Janusz Korczak, el poder de la bondad

zanuszA veces ocurre que el bien es eclipsado o aplastado inexorablemente por el mal. La historia humana ha mostrado una y otra vez que no vivimos en ‘el mejor de los mundos posibles‘. Parece como si fuera muy difícil que la luz pudiera brillar en medio de la oscuridad, como si la iniquidad y la más vil injusticia impusieran su oscuro manto, como si definitivamente imperase la fría dictadura del absurdo y del horror.

Pero cuando eso sucede, cuando tanta maldad clama al mismísimo cielo por el sentido de justicia que todos tenemos, algo nos dice también en nuestro fuero interno que eso no puede ser, que la oscuridad no es lo que debería prevalecer para siempre en la historia, y que todo el bien hecho debería algún día tener su oportunidad.

La siguiente experiencia de la vida real desgarra absolutamente el alma porque es muy difícil imaginar que el ser humano sea capaz de tanta maldad. Pero lo más malvado si cabe, es que además de adultos, había niños que sin tener culpa de nada fueron víctimas de una de las ideologías más nefastas que jamás han existido.

Janusz Korczak

Janusz Korczak (22 de julio de 1878 – 7 de agosto de 1942), fue un educador, escritor y pediatra polaco. Su obra dedicada durante años a defender los derechos de los niños preparó la Declaración de los Derechos del Niño de 1959 y la Convención sobre los Derechos del Niño aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1989.

Korczak sabía muy bien cuán importante era la educación en el ser humano y su fuerza transformadora. Dedicó su vida a la educación de los niños, sobre todo los niños huérfanos, postulando aspectos que mejorarían su formación integral, planteamientos que han quedado para la posteridad. Afirmaba que los niños tenían que ser tratados con el mismo respeto y dignidad que los adultos. Incluso estableció en sus clases la posibilidad de que todos los niños pudieran expresarse en sus puntos de vista e inquietudes, algo realmente innovador en su día.

Durante años trabajó como director de un orfanato en Varsovia, Polonia, que más tarde quedaría ubicado en el ignominioso «Gueto de Varsovia,» planificado vilmente por los nazis donde miles de personas se hacinaban en unos cuantos kilómetros cuadrados y que morían literalmente de hambre y enfermedad. Fue uno de los episodios más ignominiosos de la historia reciente de la humanidad.

Como judío y polaco, Korczak se negó a portar la estrella de David impuesta por los nazis por considerar que era una profanación de ese símbolo. A pesar de que recibió varias ofertas para poder huir del país y obtener la libertad con documentación falsa, las rechazó una y otra vez. Simplemente no quería abandonar a los niños. El día de la deportación final por los nazis, Korczak condujo el desfile de sus protegidos a la plaza Umschlagplatz desde donde partían los transportes hacia los campos de exterminio. En la marcha participaron más de doscientos niños y unas decenas de educadores. Era como si el amor y preocupación por aquellos niños no pudiera separarlos. Era una vez más, una preciosa luz en el más oscuro de los mundos. Finalmente, Janusz Korczak moriría con sus protegidos en el campo de exterminio de Treblinka.

Experiencias como esa y muchas otras estremecen. Pero nuestro corazón también se rebela, porque no puede ser, porque simplemente no entendemos que la luz y la vida de tantas personas inocentes se apague para siempre. Por eso nada extraña que tanta injusticia como esa llevara a Walter Benjamin al convencimiento de que tanto mal en la historia tenía que ser resarcido de algún modo, aludiendo incluso a la necesidad de una «redención mesiánica». 

¿Qué hacemos con las víctimas de la violencia? ¿Qué pasa con los perdedores, con los vencidos, con los desechos de la historia? ¿Podemos concebir alguna esperanza para ellos? ¿Se ha pronunciado ya la última palabra sobre su dolor y su muerte?”- Walter Benjamin (1892-1940).

En sus propias palabras

janusz_korczak«No hay niños, hay personas; pero con otra escala de ideas, otro bagaje de de experiencias, otro juego de emociones. Recuerda que nosotros no los conocemos». 

«No estoy aquí para que me quieran y me admiren, sino para obrar yo y querer yo. No es obligación de la sociedad ayudarme a mí, soy yo el que tengo la obligación de cuidar al mundo, al ser humano«.

«No importa tanto que uno sepa mucho, sino que sepa algo bien; no que sepa algo de memoria, sino que lo entienda; no que le importe todo un poco, sino que le preocupe algo de verdad«.

«Un buen educador que no impone sino que libera, que no tira de nadie sino que levanta, que no apisona sino que forma, que no dicta sino que enseña, que no exige sino que pregunta, vivirá con los niños muchos instantes inspiradores«.

«Los niños no son más tontos que los adultos, es sólo que tienen menos experiencia«.

«Decís: «Nos cansa el trato con los niños». Tenéis razón. Decís: «porque tenemos que rebajarnos a sus conceptos. Agacharnos, doblarnos, ajustarnos, encogernos». Os equivocáis. No es eso lo que nos cansa. Nos cansa que tengamos que escalar sus sentimientos. Escalar, extender, ponernos de puntillas, estirarnos. Para no herir«.

«Vivimos de forma rápida, descuidada, superficial y chapucera«.

«No se puede dejar el mundo tal y como está«.

«Nunca me di cuenta de que un niño es capaz de recordar tan bien y de esperar tan pacientemente«.

«En el cansancio me fortalezco y maduro«.

«Reformar el mundo significa reformar la educación«.

Esteban López

Biografía de Janusz Korczak

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