Si algo llama la atención de María Moliner es su fuerza de voluntad y carácter, su determinación a pesar de la adversidad y avatares de la vida y su perseverancia al crear una de las más ingentes y magníficas obras jamás escritas, su Diccionario del Uso del Español. Personalmente lo uso desde hace años y debo decir que la consulta de cualquier voz es un festival gozoso de matices y significados, una inmersión sublime en el uso del idioma español. Y es que no es solo un diccionario de definiciones, es un diccionario de cómo se usa nuestro bello idioma; evita los característicos círculos viciosos del diccionario de la RAE. Va al grano y pone ejemplos, y es útil tanto para el ciudadano de habla española como para el extranjero que está intentando aprenderlo. En definitiva es un diccionario de definiciones, de sinónimos, de expresiones y frases hechas, y de familias de palabras. Como dice Gabriel García Márquez,
«María Moliner hizo una proeza con muy pocos precedentes: escribió sola, en su casa, con su propia mano, el diccionario más completo, más útil, más acucioso y más divertido de la lengua castellana, dos veces más largo que el de la Real Academia de la Lengua, y -a mi juicio- más de dos veces el mejor«.
María Moliner Ruiz (Paniza, Zaragoza, 1900-Madrid, 1981) se había formado en la Institución Libre de Enseñanza y en la Universidad de Zaragoza. Pero no había tenido una vida fácil. A pesar de que su padre abandonó a la familia, siendo muy joven María ayudaba en la economía familiar para salir adelante dando clases particulares de matemáticas, historia y latín. Aquellos duros años de penuria determinaron su carácter.
Debido a su enorme talento, con el tiempo desempeñaría importantes cargos como bibliotecaria y fue una de las primeras mujeres universitarias de su época estudiando Filosofía y Letras. Sin embargo, al ser derrotada la República en España, María fue degradada en su escala profesional por, sin base alguna y a pesar de la discreción que siempre había mostrado, «ser roja«. Fue mientras trabajaba de bibliotecaria, que María empezó a escribir su diccionario en fichas manuscritas que guardaba en cajas de zapatos, en una obra que según creía ella le ocuparía entre dos y cinco años. Al final fueron quince, desde 1951 a 1966. Ser degradada profesionalmente hizo que se volcara completamente en su labor meticulosa con tesón y perseverancia. Como dijo el escritor Miguel Delibes, su obra «es una obra que justifica toda una vida«.
Insignes eruditos en su día como Rafael Lapesa, Dámaso Alonso y Pedro Laín Entralgo apoyaron la candidatura de María Moliner a la Real Academia de la Lengua en 1972, aunque en el último momento no fue elegida a pesar de que eran muchos los académicos que reconocían su gran labor y consultaban con regularidad su original obra. La razón la da la biógrafa Inmaculada de la Fuente:
«Porque era una intrusa, en cierto modo. Porque estudió historia en la universidad de Zaragoza, pero había encarrilado su vida por el mundo de los archivos y bibliotecas y no estaba considerada filóloga. En aquel momento sí que influyó el que fuera mujer. Una mujer que se pone a hacer un diccionario, pero no el diccionario que inicialmente quería hacer, sino un diccionario que además cuestionaba el de la RAE. Creo que fue admirada, pero no valorada«.- Entrevista en La Vanguardia 22/8/2011.
Después de publicada la primera edición, María no se conformaba: se puso como meta incorporar todavía las voces nuevas que le llegaban a través del uso del español en periódicos y otros medios de comunicación. Sin embargo, sus circunstancias personales no ayudaban: un marido enfermo al que tenía que cuidar y que no estaba conforme con que usara los últimos años de su vida en semejante labor; la arterioesclerosis cerebral que ella misma padecía, y finalmente el Alzheimer que la invadió. El Diccionario había sido la ilusión de su vida y en ello trabajó hasta el final de su vida.
María Moliner había confesado que antes de emprender la obra del Diccionario, «por las tardes me aburría«. Pero nunca más se sintió así después de empezar a laborar en ella. Eso ilustra cuán importante es para el ser humano encontrar algo que signifique un acicate o un estímulo en su vida, alguna meta u objetivo que ayude a alcanzar su propia satisfacción y trascendencia.
Inmaculada de la Fuente, autora de la biografía de María Moliner «El Exilio Interior: la vida de María Moliner» (Turner Noema, 2018), escribe:
«Escribir de María Moliner deja un poso: si hay algo que transmite la lexicógrafa es que no hay tantos imposibles como pensamos. Lo que hay que hacer, se hace, cueste lo que cueste y, si encima produce placer, o sirve a los demás, mejor. Mi pasión por Moliner y su obra, lo reconozco, es bastante razonada, pero de esas que van calando y se hacen hondas. Ella también empezó su Diccionario con el rigor de una profesora y, sin embargo, acabó siendo la gran ilusión que enriqueció la segunda parte de su vida«.
En el prólogo a la Primera Edición del Diccionario el Uso del Español, Maria Moliner hablando en tercera persona escribe:
«Por fin, he aquí una confesión: La autora siente la necesidad de declarar que ha trabajado honradamente; que conscientemente, no ha descuidado nada; que, incluso en detalles nimios en los cuales, sin menoscabo aparente, se podía haber cortado por lo sano, ha dedicado a resolver la dificultad que presentaban un esfuerzo y un tiempo desproporcionados con su interés, por obediencia al imperativo irresistible de la escrupulosidad; y que, en fin, esta obra, a la que, por su ambición, dadas su novedad y su complejidad, le está negada como a la que más la perfección, se aproxima a ella tanto como las fuerzas de su autora lo han permitido». – Madrid, abril de 1966, María Moliner.
Esteban López
Acabo de descubrir este blog y celebro el casual momento. ¡Al fin en internet un sitio en donde sin afectación ni sabihondez se habla de cosas interesantes, y además impecablemente escrito! En efecto, todos los que amamos nuestro idioma debiéramos estar agradecidos a María Moliner, pues la lectura de su obra no sólo es una ayuda siempre útil, sino también, aun no necesitando la consulta circunstancial, un entretenimiento enriquecedor y hasta divertido.
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Muchas gracias, Santiago, por escribir y por tus palabras tan amables. Un saludo afectuoso.
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