Aldo Moro, diálogo y concordia

Aldo Moro

Dice Aristóteles (384-322 a. C.), que la política es el fin superior cuando lo que busca es lo mejor para el hombre. Un buen político, como era el caso de Pericles (495-429 a. C.), es aquel que tiene capacidad de ejecución, entendimiento y de mando. Pero la sagacidad y la astucia son positivos solo si el fin que persiguen es bueno. La acción política debería tener su raíz en la virtud moral.

Sin embargo, cada día son más las personas que sienten gran desafección por la política. A ello ha contribuido el mal ejemplo de políticos que en lugar de trabajar para el interés del pueblo, han aprovechado su posición para enriquecerse ellos mismos, produciendo infinidad de casos de corrupción y dolor ajeno.

Otro factor que ha contribuido a mirar la política a distancia es la vergonzosa y despiadada lucha política que a menudo tiene lugar entre políticos de diferentes facciones. Quizá lo que les mueva sea la avaricia o la sed de poder, pero el espectáculo que la opinión pública observa a menudo hace que todo eso le repela hasta la náusea. Sería de esperar que un político responsable se centrara solo en el interés y en las necesidades reales de la gente, pero lo que aparta a muchas personas sensatas es el sectarismo pueril que muchas veces los políticos manifiestan. Incluso la oposición no suele verse como simple rival respetado, sino como «el enemigo», uno que hay que desprestigiar a toda costa y destruir como sea.

El escritor, jurista y político ilustrado español Gaspar Melchor de Jovellanos, (1744–1811) escribió, “Admiro a quien defiende la verdad y se sacrifica por sus ideas, pero no a quienes sacrifican a otros por sus ideas”. En política eso se ha hecho de un modo constante y no solo simbólicamente sino también físicamente. Se podría citar infinidad de ejemplos pero solo uno bastará para ilustrar.

Aldo Moro

Aldo Moro (1916-1978) por ejemplo, había sido dos veces primer ministro de Italia. Era un hombre de paz, de reconciliación, y en las lides políticas un gran negociador. De hecho estuvo a punto de lograr un gran pacto entre su partido Demócrata Cristiano y el Partido Comunista para que Italia pudiera afrontar la severa crisis económica que tenía lugar en esos momentos. Pero aquella idea no era del agrado de muchos, entre ellos Estados Unidos y la Unión Soviética.

Su historia entristece sobremanera a cuantos le recuerdan porque en cierto momento de su actividad mediadora fue secuestrado por el grupo terrorista Brigadas Rojas. Desde su cautiverio, Aldo escribía cartas desesperadas a colegas políticos de muchos años para que pudieran lograr su liberación. Fueron más de 80. Sin embargo, llegó un momento en que se dio cuenta de la extrema soledad en la que se encontraba. Aquellas cartas eran el grito desesperado de un ser humano que sabía que iba a morir a pesar de todos sus incansables esfuerzos por conciliar la política italiana. Eran las cartas de un hombre absolutamente solo en el momento más crítico de su vida. Llegó a escribir a sus propios compañeros de partido, «mi sangre caerá sobre vosotros«.

Sin embargo, existían demasiados intereses políticos. Ahora sus “amigos” y colegas políticos simplemente habían “desaparecido”. Apenas se movía un dedo para conseguir su liberación a pesar de los esfuerzos de su familia y del propio Papa Pablo VI. Finalmente el cuerpo de Aldo Moro fue hallado muerto en el maletero de un coche. Era el 9 de mayo de 1978. Las fotografías de Aldo, inerte e indefenso, dentro de un Renault 4 rojo dieron la vuelta al mundo y el hecho consternó profundamente a la opinión pública mundial. Era la triste y desgarradora imagen del ser humano, absolutamente solo en el más oscuro y contradictorio de los mundos. Se da la circunstancia de que ese mismo día era asesinado también Giuseppe Peppino Impastato (1948-1978), con solo treinta años, quien se había rebelado desde hacía tiempo contra la mafia italiana y había estado luchando durante los últimos años de su vida contra toda su corrupción. Como dice un antiguo sabio de la antigüedad, 

«Todo esto he visto al entregarme de lleno a conocer lo que se hace en este mundo y el poder que el hombre tiene de hacer daño a sus semejantes«.- Eclesiastés 8:9 DHH.

Aquella situación política explosiva y su desarrollo posterior expuso a las claras cuántos intereses espúreos ocultos se mueven a menudo en la política, hasta el extremo de que incluso hasta el día de hoy no se sabe a ciencia cierta quién estuvo realmente detrás de su asesinato. Sin embargo, en unas declaraciones posteriores la viuda de Alfo Moro afirmía que durante un encuentro con Henry Kissinger y un oficial de inteligencia norteamericano, éstos mostraron su malestar por el intento de introducir al partido comunista dentro del gobierno, afirmando:

«Debe abandonar su política de colaboración con todas las fuerzas políticas de su país… o lo pagará más caro que el chileno Salvador Allende, nosotros jamás perdonamos». – Sergio Zavoli, «La notte della Repubblica«, Roma, Nuova Eri, 1992.

Según explicó su esposa, Aldo Moro quedó profundamente afectado por la amenaza hasta el extremo de enfermar y pensar seriamente en dejar la política. Visto lo que sucedió después, no cabe duda de que hubiera sido lo mejor para él. Pero Aldo creía sinceramente en la concordia entre la gente, incluso entre las distintas fuerzas políticas de su país para lograr el mayor bien común y se mantuvo con valor en aquel propósito.

Algunos han visto en el contenido de sus cartas momentos de debilidad y hasta de miedo. Pero, ¿quién puede recriminar su humanidad en aquella hora tan dura y oscura para él? Solo desde un sentir compasivo y de empatía por su extremo dolor y desesperación, su recuerdo permanecerá en el corazón de muchas personas, como el de otros muchos seres humanos que lucharon hasta el final por la paz. 

«Si fuera posible decir: saltemos esta hora y vayamos directamente a esto mañana, creo que todos estaríamos de acuerdo en hacerlo, pero, queridos amigos, no es posible; hoy tenemos que vivir, hoy es nuestra responsabilidad. Se trata de ser valiente y seguro al mismo tiempo, se trata de vivir el tiempo que se nos ha dado con todas sus dificultades … Caminamos juntos porque el futuro todavía nos pertenece en gran medida».- Aldo Moro, 1916-1978 .

«Si a las personas se les enseñara belleza, se les daría un arma contra la resignación, el miedo y el silencio… Es por eso que las personas deben ser educadas en belleza: para que los hombres y las mujeres ya no tengan el hábito de la resignación y mantengan viva la curiosidad y el asombro”. .- Peppino Impastato (1948-1978), “Per non dimenticare” (para no olvidar).

Esteban López

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