Para muchas personas ésta es la cara de un ángel. Lou Xiaoying ha dedicado su vida a reciclar basura. Un día de 1972 encontró un bebé, una niña abandonada en la calle y echada sobre un montón de basura. Ella explicó que esa niña «habría muerto si no la hubiéramos rescatado y llevado con nosotros.» Mientras que ella y su esposo vieron a la niña crecer, se dio cuenta de que tenía un amor real para cuidar niños. Decía,
«si podíamos recoger basura para reciclarla, ¿no podíamos también recoger a esos pobres niños?»
Lou tiene ya una hija biológica y ha rescatado a más de 30 bebés a lo largo de su vida, desde que a la edad de 44 años empezó a recogerlos. Su ejemplo de bondad ha hecho que muchos la consideren una heroína, sobre todo en un país como China, donde desde hace años se ha impuesto la política del hijo único.
En una nota publicada en el diario británico Daily Mail, Lou Xiaoying, que entonces tenía 88 años de edad, señaló que «estos niños necesitan amor y cuidado. Ellos son preciosas vidas humanas. No entiendo cómo la gente puede dejar a un bebé tan vulnerable en las calles«.
Su esposo murió hace 19 años. Juntos criaron cuatro de los niños abandonados y ayudaron al resto a encontrar un hogar. Su hijo adoptivo más joven, un niño llamado Zhang Qilin, estaba en un cubo de basura cuando ella lo encontró. A pesar de que tenía 82 años entonces, decidió llevárselo con ella. Le dio un nombre chino que significa «precioso», «excepcional». Lou es muy respetada en su comunidad como una heroína local que salva a niños a pesar de su carencia de dinero y poder.
La asociación «China Aid«, un grupo que promueve la libertad religiosa y ayuda a las víctimas de violaciones de derechos humanos, dice que existen historias similares de personas «recogiendo niños de las calles en China«. Indican que si a las parejas solo se les permite tener un hijo, ellos elegirán abandonar a la niña no querida, porque «cada familia quiere un hijo varón» .
El ejemplo de Lou Xiaoying muestra cuánto bien pueden lograr el amor desinteresado y el altruismo. Ella podría haber obrado de otro modo. Quizá pensar que su familia y ella eran ya muy pobres, que aquello solo le traería más incomodidades y dolores de cabeza. Pero esa opción ni siquiera la contempló. Desde lo más profundo de su corazón emanó la fuerza irresistible de la bondad y la compasión. Quizá recordó aquellas palabras de Kung Fu Tse (Confucio), 551-479 a. C. (El confucianismo no es una religión, es una ética que ha conformado buena parte de la mentalidad de la gente tanto en China como en Japón. Ni siquiera el régimen comunista chino logró erradicarlo.)
«Hay tres veces tres cosas que no deben olvidarse:
Ser claro en la visión,
rápido en el escuchar,
afectuoso en la expresión,
respetuoso en la conducta,
verdadero en la palabra,
serio en el deber,
inquisitivo en la duda,
dueño de sí mismo en la ira,
benigno y justo cuando el carro del triunfo se ha detenido en nuestra puerta».
Pero ese ejemplo trae a colación otras reflexiones sobre la clase de mundo que tanto en China como en occidente hacemos entre todos. Por ejemplo, ¿puede llamarse «humana» una determinada sociedad que hace que se tiren sus bebés a la basura; que se prefiera a los niños en lugar de a las niñas; que se aborten millones de seres humanos todavía no nacidos; que por imperativo del sistema económico se margine a muchos jóvenes y se «jubile» antes de tiempo a personas de mediana edad sin que puedan trabajar; que se explote de manera despiadada a los trabajadores con la excusa de que hay crisis; o que se «aparque» de la sociedad a los mayores, a menudo en frías residencias, desaprovechando el valor de su experiencia y sabiduría? ¿Es humana una sociedad donde no es raro que se alabe el simple materialismo, el placer hedonista, la inmediatez, el «aprovechar el momento,» el «primero yo» o que en muchos de sus anuncios publicitarios parezca que toda la humanidad sea guapa y joven?
Gracias Lou Xiaoying.
Esteban López
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