La cena del Señor

cena del SeñorEs el día 14 del mes judío de Nisán. Jesús de Nazaret y sus amigos se preparan para celebrar juntos la fiesta de la Pascua. Está anocheciendo. De hecho es prescripción de la ley de Moisés que se observe “al ponerse el sol“. Se encuentran en una sala amplia del piso superior de una casa en Jerusalén. La ciudad está repleta de gente porque han venido para observar la fiesta miles de personas de muchos otros lugares. Hay una preciosa luna llena, la primera luna llena de primavera, la misma que brillaba también cuando los israelitas comieron por primera vez la Pascua la noche antes de salir de Egipto como un pueblo libre. Entonces comieron cordero con hierbas amargas; éstas les recordarían la amargura de la esclavitud en Egipto durante tantos años. También comieron pan sin levadura, porque tuvieron que salir deprisa, con sus pocas pertencias y sin tiempo para esperar que el pan fermentara. Y con la sangre de aquel cordero marcaron los dinteles de sus puertas. Aquella sangre les salvaría, igual que salva la sangre del “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo“.

Este fue el momento:

Cuando llegó la hora, Jesús se sentó a la mesa junto con los apóstoles. Entonces les dijo:

— ¡Cuánto he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de mi muerte! Porque os digo que no volveré a comerla hasta que tenga su cumplimiento en el reino de Dios.

Tomó luego en sus manos una copa, dio gracias a Dios y dijo:

— Tomad esto y repartidlo entre vosotros, porque os digo que ya no beberé más de este fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios.

 Después tomó pan, dio gracias a Dios, lo partió y se lo dio diciendo:

— Esto es mi cuerpo, entregado en favor vuestro. Haced esto en recuerdo de mí.

 Lo mismo hizo con la copa después de haber cenado, diciendo:

— Esta copa es la nueva alianza, confirmada con mi sangre, que va a ser derramada en favor vuestro”. – Lucas 22:14-20, BLP.

Así pues, todas las veces que comáis este pan y bebáis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga“. – 1 Cor. 11:26, VV.

Desde entonces, todos los seguidores de Jesús han procurado observar el deseo de su Maestro al recordar la Cena del Señor. Los modos con el paso del tiempo han variado, pero el deseo de todos de hacer su voluntad ha sido el mismo. Lo que sigue es solo un ejemplo de cómo la Cena del Señor puede también observarse de un modo sencillo. Corresponde a la carta de un buen amigo fallecido hace ya algunos años, erudito en Sagrada Escritura:

«En cuanto a la cena del Señor, la observamos con otros en nuestra zona, generalmente en la fecha de la Pascua judía y nos reunimos en un hogar. Parece que el asunto importante es celebrar la cena y no el día preciso. Realmente no tenemos modo de saber qué día reconocería Jesús hoy en día como la fecha “correcta” que correspondiera con la Pascua. Sin embargo, parece ser que el sistema de fecha que ha usado el pueblo Judío durante siglos sería el más lógico. Estas son algunas reflexiones al respecto:

«Si se lee Juan 6:32-59, se hace claro que el pan y el vino que se usan en la Biblia simbolizan cosas en las que cualquiera que espera obtener vida debe participar; que ambos emblemas se refieren al sacrificio de rescate, la provisión de Dios a través de Cristo para que todas las personas puedan alcanzar vida eterna. Por el uso que el hijo de Dios dio a los emblemas en la parte final de la cena, estableció un medio para que cada uno de nosotros pudiera expresar a través de ellos, fe en el sacrificio de rescate que él proveyó, así como hacer reconocimiento delante de la comunidad de hermanos de que tenemos juntos esa fe.

«En nuestra zona, este año (1994), unos 10 de nosotros nos reunimos para una comida y después conmemoramos la cena del Señor mientras todavía estabamos alrededor de la mesa. Fue algo informal, pero gozoso y lleno de significado. Pensé en el hecho de que ni siquiera la Pascua se celebraba en el templo (aunque cada familia sacrificaba allí el cordero) , sino en hogares, tal y como lo hacían los primeros cristianos al conmemorar la cena del Señor. También es notable lo sencillo, lo cercano y de cada día de los emblemas que Cristo empleó. No tenían nada de inusual, exótico o “especial” ya que eran elementos comunes que estaban sobre la mesa diariamente, no alguna clase de alimento especial del día del “sábado”. De igual modo el sacrificio de rescate de Cristo está abierto a todos, y el que participemos de su “cuerpo” y de su “sangre” no es algo para hacerlo solo los domingos, sino cada día, un asunto de todos los días, cumpliéndolo por medio de mostrar fe en nuestros actos ordinarios de la vida diaria.

«Con respecto a cuándo se ha de celebrar la cena del Señor, realmente no hay mucha prueba bíblica de que los cristianos la celebraran solo una vez al año. El apostol Pablo cita a Jesús cuando dice, “Seguid haciendo esto,cuantas veces la bebais, en memoria de mi.” 1ª Corintios 11:25. Suelo explicar la expresión “cuantas veces” por medio de referirme a Hebreos 9.25, donde esa misma expresión aparece de nuevo en la Traducción del Nuevo Mundo cuando el sumo sacerdote entraba en el Santísimo, lo cual tenía lugar una vez al año en el día de expiación. Pero un hermano de Grecia, George Christoulas, me puntualizó que en Griego se usan dos palabras diferentes para “cuantas veces” en 1ª Corintios y Hebreos 9. La de Hebreos 9 significa esencialmente “un número de veces” pero la de 1ª Corintios es mucho más indefinido (o amplio e impreciso), y tiene un sentido de “cuando quiera.” También puntualizó que generalmente se cree, que el apóstol Pablo llegó a Corinto alrededor del 50 A.D. y que el registro de Hechos muestra que pasó por lo menos dieciocho meses allí (Hechos 18:11), o posiblemente más (Hechos 18:18); así es que partió de allí a finales del 51 o principios del 52 A.D. Se cree que su primera carta a los Corintios la escribió alrededor de la primavera del 55 A.D. En esa carta los censura por su conducta en conexión con la cena del Señor (capítulo 11:17-22), y muestra que algunos la veían como una comida ordinaria pero sin dar verdadero significado a los emblemas. Si la celebración de la cena se hubiera hecho solo una vez al año, parece difícil el creer que, después de haberla celebrado solo cuatro o cinco veces a lo más (desde el 50 al 55 A.D.), o quizás solo tres veces desde la partida de Pablo, fuera posible que se deslizaran tan rápidamente en tener tal actitud. Si la celebración fuera solo una vez al año, el evento sería inusual, poco común. Por otro lado, si la celebraran no anualmente sino más amenudo, la podrían haber celebrado docenas o montones de veces en aquellos pocos años. Esto podría explicar razonablemente, cómo algunos habían llegado a tener la actitud que Pablo reprende. Algunos han sugerido que, cuando los Cristianos tenían sus ágapes o reuniones de compañerismo, observaban la cena del Señor junto con sus comidas regulares. No se puede asegurar nada en sentido dogmático.

«De cualquier modo, puedo entender por qué personas que están reunidas juntas y que no se han visto por algún tiempo (quizás hayan venido de lugares diferentes y distantes), deseen celebrar la cena en tal ocasión. Creo también que hay algo de validez en el punto de vista que dice que, después que tiene lugar un evento importante, el recuerdo es muy vívido. Pero cuando pasa el tiempo, lo que perdura más es su efecto. Estoy seguro de que en los años que siguieron a la crucifixión y muerte de Jesús, la cena del Señor tenía una intensidad especial; todavía estaba reciente en sus mentes el recuerdo de lo que había ocurrido, los intensos sentimientos que tuvieron por la ejecución de su Señor todavía los embargaban y los hacían sentirse muy preocupados. Aunque ese mismo sentimiento básico todavía es así hoy día, y que no debe nunca minusvalorarse, creo que también es verdad que hoy día valoramos más los efectos de lo que él realizó por medio de su muerte. Pero puedo entender que en pasado, la gente pudiera sentir una mayor y más intensa preocupación de llevar a cabo la celebración, con quizás un mayor grado de frecuencia que hoy día. Estas son solo algunas reflexiones, y todas se pueden tener en cuenta».

-Raymond Franz

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