades, santuarios de la libertad de investigación, lo que los obispos y la curia quieren escuchar. El mensaje cristiano corre así el riesgo de anquilosarse en una fe literal y formulista. ¡Con qué falta de apertura espiritual se van a formar los futuros sacerdotes y profesores de religión! ¿Para qué, entonces, seguir enseñando teología en las universidades alemanas?

6. En el procedimiento contra Küng se echa de menos esa equidad y transparencia que hoy exige imperiosamente la conciencia pública y a la que tiene derecho cualquier ciudadano. Ese procedimiento ha vuelto a crear en la Iglesia un clima de desconfianza, denuncia y arbitrariedad que parecía superado desde el Vaticano II.

7. Es contrario al espíritu y la letra del concordato con el Tercer Reich (válido sólo para Württenberg) que se tomen en Roma decisiones que, según dicho concordato, competen al obispo del lugar, quedando éste reducido a mero órgano ejecutor. Las Instancias civiles competentes deberían analizar urgentemente la forma intolerable en que las autoridades romanas están influyendo cada vez más directamente en la concesión de la licencia eclesiástica para enseñar y en la elección de profesores.

8. La Nunciatura Apostólica de Bonn desempeña un papel especial en esta injerencia de Roma. Así, a Küng no le comunicó la privación de la licencia canónica el obispo competente de acuerdo con el concordato, sino la Nunciatura Apostólica. El ministro federal de Asuntos Exteriores debería examinar cuidadosamente cómo se compagina con el estatuto de un diplomático acreditado ante el Gobierno federal el hecho de actuar como una instancia ‘secreta’ de supervisión que ejerce un amplio influjo en la política alemana de educación y ciencia. ¿Qué se diría si el embajador soviético interviniera en el nombramiento de los catedráticos de eslavística?

En los últimos tiempos, la Iglesia católica ha dado demasiadas muestras de la fortaleza de su posición. Tales tiempos deberían terminar con el caso de Küng. La opinión pública ha adquirido una nueva sensibilidad ante los abusos de poder por parte de la Iglesia. Por tanto, es de esperar que también las organizaciones católicas, en todos los niveles, discutan con toda seriedad los últimos acontecimientos y, para honra y credibilidad de la Iglesia, exijan una revisión de las medidas tomadas contra Küng».

-Herbert Haag, enero 1980.

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