La humildad se define como virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con ese conocimiento (RAE).
A veces parece que es difícil de entender que, como humanos, tenemos muchas razones para ser humildes, pues casi todo lo que somos y mucho de lo que tenemos nos ha sido dado. Para empezar, la vida, ese milagro propiciado por nuestros padres e iniciativa de Dios. Lo mismo podría decirse por ejemplo de la inteligencia, la belleza y otros talentos. Nada de todo eso es el resultado de la habilidad o la pericia de uno. Todo es en realidad un regalo del cielo. De ahí que a medida que pasan los años de vida, muchas personas se sientan humildes y profundamente agradecidas por dones que no pidieron, pero que recibieron de manera completamente gratis.
Nadie desea estar mucho tiempo con alguien orgulloso o arrogante. Tampoco con alguien que nunca pide perdón por sus faltas. En cambio, una persona humilde, consciente de sus limitaciones y que actúa en armonía con ello, es siempre apreciada por la mayoría de la gente.
Según el Evangelio, la humildad no es cualquier cosa; es nada menos que un fruto del espíritu de Dios:
«En cambio, lo que el Espíritu produce es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. Contra tales cosas no hay ley«. – Gálatas 5:22, 23, DHH.

En las Escrituras aparecen ejemplos de personas que fueron, es verdad, grandes en fama, pero que también fueron humildes. Por ejemplo, de Moisés se dice que «era un hombre muy humilde, más que cualquier otro hombre sobre la faz de la tierra» (Números 12:3, LBLA). Había tenido la oportunidad y el desafío de ser usado por Dios para sacar al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto, toda una hazaña en su día, pero todavía supo mantener una mentalidad humilde (heb. anava, ‘mansedumbre’) la mayor parte de su vida.
Cuando una joven judía llamada María fue elegida por Dios para traer a su Hijo a la tierra, ésta exclamó agradecida:
«Mi alma engrandece al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. Porque ha mirado la humilde condición de esta su sierva; pues he aquí, desde ahora en adelante todas las generaciones me tendrán por bienaventurada» (Lucas 1:46-48, LBLA).
María reconocía su ‘humilde condición‘, pero Dios no veía en ella más que una inmensa grandeza de corazón. De ahí que fuera elegida. Por eso se dice que «Dios se opone a los orgullosos, pero ayuda con su bondad a los humildes» (1 Ped. 5:5, DHH).
El propio Jesús de Nazaret, cuya enseñanza y espíritu ha movido el corazón de millones de personas en todo el mundo, animaba a la gente a que cifrara su confianza en él en lugar de en los líderes religiosos de su día diciendo:
«Acepten mi enseñanza y aprendan de mí que soy paciente y humilde. Conmigo encontrarán descanso» – Mat. 11:29, PDT.
Hasta como quien habría de propiciar la salvación de toda la humanidad, la mayor hazaña de toda la historia, Cristo Jesús fue y es una persona humilde. De hecho se le llama «Rey humilde«, es decir, no altanero ni orgulloso (Mateo 21:4, 5, DHH). También, que daría su vida por toda la humanidad como un humilde cordero:
«Fue llevado como una oveja al matadero; como un cordero que se queda callado
delante de los que lo trasquilan, así tampoco abrió él la boca. Fue humillado, y no se le hizo justicia; ¿quién podrá hablar de su descendencia? Porque su vida fue arrancada de la tierra«. – Hechos 8:32-34, DHH.
Esas palabras de Hechos son citadas mucho antes del nacimiento de Cristo por el profeta Isaías:
«Todos nosotros nos perdimos como ovejas, siguiendo cada uno su propio camino, pero el Señor cargó sobre él la maldad de todos nosotros. Fue maltratado, pero se sometió humildemente, y ni siquiera abrió la boca; lo llevaron como cordero al matadero, y él se quedó callado, sin abrir la boca, como una oveja cuando la trasquilan. Se lo llevaron injustamente, y no hubo quien lo defendiera; nadie se preocupó de su destino. Lo arrancaron de esta tierra, le dieron muerte por los pecados de mi pueblo. Lo enterraron al lado de hombres malvados, lo sepultaron con gente perversa, aunque nunca cometió ningún crimen ni hubo engaño en su boca». – Isaías 53:6-9, DHH.
El mismo Jesús de Nazaret se preocupó de que sus amigos aprendieran la importancia de la humildad con las siguientes palabras y acción específica:
«Ustedes saben que los gobernantes de este mundo tratan a su pueblo con prepotencia y los funcionarios hacen alarde de su autoridad frente a los súbditos. Pero entre ustedes será diferente. El que quiera ser líder entre ustedes deberá ser sirviente, y el que quiera ser el primero entre ustedes deberá ser esclavo de los demás. Pues ni aun el Hijo del Hombre vino para que le sirvan, sino para servir a otros y para dar su vida en rescate por muchos«. – Mateo 10:42-45, NTV.
«Dios había enviado a Jesús, y Jesús lo sabía; y también sabía que regresaría para estar con Dios, pues Dios era su Padre y le había dado todo el poder. Por eso, mientras estaban cenando, Jesús se levantó de la mesa, se quitó su manto y se ató una toalla a la cintura. Luego echó agua en una palangana, y comenzó a enjuagar los pies de sus discípulos y a secárselos con la toalla«.- Juan 13:3-5, TLA.
La importancia de la humildad según las Escrituras
Todos esos ejemplos mencionados y muchos más, ilustran la importancia de la humildad, sin que ello signifique en absoluto falta de carácter. Algunas otras referencias bíblicas a la humildad, según la versión de la Biblia Dios Habla Hoy, podrían ser:
- «Tendrá compasión de los humildes y salvará la vida a los pobres«. – Salmos 72:13.
- «Señor, tú escuchas la oración de los humildes, tú los animas y los atiendes«. – Salmos 10:17.
- «El orgullo acarrea deshonra; la sabiduría está con los humildes«.- Proverbios 11:2.
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«Tras el orgullo viene el fracaso; tras la humildad, la prosperidad«. – Proverbios 18:12.
- «La humildad y la reverencia al Señor traen como premio riquezas, honores y vida«. -Proverbios 22:4.
- «Busquen al Señor todos ustedes, los humildes de este mundo, los que obedecen sus mandatos. Actúen con rectitud y humildad, y quizás así encontrarán refugio en el día de la ira del Señor«.- Sofonías 2:3.
- «Todo el tiempo he estado entre ustedes sirviendo al Señor con toda humildad, con muchas lágrimas y en medio de muchas pruebas». – Pablo de Tarso, Hechos 20:19.
- «No hagan nada por rivalidad o por orgullo, sino con humildad, y que cada uno considere a los demás como mejores que él mismo«. – Filipenses 2:3.
- «Dios los ama a ustedes y los ha escogido para que pertenezcan al pueblo santo. Revístanse de sentimientos de compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia«.- Colosenses 3:12.
- «Pero tú, hombre de Dios, huye de todo esto. Lleva una vida de rectitud, de piedad, de fe, de amor, de fortaleza en el sufrimiento y de humildad de corazón«. – 1 Timoteo 6:11.
- «Si entre ustedes hay alguno sabio y entendido, que lo demuestre con su buena conducta, con la humildad que su sabiduría le da». – Santiago 3.13.
- «Estén siempre preparados a responder a todo el que les pida razón de la esperanza que ustedes tienen, pero háganlo con humildad y respeto. Pórtense de tal modo que tengan tranquila su conciencia, para que los que hablan mal de su buena conducta como creyentes en Cristo, se avergüencen de sus propias palabras«. – 1 Pedro 3:15, 16.
- «Todos deben someterse unos a otros con humildad, porque: «Dios se opone a los orgullosos, pero ayuda con su bondad a los humildes«. – 1 Pedro 5:5.
El diccionario de la Real Academia Española recoge también la expresión «Humildad de garabato«, como aquella que es falsa o afectada. A veces esta clase de falsa humildad no es perceptible por otros. Sin embargo, según el Evangelio, es Dios mismo el que conoce muy bien el corazón humano y nada se le escapa. Sirva el siguiente pasaje como ejemplo de lo que se quiere decir:
«Jesús estaba una vez sentado frente a los cofres de las ofrendas, mirando cómo la gente echaba dinero en ellos. Muchos ricos echaban mucho dinero. En esto llegó una viuda pobre, y echó en uno de los cofres dos moneditas de cobre, de muy poco valor. Entonces Jesús llamó a sus discípulos, y les dijo:
—Les aseguro que esta viuda pobre ha dado más que todos los otros que echan dinero en los cofres; pues todos dan de lo que les sobra, pero ella, en su pobreza, ha dado todo lo que tenía para vivir«. – Marcos 12:41-44, DHH.
Paul Potts
El siguiente ejemplo es también muy ilustrativo. Es la historia de Paul Potts (1970), un empleado en una tienda de teléfonos móviles de Port Talbot, Gran Bretaña. Aunque procedía de una familia trabajadora, desde pequeño había desarrollado un gran amor por el canto. Participaba en el coro de la Iglesia de Cristo situada en Bristol y según dice él mismo, «tuvieron que ponerme en el desván del órgano porque cantaba más alto que todos los demás«.
Sin embargo, su camino no iba a ser nada fácil. Ya desde muy pequeño, Paul sufrió los desprecios de sus compañeros de clase por ser pobre, lo que hizo que bajara mucho su autoestima y se sumergiera todavía más en el mundo de la música como lugar de escape. Él mismo recuerda cuánto aprecio llegó a tener a la banda sonora original del filme E.T. el extraterrestre, y lo mucho que llegó a significar para él en aquella etapa de su vida.
A los catorce años tuvo un accidente contra un andamio mientras iba corriendo a la escuela, dejando uno de sus dientes dañados. A los dieciocho años, poco antes de sus exámenes pre-universitarios, fue atropellado por un automóvil rompiéndole una vértebra y dejándole con fuertes contusiones, algo que hizo que suspendiera los exámenes teniendo que esperar un año más para poder entrar en la universidad.
Paul estudiaría con el tiempo filosofía, teología y cine en la Universidad de Plymouth, pero después de graduarse pasó varios años organizando estanterías en un supermercado y más tarde como empleado en una tienda de teléfonos móviles. Aunque Paul seguía amando la música y el canto, en muchas ocasiones mantenía su talento en secreto. También había intentado participar en distintos concursos como cantante sin tener demasiado éxito. Paul enviaba cintas con su currículo a varios agentes de ópera, pero él mismo dice: “No obtuve una sola contestación. Nunca he tenido mucha confianza en mí mismo y comencé a preguntarme si todo esto valía la pena».
Sin embargo, no desistió en su empeño de lograr su sueño. Su oportunidad vino el 4 de marzo de 2007, cuando después de muchas dudas decidió participar en el concurso de televisión británico Britain’s Got Talent. En un mundo donde a veces los más arrogantes se abren las puertas a codazos, Paul aparecía sin llamar mucho la atención, tranquilo, sin ningún orgullo pero plenamente seguro de su talento. Venía ya de ‘haber dado muchos tiros‘ en su vida. Cantó una versión condensada del Nessum Dorma de Giacomo Puccini frente al jurado y ante un público de dos mil personas. Paul demostraría plenamente su inmenso talento pero también su discreción y humildad, en definitiva, su grandeza como ser humano. El resto es ya historia.
Esteban López
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