Lázaro vuelve a vivir

ultimacenaDesde la Ilustración ha sido a la razón a la que los hombres han dado una mayor preeminencia. Y no cabe la menor duda de cuán importante es la razón en la búsqueda de la verdad y la sabiduría. Sin embargo habría que preguntar también si la razón es más que suficiente como medio de obtener pleno y absoluto discernimiento.

Por ejemplo, algunas personas, incluidos algunos teólogos, en su esfuerzo por dar a todo una explicación racional, niegan con prontitud la veracidad de los milagros de la Biblia. Sin embargo, reconocen a Jesús de Nazaret como más que un simple hombre, como el Hijo de Dios. Pero si se acepta eso realmente, ¿qué impedimento debería haber para el Hijo de Dios el llevar a cabo alguna obra poderosa? ¿No dice la Escritura que él estaba junto a su Padre en el mismo momento de la Creación de todas las cosas? ¿Tan difícil sería para él usar ese mismo poder para bien del hombre? Si Dios es un ser divino, entonces debería esperarse que su Hijo también fuera de naturaleza divina, tal y como un hijo humano es de naturaleza humana ya que su padre es humano.

Por ejemplo en los evangelios se citan algunas obras poderosas y algunas resurrecciones llevadas a cabo por Jesús. Dicen que tenía un poder especial, lo que en las Escrituras recibe el nombre de Espíritu santo, es decir, un poder bendito y sobrehumano. Dios usó ese mismo poder en la Creación de todas las cosas, y Jesús de Nazaret lo usaría también para hacer obras poderosas en su día. Una de ellas fue la resurrección de su amigo Lázaro. El apóstol Juan, en su evangelio, la explica del siguiente modo:

«Había un hombre enfermo llamado Lázaro, que era de Betania, el pueblo de María y Marta, sus hermanas. María era la misma que ungió con perfume al Señor, y le secó los pies con sus cabellos. Las dos hermanas mandaron a decirle a Jesús: «Señor, tu amigo querido está enfermo».

Cuando Jesús oyó esto, dijo: «Esta enfermedad no terminará en muerte, sino que es para la gloria de Dios, para que por ella el Hijo de Dios sea glorificado.»

Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. A pesar de eso, cuando oyó que Lázaro estaba enfermo, se quedó dos días más donde se encontraba. Después dijo a sus discípulos:

—Volvamos a Judea.

– Rabí —objetaron ellos—, hace muy poco los judíos intentaron apedrearte, ¿y todavía quieres volver allá?

—¿Acaso el día no tiene doce horas? —respondió Jesús—. El que anda de día no tropieza, porque tiene la luz de este mundo. Pero el que anda de noche sí tropieza, porque no tiene luz.

Dicho esto, añadió:

—Nuestro amigo Lázaro duerme, pero voy a despertarlo.

—Señor —respondieron sus discípulos—, si duerme, es que va a recuperarse.

Jesús les hablaba de la muerte de Lázaro, pero sus discípulos pensaron que se refería al sueño natural. Por eso les dijo claramente:

—Lázaro ha muerto, y por causa de ustedes me alegro de no haber estado allí, para que crean. Pero vamos a verlo.

Entonces Tomás, apodado el Gemelo, dijo a los otros discípulos:

—Vayamos también nosotros, para morir con él.

A su llegada, Jesús se encontró con que Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro. Betania estaba cerca de Jerusalén, como a tres kilómetros de distancia, y muchos judíos habían ido a casa de Marta y de María, a darles el pésame por la muerte de su hermano. Cuando Marta supo que Jesús llegaba, fue a su encuentro; pero María se quedó en la casa.

—Señor —le dijo Marta a Jesús—, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora Dios te dará todo lo que le pidas.

—Tu hermano resucitará —le dijo Jesús.

– Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día final —respondió Marta.

Entonces Jesús le dijo:

—Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto?

—Sí, Señor; yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que había de venir al mundo.

Dicho esto, Marta regresó a la casa y, llamando a su hermana María, le dijo en privado:

—El Maestro está aquí y te llama.

Cuando María oyó esto, se levantó rápidamente y fue a su encuentro. Jesús aún no había entrado en el pueblo, sino que todavía estaba en el lugar donde Marta se había encontrado con él. Los judíos que habían estado con María en la casa, dándole el pésame, al ver que se había levantado y había salido de prisa, la siguieron, pensando que iba al sepulcro a llorar.

Cuando María llegó adonde estaba Jesús y lo vio, se arrojó a sus pies y le dijo:

—Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.

Al ver llorar a María y a los judíos que la habían acompañado, Jesús se turbó y se conmovió profundamente.

—¿Dónde lo han puesto? —preguntó.

—Ven a verlo, Señor —le respondieron.

Jesús lloró.

—¡Miren cuánto lo quería! —dijeron los judíos.

Pero algunos de ellos comentaban:

—Éste, que le abrió los ojos al ciego, ¿no podría haber impedido que Lázaro muriera?

Conmovido una vez más, Jesús se acercó al sepulcro. Era una cueva cuya entrada estaba tapada con una piedra.

—Quiten la piedra —ordenó Jesús.

Marta, la hermana del difunto, objetó:

—Señor, ya debe oler mal, pues lleva cuatro días allí.

—¿No te dije que si crees verás la gloria de Dios? —le contestó Jesús.

Entonces quitaron la piedra. Jesús, alzando la vista, dijo:

—Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Ya sabía yo que siempre me escuchas, pero lo dije por la gente que está aquí presente, para que crean que tú me enviaste.

Dicho esto, gritó con todas sus fuerzas:

—¡Lázaro, sal fuera!

El muerto salió, con vendas en las manos y en los pies, y el rostro cubierto con un sudario.

—Quítenle las vendas y dejen que se vaya —les dijo Jesús».

Un pasaje apasionante, sin duda. El registro dice que después de dar vida de nuevo a Lázaro algunos creyeron, pero llama la atención leer que otros, a pesar de haber sido testigos de aquella obra maravillosa, todavía hicieran planes para matar a Jesús. Algo que muestra que la fe puede estar muy alejada del corazón humano incluso aunque la evidencia del poder de Dios fuera más que evidente. De ahí que los milagros puedan ayudar a veces, pero no siempre. La fe es una condición del corazón. Es como un sexto sentido, un sentir, una intuición. Se tiene o no se tiene. Por eso, Tomas puso los dedos en las heridas de Jesús ya resucitado y creyó, pero éste le dijo: «¿Porque has tocado mis heridas crees? Felices son los que sin ver creen».

Aunque Lázaro llevaba cuatro días muerto y la humedad de la tierra de Israel ayudaba a acelerar la descomposición de su cuerpo, no hubo ningún problema para Jesús. Una orden suya bastó. Lo que ilustra que solo una orden suya basta para dar de nuevo vida a todos los que en su día se durmieron en la muerte. De ahí que se diga que el cristianismo se vacía de contenido sin la esperanza de la resurrección. Cristianismo y resurrección son dos conceptos que caminan siempre juntos de la mano.

Hay otro aspecto de este pasaje que llama la atención. Dice que «Jesús se turbó y se conmovió profundamente». Otras traducciones de la Biblia dicen que «Jesús cedió a las lágrimas«. Y es que era normal que así fuera. La muerte de un ser querido desgarra profundamente el alma aunque seamos creyentes, porque en realidad fuimos hechos para vivir y amamos la vida profundamente. Como dice Wolfhart Pannenberg (1928-1914),

«La muerte cuestiona radicalmente cualquier asomo de sentido en la vida individual… la muerte, en cuanto tal, carece de todo sentido positivo”.‬

Pero cuando Cristo Jesús se enteró de la muerte de Lázaro y todos los que lo querían se lamentaban y plañían, dijo que «Lázaro no está muerto, sino que duerme». Y es que en el cristianismo los muertos no lo están para siempre, sino que permanecen en una situación como de sueño, como se dice en inglés en «stand by«, a la espera de ser de nuevo resucitados o recreados por Dios. Como dice Xavier Zubiri (1898-1983), quien dedicó buena parte de su obra a reflexionar sobre el hombre y Dios,

«Cuando el cristianismo habla de supervivencia e inmortalidad, quien sobrevive y es inmortal no es el alma, sino el hombre, esto es, la sustantividad humana entera. Y esto tendría que ser por obra de una acción recreadora, resurreccional».- Xavier Zubiri, «El hombre y su cuerpo» (1973).

Dios conoce los nombres de todas las estrellas, dicen las Escrituras, y conoce también personalmente a todas las personas fallecidas, sus cualidades y trayectoria de vida, y será fácil para él dar de nuevo vida a todos como lo hizo con Lázaro y otras personas en el pasado. Aunque hayan pasado miles de años, para todos los fallecidos será como un abrir y cerrar de ojos, no tendrán la sensación de que haya pasado mucho tiempo «dormidos en la muerte«, algo similar a lo que nos ocurre cuando por la noche nos dormimos y despertamos a la mañana siguiente. No tenemos noción del paso del tiempo. Se entiende así la importancia del amor de Dios y del sacrificio redentor de Cristo Jesús en beneficio de toda humanidad.

¿Difícil de creer? Respuesta del Nazareno,

«No se queden asombrados de esto, porque viene la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán Su voz,  y saldrán: los que hicieron lo bueno, a resurrección de vida, y los que practicaron lo malo, a resurrección de juicio«.- Juan 5:28, 29, NBLA.

El reencuentro de Lázaro con sus hermanas María y Marta tuvo que haber sido precioso e inolvidable. Y es de imaginar que se verá la misma alegría cuando tenga lugar la resurrección prometida por Dios y el reencuentro de tantas personas con sus seres queridos. Las Escrituras no dan muchos detalles de cómo será esa resurrección, de ahí lo innecesario de especular en cuanto a los detalles. Pero el caso es que si eso viene de parte de Dios, es seguro entonces que tendrá que ser muy bueno.

Esteban López

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2 comentarios sobre “Lázaro vuelve a vivir

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  1. El relato bíblico es fuerte y conmovedor !!!…. Me gusto mas el comentario final «Las Escrituras no dan muchos detalles de cómo será, pero si viene de parte de Dios, seguro que será muy bueno.» …..

    Doy diez puntos a este tema .

    Muchas gracias, Esteban, por seguir publicando las perlas de Dios en este Blog…

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