En el Evangelio de Juan se registra cómo Jesús sanó, junto al estanque de Siloam, a un hombre que había estado ciego desde su nacimiento. Este estanque fue originalmente construido por el rey Ezequías para llevar agua a Jerusalén durante el asedio y amenaza del rey asirio Senaquerib. Ezequías gobernó entre los años 716 y 687 a. de C. y el segundo libro de los Reyes 20:20 dice de él:
«Los demás hechos de Ezequías, y todo su poderío, y cómo hizo el estanque y el conducto, y metió las aguas en la ciudad, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá?»
En el pasaje bíblico de 2 Reyes 20:20 se hace referencia a un «túnel» construido por el rey Ezequías de Israel que servía para traer agua dentro de la ciudad. Ese túnel todavía está abierto y los visitantes pueden pasar por él. Tiene una longitud de unos quinientos metros y el agua que corre por él llega hasta la rodilla. Según el texto bíblico, el rey Senaquerib de Asiria sitió Jerusalén con el propósito de destruirla, pero tuvo que huir humillado al recibir Ezequías la ayuda directa de parte de Dios.
En 1880 se descubrió una inscripción en el lugar del estanque de Siloam describiendo de qué modo dos equipos de judíos cavaron un túnel; un equipo en dirección al otro para finalmente encontrarse cuando terminaran la construcción del túnel. El descubrimiento se conoce como la Inscripción de Siloam y aunque se mantuvo por muchos años en el Museo Arqueológico de Estambul, Turquía, este gobierno concedió su permiso en el año 2002 para que pudiese estar de modo permanente en el Museo de Israel.
La inscripción dice lo siguiente:
«Y este es el relato del descubrimiento. Mientras los que cavaban el túnel estaban trabajando con sus picos, los unos en dirección a los otros, y mientras quedaban aún cinco pies de rocas que atravesar, la roca se partió hacia el sur y hacia el norte, y se escucharon las voces, llamándose las unas a las otras. En ese momento los obreros lograron establecer contacto golpeando un pico contra el otro. Luego el agua comenzó a fluir desde el manantial al estanque a lo largo de una distancia de 1.900 pies y la altura del túnel, sobre las cabezas de los obreros era de 160 pies».
Uno de los acontecimientos más sobresalientes relacionado con el estanque de Siloam, es el que se puede leer en el evangelio de Juan, capítulo nueve:
«Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él. Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar. Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo. Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego, y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloam (que traducido es, Enviado). Fue entonces y se lavó, y regresó viendo».
– Fuente: Biblical Archaeology Review, enero/febrero 2002.
Esteban López
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