Quienes le conocieron dicen de él que era «un hombre entregado, sin deseos personales, sin ambición, de una sinceridad total y una humildad intelectual que solo buscaba servir donde y en el momento donde se sentía llamado… en la dura atmósfera de los debates parlamentarios, resultaba refrescante, buscando persuadir, teniendo en cuenta las objeciones, siempre con la misma calma y una eterna cortesía… jamás empleó un medio vulgar, exageró el peso de un argumento o levantó la voz… un verdadero demócrata, imaginativo y creador, combativo en su suavidad, siempre respetuoso del hombre, fiel a su vocación íntima que daba sentido a su vida».- René Lejeune, «Robert Schuman, padre de Europa», Ediciones Palabra, 2000.
Robert Schuman (1886-1963), fue un político francés de origen germano-luxemburgués, considerado como uno de los «padres de Europa» en referencia a su determinante participación en la creación de las Comunidades Europeas. Fue el promotor del «gran experimento» para establecer una Europa unida. Lo hacía en invitación solemne a las naciones democráticas europeas para que se asociaran con el propósito de edificar una «comunidad de destino» sin precedente en la historia. Era el 9 de mayo de 1950 cuando leía su declaración que dio lugar a la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, primer paso para la actual Comunidad Económica Europea (CEE),
Algo de su perfil humano
Robert Schuman nació en Luxemburgo. De padres católicos practicantes, fue su madre la que siempre le inculcó altos valores así como una firme convicción religiosa, algo que guiaría a Robert durante toda su vida. Sin embargo, la tragedia haría que perdiera muy pronto a sus padres siendo él todavía muy joven; primero a su padre. Y a su madre, con quien tuvo siempre una gran intimidad espiritual, la perdería en un terrible accidente de un carro tirado por caballos, algo que le causó un profundo dolor y el deseo incluso de entrar en un convento. Sin embargo su derrotero sería después diferente, aunque según él mismo decía, también sería una forma de «apostolado». La herencia recibida de parte de sus padres hizo que Robert Schuman nunca tuviera problemas económicos.
Estudió derecho en las universidades de Múnic, Bonn y Berlín, graduándose finalmente en la Universidad de Estrasburgo. Establecería su primer bufete de abogado en la ciudad de Metz. Después de la Primera Guerra Mundial, sus inicios en política fueron colaborar en la integración de Alsacia-Lorena de nuevo en Francia. También ayudó como diputado en la defensa de los intereses de la comunidad católica en un momento de gran laicismo en la Francia de entonces. Como demócrata convencido, Schuman siempre defendió la libertad de los padres para elegir qué formación deberían recibir sus hijos. Estaba convencido de que la acción de la Iglesia y del Estado deben complementarse, no oponerse, pero tampoco deben confundirse. La sociedad no es una teocracia, pero tampoco es un terreno de visión solo materialista, positivista o de autoridades hostiles al cristianismo. Los poderes públicos tienen el deber de no traspasar la linea de los derechos del hombre y la familia.
Durante la ocupación nazi de Francia, Schuman se niega a colaborar con las autoridades por lo que fue arrestado durante seis meses. Al final logra escapar a la Francia libre pero se recluye y esconde en distintos monasterios hasta que finaliza la guerra.
Después de aquella terrible contienda, Schuman logra ponerse en contacto con el general De Gaulle y se convierte en uno de los principales líderes de la Cuarta República Francesa. Ocupó diversos cargos ministeriales, entre ellos el de Ministro de Finanzas en el que luchó para fortalecer la economía de una Francia depauperada por la guerra. Schuman solía decir, «Dadme unas buenas finanzas y os daré una buena economía. Las finanzas son insensibles a cualquier ideología, a cualquier ilusión, tanto en el presupuesto de un Estado como en el de una familia… No menospreciamos los pequeños ahorros. La suma de los pequeños ahorros hacen grandes las grandes economías».
Robert Schuman ocupa también los cargos de jefe de gobierno y más tarde los de ministro de asuntos exteriores. Convencido de que era absolutamente necesario fortalecer los vínculos entre las distintas comunidades europeas, sobre todo entre Francia y Alemania. Su formación bilingüe le ayuda mucho en semejante cometido. El carbón y el acero habían sido siempre los principales materiales para la construcción de armas por parte de Francia y Alemania. De ahí que fuera tan hábil de parte de Schuman la creación de una Comunidad Europea del Carbón y del Acero. Francia y Alemania habían estado luchando en infinidad de guerras durante mil años. Era el momento ahora de acabar con ese viejo enfrentamiento y aprender a colaborar en eficaces y cruzados intereses. «Los amos de la historia«, había afirmado Schuman en una conferencia en 1946, «no son quienes se agitan en las candilejas del escenario. Lo más que pueden hacer es desviar pasajeramente el curso de la historia; no pueden orientarlo definitivamente. Hay un solo «Señor de la Historia» que orienta definitivamente el destino de los hombres según su plan: es el Todopoderoso, y escoge sus instrumentos entre los hombres de buena voluntad». – Pour Europe.
Texto íntegro Declaración de Robert Schuman, 9 de mayo de 1950
La paz mundial no puede salvaguardarse sin unos esfuerzos creadores equiparables a los peligros que la amenazan.
La contribución que una Europa organizada y viva puede aportar a la civilización es indispensable para el mantenimiento de unas relaciones pacíficas. Francia, defensora desde hace más de veinte años de una Europa unida, ha tenido siempre como objetivo esencial servir a la paz. Europa no se construyó y hubo la guerra.
Europa no se hará de una vez ni en una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho. La agrupación de las naciones europeas exige que la oposición secular entre Francia y Alemania quede superada, por lo que la acción emprendida debe afectar en primer lugar a Francia y Alemania.
Con este fin, el Gobierno francés propone actuar de inmediato sobre un punto limitado, pero decisivo.
El Gobierno francés propone que se someta el conjunto de la producción franco-alemana de carbón y de acero a una Alta Autoridad común, en una organización abierta a los demás países de Europa.
La puesta en común de las producciones de carbón y de acero garantizará inmediatamente la creación de bases comunes de desarrollo económico, primera etapa de la federación europea, y cambiará el destino de esas regiones, que durante tanto tiempo se han dedicado a la fabricación de armas, de las que ellas mismas han sido las primeras víctimas.
La solidaridad de producción que así se cree pondrá de manifiesto que cualquier guerra entre Francia y Alemania no sólo resulta impensable, sino materialmente imposible. La creación de esa potente unidad de producción, abierta a todos los países que deseen participar en ella, proporcionará a todos los países a los que agrupe los elementos fundamentales de la producción industrial en las mismas condiciones y sentará los cimientos reales de su unificación económica.
Dicha producción se ofrecerá a todo el mundo sin distinción ni exclusión, para contribuir al aumento del nivel de vida y al progreso de las obras de paz. Europa podrá, con mayores medios, proseguir la realización de una de sus tareas esenciales: el desarrollo del continente africano. De este modo, se llevará a cabo la fusión de intereses indispensables para la creación de una comunidad económica y se introducirá el fermento de una comunidad más amplia y más profunda entre países que durante tanto tiempo se han enfrentado en divisiones sangrientas.
Mediante la puesta en común de las producciones básicas y la creación de una Alta Autoridad de nuevo cuño, cuyas decisiones obligarán a Francia, Alemania y los países que se adhieran, esta propuesta sentará las primeras bases concretas de una federación europea indispensable para la preservación de la paz.
Para proseguir la realización de tales objetivos, el Gobierno francés está dispuesto a iniciar negociaciones según las siguientes bases.
La misión encomendada a la Alta Autoridad común consistirá en garantizar, en el plazo más breve posible, la modernización de la producción y la mejora de su calidad; el suministro, en condiciones idénticas, del carbón y del acero en el mercado francés y en el mercado alemán, así como en los de los países adherentes; el desarrollo de la exportación común hacia los demás países; la equiparación y mejora de las condiciones de vida de los trabajadores de esas industrias.
Para alcanzar estos objetivos a partir de las dispares condiciones en que se encuentran actualmente las producciones de los países adherentes, deberán aplicarse con carácter transitorio determinadas disposiciones que establezcan la aplicación de un plan de producción y de inversiones, la creación de mecanismos de estabilidad de los precios y la creación de un fondo de reconversión que facilite la racionalización de la producción. La circulación del carbón y del acero entre los países adherentes quedará liberada inmediatamente de cualquier derecho de aduanas y no podrá verse afectada por tarifas de transporte diferenciales. Progresivamente se irán estableciendo las condiciones que garanticen espontáneamente una distribución más racional de la producción y el nivel de productividad más elevado.
La organización proyectada, al contrario que un cártel internacional tendente a la distribución y a la explotación de los mercados mediante prácticas restrictivas y el mantenimiento de grandes beneficios, garantizará la fusión de los mercados y la expansión de la producción.
Los principios y compromisos esenciales anteriormente expuestos serán objeto de un tratado firmado entre los Estados. Las negociaciones indispensables para precisar las normas de aplicación se llevarán a cabo con ayuda de un árbitro designado de común acuerdo, cuya misión consistirá en velar por que los acuerdos se ajusten a los principios y, en caso de desacuerdo insalvable, decidirá la solución que deba adoptarse.
La Alta Autoridad común, encargada del funcionamiento de todo el sistema, estará compuesta por personalidades independientes designadas sobre bases paritarias por los Gobiernos, quienes elegirán de común acuerdo un presidente. Las decisiones de la Alta Autoridad serán ejecutivas en Francia, en Alemania y en los demás países adherentes. Se adoptarán las disposiciones adecuadas para garantizar las vías de recurso necesarias contra las decisiones de la Alta Autoridad.
Un representante de las Naciones Unidas ante dicha autoridad se encargará de hacer, dos veces al año, un informe público a la ONU sobre el funcionamiento del nuevo organismo, en particular por lo que se refiere a la salvaguardia de sus fines pacíficos.
La creación de la Alta Autoridad no prejuzga en absoluto el régimen de propiedad de las empresas. En el ejercicio de su misión, la Alta Autoridad común tendrá en cuenta las facultades otorgadas a la autoridad internacional del Ruhr y las obligaciones de todo tipo impuestas a Alemania, mientras éstas subsistan.
Legado
La Declaración Schuman fue el primer paso para los Tratados de Roma firmados el 25 de marzo de 1957 creándose con ello la Comunidad Económica Europea (CEE). Recibió el apoyo completo de la Alemania de Konrad Adenauer, quien desde el mismo principio se mostró entusiasmado con la idea de una Europa unida. Ambos líderes tenían mucho en común: una misma fe ferviente, fuente de la universalidad que caracteriza su visión política; gustos comunes en frugalidad y sencillez. Grandes conocedores de la historia y la cultura literaria. Un fino humor que hacía que pudieran ver los problemas a cierta distancia. Y además podían comunicarse entre ellos sin necesidad de intérpretes.
Aquellos tratados de Roma serían firmados también por Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo y Países Bajos. Desde entonces la ausencia de guerras, la colaboración, el diálogo y unas fronteras abiertas ha sido la demostración de que la unidad y la concordia de los pueblos son posibles si hay verdadera voluntad para ello. Un ejemplo cívico político para el resto de las naciones en el mundo.
Para Robert Schuman en futuro de la humanidad pasa por la unificación, respetando las identidades regionales y locales. Decía, «soy europeo, deseo sin embargo seguir siendo francés, y en Francia, Lorena es mi ‘patria chica‘». Su esperanza era que a medida que esta concepción de identidad europea se fuera generalizando, conflictos separatistas como los de Córcega, País Vasco o Cataluña perderían su razón de ser.
«Después de dos guerras mundiales hemos acabado por reconocer que la mejor garantía para la nación no consiste ya en su espléndido aislamiento, ni en su fuerza propia, cualquiera que sea su poder, sino en la solidaridad de las naciones que se sienten guiadas por un mismo espíritu y que aceptan tareas comunes en un interés común…
«La ley de la solidaridad de los pueblos se impone a la conciencia contemporánea. Nos sentimos solidarios unos de otros en la conservación de la paz, en la defensa contra la agresión, en la lucha contra la miseria, en el respeto de los tratados, en la salvaguarda de la justicia y de la dignidad humana».
«Servir a la humanidad es un deber igual que el que nos dicta nuestra fidelidad a la nación. Así es como nos encaminaremos hacia la concepción de un mundo en el que se apreciarán cada vez más la visión y la búsqueda de los que une a las naciones, de lo que les es común, y en el que se conciliará lo que las distingue y las opone«.
«Europa está buscando; sabe que tiene en sus manos su propio futuro. Jamás ha estado tan cerca de su objetivo. Quiera Dios que no deje pasar la hora de su destino, la última oportunidad de su salvación«.
«Tenemos el sentimiento de haber asumido nuestra responsabilidad humana«.
– Robert Schuman, «Pour l’Europe«, páginas 20, 30, 38 y 196.
Los padres fundadores de la Unión Europea
Esteban López