Martin Niemöller fue un importante pastor protestante alemán que se opuso al nazismo. Por su oposición al control estatal nazi sobre las iglesias, Niemöller fue arrestado el 1 de julio de 1937 y entregado a un Tribunal Especial el 2 de marzo de 1938 para ser juzgado por actividades contra el Estado. Fue condenado a siete meses de cárcel y una multa de 2.000 marcos.
Como el tiempo que había estado detenido superaba la condena de prisión, fue liberado por el tribunal tras el juicio. Sin embargo, justo después de abandonar el tribunal, fue arrestado de nuevo por la Gestapo de Heinrich Himmler, posiblemente porque Rudolf Hess encontró la sentencia demasiado benigna y decidió una acción sin piedad contra él. Fue internado en los campos de concentración Sachsenhausen y de Dachau desde 1938 hasta 1945.
En su obra «El silencio de las iglesias católica y protestante ante el
holocausto«, Teresa Mª Mayor Ferrándiz escribe:
«El día 22 de julio de 1933 Hitler, en uno de sus discursos, anunció su plan de crear una Iglesia unida al Tercer Reich. Dicha Iglesia se fundó en un sínodo celebrado el 27 de septiembre de ese mismo año y el obispo Ludwig Müller se convirtió en el primer obispo nazi. Un periódico protestante, de ideología liberal y crítico con el nazismo, ridiculizó este singular “acontecimiento”:
Oficio religioso. El himno de apertura ha concluido. El pastor se pone de
pie ante el altar y toma la palabra:
“Se solicita a los no arios que abandonen el templo”.
Nadie se mueve.
“Se solicita a los no arios que abandonen el templo inmediatamente”.
Otra vez todos permanecieron inmóviles.
“Se solicita a los no arios que abandonen inmediatamente el templo”.
En ese momento Cristo desciende del altar y sale».
El director del periódico fue detenido y enviado a un campo de concentración.
«El antijudaísmo tradicional estaba tan firmemente arraigado en la mayoría de los creyentes cristianos, que éstos seguían mostrando un antisemitismo más o menos “moderado”, que toleraba, sin protestar, los excesos nazis sin ningún tipo de cuestionamiento. Como ejemplo de lo dicho, podemos citar que, en octubre de 1938, en “La Civilitá Católica”, un diario editado por los jesuitas y controlado por el Vaticano, se publicó un artículo en el que se decía que “el judaísmo es siniestro y que los judíos intentan tomar el control del mundo mediante el dinero y la secularización”. Tan sólo unos pocos pastores protestantes se atrevieron a mostrarse públicamente como antinazis y fundar una Iglesia disidente de la oficial: la Iglesia Confesante, donde destacaron los pastores Wilhelm Vischer, Martin Niemöller, Heinrich Grüber, Dietrich Bonhoeffer y el suizo Karl Barth. Todos ellos denunciaron el genocidio y algunos se comprometieron tratando de salvar la vida a muchos judíos. Muchos de estos hombres, justos y compasivos, acabaron sufriendo ellos mismos la muerte, como le ocurrió al pastor Dietrich Bonhoeffer (1906-1945), que fue condenado a muerte y ahorcado en en campo de concentración de Flossenbürg, y la tortura, como le sucedió al pastor Heinrich Grüber que fue enviado al campo de concentración de Sachsenhausen y, luego, al de Dachau. Sin embargo el pastor Heinrich Grüber (1981-1975) tuvo suerte, pudo sobrevivir, aunque, a consecuencia de las torturas y de las constantes palizas, perdió toda su dentadura…
«Para el pastor Dietrich Bonheoffer la cristiandad no debía callar ante las injusticias. Por eso afirmaba con contundencia: “¡Sólo quien grite por los judíos tiene derecho a cantar gregoriano!”. Llegó a afirmar que el “pecado original” de muchos de sus compatriotas era el antisemitismo. Para Dietrich Bonhoeffer la persecución a los judíos fue la principal razón que le impulsó a combatir el nazismo. También resaltaba motivos teológicos porque es evidente que la fe cristiana tiene unas indiscutibles raíces judías:
“El Dios de los judíos es también el Dios del Nuevo Testamento”, “Expulsar a los judíos de Occidente acarrea necesariamente consigo la expulsión de Cristo, porque Jesucristo era judío”. Sus valientes palabras y su comprometida trayectoria vital contrastaban con una seria advertencia, pro-nazi, del obispo bávaro Hans Meiser, en la que llegó a afirmar que todo aquel que criticara las Leyes de Núremberg “se haría responsable de su propio martirio”. La cruel y cómplice “indiferencia” de muchos alemanes, ante tales masacres, fue denunciada por otro famoso pastor de la Iglesia Confesante, Martín Niemöller (1892-1984), que, también, reaccionó contra el nazismo en 1933 y, por ello, estuvo preso en los campos de concentración de Sachsenhausen. Niemöller fue detenido por la Gestapo el 1 de julio de 1937. Estuvo preso en el campo de concentración de Sachsenhausen, cercano a Berlín, en una celda especial que venía a ser como una especie de prisión dentro de otra prisión, donde estaban retenidos prisioneros especiales, como el comunista George Elser, que había atentado contra Hitler, y el político español Largo Caballero, y, posteriormente fue trasladado al campo de Dachau, donde permaneció hasta 1945, como ya hemos señalado».
– Teresa Mª Mayor Ferrándiz, «El silencio de las iglesias católica y protestante ante el
holocausto«, Revista de Claseshistoria, Publicación digital de Historia y Ciencias Sociales Artículo Nº 267, 15 de diciembre de 2011.
Después de la Segunda Guerra Mundial Niemöller promovió la Declaración de Culpabilidad de Stuttgart, firmada por diversos líderes del protestantismo alemán, en la que se reconocía que las iglesias no habían hecho lo suficiente para combatir el nazismo. En 1961 fue nombrado presidente del Consejo Mundial de Iglesias, además de desarrollar durante la Guerra Fría una firme oposición a las armas nucleares.
Es el autor de la interesante y conocida reflexión:
«Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista,
«Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata,
«Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista,
«Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío,
«Cuando vinieron a buscarme a mí,
no había nadie más que pudiera protestar».
Martin Niemöller (1892-1984)
Sobre ese difícil período de los cristianos en Alemania, Hans Küng escribe:
«Cuando la situación se hizo crítica … se fundó -a pesar de todos los intentos de coordinación de parte del Estado y a pesar de la persecución- la Iglesia Confesante, inspirada en el suizo Karl Barth, profesor de teología reformada, que enseñaba entonces en Bonn. Él y los defensores de la «teología dialéctica» querían hacer valer la «soberanía de Cristo» sobre todos los ámbitos, también el del Estado.
«Todo esto tuvo su expresión visible en el Sínodo Confesante de Barmen, celebrado en mayo de 1934, donde se pronunció una clara confesión de Jesucristo como «Señor» único de la Iglesia, lo que equivalía a un rechazo nítido del «principio del Führer» en el sentido nacionalsocialista.» Pero la Iglesia Confesante no quiso manifestarse entonces sobre la cuestión judía, sobre todo porque su elevada cristología dogmática no sabía qué hacer muy bien con el judío Jesús. Karl barth fue alejado entonces de su cátedra y vivió entonces en Basilea. Y solo en mayo del 1936, la dirección eclesiástica provisional de la Iglesia Confesante redactó un memorandum contra la política racial y contra las arbitrariedades del régimen. Martin Niemöller fue deportado en 1937 a un campo de concentración. Y Dietrich Bonhoeffer, aladid de la lucha contra la persecución y exterminio de los judíos, a quien se le prohibió hablar y escribir, se unió en 1940, cenit del poder alemán, a un grupo de oposición política y fue ejecutado tras el atentado que sufrió Hitler el 20 de julio de 1944. Pero esa Iglesia Confesante que se apoyaba solo en el evangelio, pudo mantenerse en pie hasta el final de la guerra, a pesar de todas las tensiones cada vez más graves, entre la Iglesia y el régimen. En aquel tiempo, ella fue un apoyo no solo para muchos párrocos, sino también para innumerables creyentes. en el censo de 1940, el 95% de los alemanes declararon -para decepción de los que dominaban- su fidelidad a sus respectivas Iglesias, a la evangélica o a la católica».
– Hans Küng, «El judaísmo. Pasado, presente y futuro,» 241, 242, Trotta 1993.
Véase también El derecho a la libertad de conciencia