La compasión, cualidad del corazón

compasiónSegún el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, compasión es un «sentimiento de conmiseración y lástima que se tiene hacia quienes sufren penalidades o desgracias». Forma parte del ser humano y emana de lo más profundo de su corazón. Sin esa cualidad la vida se empobrece, se envilece y pierde todo su significado. De hecho cuando no somos capaces de mostrar compasión a otros, es como si también parte de nosotros muriera un poco, porque por naturaleza nuestro corazón tiende a la compasión, y quedamos tristes cuando por la razón que sea no la hemos manifestado. Por ejemplo, como es sabido Friedrich Nietzsche (1844-1900) escribió contra la compasión afirmando que sólo era una forma de debilidad manifestada en el cristianismo. De hecho tiene frases muy duras, como por ejemplo, «los débiles y malogrados deben perecer… y además se debe ayudarlos a perecer» (El anticristo, pág. 28). Sin embargo, este defensor del llamado «superhombre» contrajo la difteria y la disentería mientras cuidaba voluntariamente a enfermos contagiosos. Es como si al final, la fuerza de una conciencia compasiva acabara prevaleciendo en él.

Como dijo el líder espiritual de el Tibet, el Dalai Lama (1935),

«El problema humano básico es la falta de compasión. Mientras este problema subsista, subsistirán los demás problemas. Si se resuelve, podemos esperar días más felices«.

Es interesante notar cómo en el antiguo Israel, la ley mosaica invitaba a tener consideración por los más necesitados, por los más pobres. No se consideraba este un asunto menor, pues incluso se había dejado escrito en la ley para que todas las generaciones venideras lo tuvieran en cuenta:

«Cuando estés juntando la cosecha y olvides un atado de grano en el campo, no regreses a buscarlo. Déjalo allí para los extranjeros, los huérfanos y las viudas. Entonces el Señor tu Dios te bendecirá en todo lo que hagas. Cuando sacudas los olivos para que caigan las aceitunas, no pases por las mismas ramas dos veces. Deja las aceitunas que quedan en el árbol para los extranjeros, los huérfanos y las viudas. Cuando coseches las uvas de tu viñedo, no repases las vides. Deja los racimos que quedan para los extranjeros, los huérfanos y las viudas. Recuerda que fuiste esclavo en la tierra de Egipto. Es por eso que te doy este mandato«. – Deuteronomio 24:19-22, NTV.

Los evangelios muestran también que si había algo que movía a Jesús de Nazaret a ayudar a los pobres o a los enfermos era precisamente algo que no le cabía en el pecho: la compasión por todos. Por ejemplo Marcos 6:34 dice:

«Cuando Jesús bajó de la barca y vio una multitud tan grande, tuvo compasión de ellos porque eran como ovejas que no tienen pastor. Entonces, se acercó a ellos y comenzó a enseñarles muchas cosas».

O cuando María se enteró de que había sido elegida por Dios para traer a su Hijo a la tierra, ésta exclamó profundamente agradecida:

«Dios nunca ha dejado de mostrar su compasión a quienes lo respetan».

O palabras del propio Jesús de Nazaret:

«Sed compasivos, como también vuestro Padre es compasivo» (Lucas 6:36).

De modo que el ser humano es compasivo por naturaleza, mil ejemplos lo demuestran, porque tanto Cristo como Dios también lo son.

Por ejemplo, Jane Goodall (1934), naturalista que ha dedicado su vida al estudio de los chimpancés y que recibió el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica en 2003, en una entrevista para WWF News, dijo:

«Estudiar a los chimpancés me ha ayudado a comprender, tal vez más que ninguna otra cosa, lo diferentes que somos de ellos… Los seres humanos son más compasivos. En el caso del chimpancé se puede ver la compasión entre la madre y su cría, pero rara vez se halla en algún otro aspecto. La compasión es una característica muy humana».

A veces el dolor por el sufrimiento de otros es tan grande que filósofos y teólogos de todos los tiempos se ha sentido impelidos a expresarlo de la manera más profunda. Por ejemplo Theodor Adorno (1903-1969), que escribió:

“Ya no es posible la poesía después de AUSCHWITZ…

“La exigencia de que AUSCHWITZ no se repita es la primera de todas en la educación… lo monstruoso no ha penetrado lo bastante en los hombres, síntoma de que la posibilidad de repetición persiste en lo que atañe al estado de conciencia e inconsciencia de estos. Cualquier debate sobre ideales de educación es vano e indiferente en comparación con este: que AUSCHWITZ no se repita».

Adorno apela también a traspasar los límites de la filosofía cuando ésta se queda sin respuestas:

«El único modo que aún le queda a la filosofía de responsabilizarse a la vista de la desesperación es intentar ver las cosas tal y como aparecen desde la perspectiva de la redención. El conocimiento no tiene otra luz iluminadora del mundo que la que arroja la idea de la redención: todo lo demás se agota en reconstrucciones y se reduce a mera técnica. Es preciso fijar perspectivas en las que el mundo aparezca trastocado, enajenado, mostrando sus grietas y desgarros, menesteroso y deforme en el grado en que aparece bajo la luz mesiánica«. – Theodor Adorno, «Mínima moralia», Taurus, 1987.

Y añade:

«El pensamiento que no se decapita desemboca en la trascendencia; su meta sería la idea de una constitución del mundo en la que no solo quedara erradicado el sufrimiento establecido, sino incluso fuese revocado el que ocurrió irrevocablemente«. – Theodor Adorno, «Dialéctica negativa,» Taurus, 1976.

En su libro Ética de la razón cordial (Ediciones Nobel, 2007), la filósofa española Adela Cortina escribe:

«Hablaba Hannah Arendt de «la banalidad del mal» al referirse a los campos nazis de concentración, pero tal vez habría que hablar en ese y en los demás casos de esa ceguera emocional por la que los individuos pierden el sentido de la compasión, acaban viendo atrofiada la capacidad  de padecer con otros su dolor y disfrutar con ellos su alegría. La capacidad de sufrir y gozar con otros, que brota del vínculo compasivo. 

«Poco antes de su octogésimo cumpleaños – cuenta Habermas en «Perfiles filosóficos-políticos»- preparando una entrevista con este motivo, Marcuse y yo mantuvimos un largo diálogo sobre cómo podíamos y debíamos explicar la base normativa de la teoría crítica. No era fácil encontrar la respuesta. El profeta de Israel exigía justicia para el huérfano y para la viuda en el nombre de Yahvé, pero ¿qué mueve a un hombre en un mundo plural a buscar una base normativa para criticar las injusticias? La respuesta, – continúa Habermas – la dio el propio Marcuse dos años más tarde cuando, ya en un hospital de Francfort, se anunciaba el principio del fin. «¿Ves? – le dijo – ahora sé en qué se fundan nuestros juicios valorativos más elementales: en la compasión, en nuestro sentimiento por el dolor de los otros».

También en su obra «La política sin ética es ilegítima«, Cortina dice:

«Si no hay compasión, si los demás no nos importan ni forman parte de nuestro proyecto de vida feliz, las cosas no tienen arreglo. Aunque se promulgaran leyes espléndidas, no se cumplirían, porque no es el miedo al castigo lo que guarda la viña, como se echa de ver todos los días, sino la vivencia de la fraternidad«.

También el teólogo alemán Johann Baptist Metz (1928), profesor de teología fundamental de la Universidad de Münster en 1963 y cofundador de la revista Concilium, asesor desde 1969 del pontificio Secretariado para los No Creyentes, autor de la Nueva Teología Política que puso los fundamentos para la Teología de la liberación, y que escribió:

Tomé conciencia de que para mí ser cristiano significaba ser cristiano mirando de cara a Auschwitz, mirando de frente al Holocausto. (…) De ahí arrancan mis preguntas críticas, ahí está la base de mi adiós a la teología trascendental. No existe para mí una verdad que sea posible defender de espaldas a Auschwitz. No hay para mí un “sentido” que sea posible salvar de espaldas a Auschwitz. No hay para mí un Dios al que sea posible orar de espaldas a Auschwitz. (…) Por eso, desde entonces he intentado no hacer teología de espaldas al sufrimiento, visible o hecho invisible a la fuerza, que hay en el mundo… Fue uno de los motivos personales para desarrollar una teología política, del paso de una mística trascendental a una mística política del cristianismo».

Al estar relacionada la compasión con el amor al ser humano, eso mueve el mundo para bien: las relaciones familiares mejoran y se hacen más duraderas; todos los miembros de la familia se conocen muy bien así como sus debilidades, pero la empatía y la compasión hace que sigan ayudándose y amándose los unos a los otros para poder crecer juntos y edificarse; gracias a la compasión (aunque a veces también haya intereses egoístas por medio) disminuye también el número de pleitos judiciales porque se alcanzan más actos de conciliación sin que se incurra en tantos gastos elevados; por la compasión se tiene el impulso también de ayudar más en la vecindad y siempre entenderá uno que los demás también tienen problemas. El teólogo José María Mardones lo expresa muy bien cuando expresó:

La compasión funciona desde el anhelo de otra cosa. Padece con los otros porque no acepta como normal la condición humana de sufriente… en el fondo de la compasión late un sentido global de justicia… ante el sufrimiento y la injusticia brota la indignación”.

– José María Mardones (1943 – 2006) Doctor en Sociología y Teología, “La autoridad del sufrimiento. Silencio de Dios y preguntas del hombre”, Anthropos, 2004.

Esa misma compasión hará que seamos respetuosos con todo ser viviente, incluidos los animales. Están bajo nuestro cuidado, no para ensañarnos con ellos o hacerles sufrir innecesariamente. Como escribió Albert Schweitzer (1875-1965), teólogo, filósofo, músico y médico misionero alemán:

«Debemos luchar contra el espíritu inconsciente de crueldad con que tratamos a los animales. Los animales sufren tanto como nosotros. La verdadera humanidad no nos permite imponer tal sufrimiento en ellos. Es nuestro deber hacer que el mundo entero lo reconozca. Hasta que extendamos nuestro círculo de compasión a todos los seres vivos, la humanidad no hallará la paz».

La compasión también hará que respetemos profundamente la vida de los seres humanos todavía no nacidos y que no pueden defenderse, convirtiéndose así en los seres humanos más indefensos del mundo. Hará que nunca olvidemos el dolor ajeno, ni a las víctimas por la violencia de la historia. La compasión no comparte aquello de «el muerto al hoyo y el vivo al bollo» o «pero la vida sigue«, cuando la verdad es que, bien pensado, nada es lo mismo sin que ellas estén. La compasión también hará que se mantenga la esperanza de volver a verlas y de que todas ellas puedan volver a tener la oportunidad que por justicia les corresponde y que un día se les negó. La compasión invita a una actitud vital esperanzada.

En este pasaje del Evangelio se ve cuán compasivo era Jesús de Nazaret, modelo a seguir por quienes han puesto fe en él:

«Se acercó entonces a Jesús un leproso y, poniéndose de rodillas, le suplicó:

— Si quieres, puedes limpiarme de mi enfermedad.

Jesús, conmovido (movido a compasión, LBLA), extendió la mano, lo tocó y le dijo:

— Quiero. Queda limpio.

Al instante le desapareció la lepra y quedó limpio». – Marcos 1:39-49, BLPH.

Eso muestra que Cristo Jesús no es alguien indiferente, alguien que no sepa lo que es el dolor, porque él mismo padeció lo indecible y supo muy bien compadecerse de quienes sufrían. Algo que muestra que él mismo puede compadecerse también de nosotros por nuestras debilidades, nuestros sufrimientos o enfermedades.

Al convivir con los demás debemos estar seguros de que no somos un fracaso a la hora de respetar la dignidad de otros. Porque, es curioso, a hombres que siempre iban de muy santos, Jesús de Nazaret les dijo:

«Pero se olvidan de las enseñanzas más importantes de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad a Dios.» (Mateo 23).

Sirva como ilustración el vídeo siguiente, en el que puede observarse a algunos supervivientes de los campos de concentración nazis. Lo que impacta profundamente y conduce a la compasión, es ver sus rostros de gratitud y alegría cuando se les muestra bondad después de tanto sufrimiento, como si les pareciera estar atendidos por ángeles del cielo. Imposible no estremecerse por el dolor ajeno.

Esteban López

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