A veces parece que el destino propicie que ciertos hombres sean protagonistas circunstanciales en momentos de especial trascendencia histórica. Este fue el caso de John Adams (1735 – 1826), uno de los redactores, junto a Thomas Jefferson y Benjamin Franklin, de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos del 4 de julio de 1776.
Ese texto, se leyó solemnemente en Filadelfia, y constituye todavía hoy uno de los textos más innovadores y trascendentes de la historia contemporánea. En él quedaron proclamados dos principios básicos que recogieron posteriormente los grandes textos sobre derechos fundamentales: «libertad e igualdad».
Esa Declaración dice entre otras cosas:
«Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma de gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene el derecho a reformarla o abolirla e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios, y a organizar sus poderes en la forma que a su juicio ofrecerá las mayores probabilidades de alcanzar su seguridad y felicidad».
Puede leerse aquí la Declaración completa.
Este es un caso típico de independencia de colonias pertenecientes a cierta potencia, en este caso Gran Bretaña, y así mismo fue sucediendo en otras colonias africanas y en otras partes del mundo. De hecho, en la actualidad dos diferentes resoluciones del Consejo General de las Naciones Unidas reconocen que el derecho a la autodeterminación de los pueblos es posible en el caso de colonias así, no en el caso de los diferentes pueblos culturales pertenecientes a un Estado democrático de derecho con larga trayectoria en su haber.
Thomas Jefferson
Thomas Jefferson, (1743-1826), es reconocido como uno de los más grandes presidentes de los Estados Unidos. Fue el tercer presidente del país y autor principal de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de 1776, encarna al típico representante de los valores de la Ilustración. De hecho tenía contacto con muchos intelectuales tanto franceses como ingleses relacionados con ella. Fundador de la Universidad de Virginia (declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1987), siempre defendió la separación entre Iglesia y Estado.
Jefferson amaba conocer toda clase ciencias y artes, llegando a poseer uno de los más grandes bagajes intelectuales que han existido. Solo como anécdota, cuando en 1962 el presidente Kennedy invitó a la Casa Blanca a 49 Premios Nobel, dijo:
«Creo que esta es la colección más extraordinaria de talento y del saber humano que jamás se haya reunido en la Casa Blanca —con la posible excepción de cuando Thomas Jefferson cenaba solo«.
Murió el 4 de julio de 1826, cincuenta años después de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos y solo unas horas antes que su predecesor en la presidencia, amigo y rival electoral John Adams.
En una carta que escribió en 1786 dirigida a su amigo George Wythe, decía:
«Creo que la ley más importante con diferencia de todo nuestro código es la de la difusión del conocimiento entre el pueblo. No se puede idear otro fundamento seguro para conservar la libertad y la felicidad. […] Aboga, mi estimado compañero, por una cruzada contra la ignorancia; establece y mejora la ley de educar a la gente común. Informa a nuestros compatriotas […] de que el impuesto que se pague con el propósito [de educar] no es más que la milésima parte de lo que se tendrá que pagar a los reyes, sacerdotes y nobles que ascenderán al poder si dejamos al pueblo en ignorancia».
En otra carta diferente y dirigida a otro amigo, escribió:
«Creo, sinceramente, con ustedes, que los establecimientos bancarios son más peligrosos que los ejércitos permanentes y que el principio de gastar dinero para ser pagado por la posteridad, bajo el nombre de la financiación, es sin embargo una estafa futura a gran escala. El sistema de la banca nosotros lo hemos reprobado por igual. Yo lo contemplo como un borrón en todas nuestras constituciones, que, si no se protegen, terminará en su destrucción, ya que ya están siendo golpeadas por los jugadores corruptos, y está arrasando en su progreso, la fortuna y la moral de nuestros ciudadanos«. – Letter to John Taylor, 28 de mayo 1826.
Hace algún tiempo se produjo una serie histórica sobre John Adams, quien también llegó a ser el segundo presidente de los Estados Unidos. Esta es la inspirada banda sonora de la interesante serie, donde los violines van in crescendo hasta el apoteosis final.
Se incluye también la reconstrucción de la proclamación de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos adoptada el 4 de julio de 1776. Esta Declaración fue uno de los primeros precedentes que sentó las bases de la posterior Declaración Universal de los Derechos Humanos. Ilustra lo que puede lograr la voluntad humana cuando coopera junto con otras, en este caso: dejar de ser «lejanas colonias» para llegar a ser un nuevo país. La secuencia muestra además, como parece que fue el caso de John Adams, que detrás de un gran hombre a menudo suele haber también una gran mujer y viceversa. Llama la atención incluso el modo cariñoso con el que llama John Adams a su esposa, según se muestra en las cartas originales: «mi querida esposa y amiga«. Una preciosa complicidad de amor y amistad que denota afinidad en sentir y en propósito de vida.
Excelente serie histórica absolutamente recomendada.
Esteban López