El filme “Jesús de Nazaret” (1977) del director Franco Zeffirelli e interpretada por el actor inglés Robert Powell, fue considerado como uno de los más grandes e importantes realizados sobre la figura de Jesucristo. Aunque llevada a cabo por un importante estudio cinematográfico en colaboración con la iglesia católica, fue pensada para ser vista por todas las iglesias cristianas sin distinción de credos ni religiones y para todos aquellos que quisieran conocer la vida de Jesús de Nazaret y su impronta indeleble en la historia de la humanidad. Aunque el director se permite algunas licencias, el filme logra expresar muy bien algunos momentos sublimes de sus enseñanzas y obra.
Son varias las escenas y los momentos del filme que cautivan completamente. Por ejemplo el modo en que se introduce la parábola del Hijo Pródigo, muestra cuán importante es saber perdonar a quien se arrepiente de verdad, representado en el filme como una vieja enemistad entre Mateo, recaudador de impuestos, y el temperamental Pedro, el pescador de Galilea.
En esta foto podemos ver al actor Anthony Quinn en el papel de Caifás. Este era el sumo sacerdote judío que juzgó a Jesús. Pertenecía también a la secta de los saduceos, que a diferencia de los fariseos, no creían en la resurrección. Por eso, es de imaginar que cuando Jesús resucitaba a alguien, era como una sacudida para ellos, la evidencia clara de lo que ellos mismo negaban. De modo que cuando Jesús resucitó a Lázaro, Caifás se soliviantó y empezó a organizar el modo de arrestarlo para acabar con él. Es curioso, algo tan maravilloso como dar de nuevo la vida a alguien, y dice el registro evangélico que todavía «hicieron planes para matar a Jesús«. Pero no solo eso. En el interrogatorio de Jesús, Caifás le pregunta si él era el Cristo, el Hijo de Dios. Cuando aquel respondió que sí, Caifás lo acusó de blasfemo y por tanto que no necesitaban más evidencia para poder condenarlo a muerte. Y es que en Israel «Dios es Uno«, de toda la vida. Por tanto que alguien se presentara como el «Hijo de Dios», con su mismo carácter divino, era absolutamente inconcebible y por tanto una terrible blasfemia.
La interesante conversación entre Poncio Pilato y Jesús de Nazaret, es otro de esos momentos intensos del filme en los que puede apreciarse el carácter pragmático y frío del gobernador romano (interpretado magistralmente por Rod Steiger), y de su lucha personal al contemplar que no había ninguna culpabilidad en Jesús. Cuando en medio del interrogatorio Jesús no contesta a ciertas cuestiones, Pilato dice, «¿Callas?¿es que no sabes que tengo poder para dejarte vivir o para ejecutarte?, la respuesta de Jesús aquí no se hace esperar: «No tendrías ningún poder sobre mí si no se te hubiera dado desde lo alto«.
Por otro lado, la pregunta de Pilato «qué es la verdad» muestra muy probablemente la influencia de la filosofía griega. Es de hecho la misma pregunta que muchos se hacen hoy, pero a la que Jesús ya había dado respuesta sobradamente por sus enseñanzas excelsas y obras llenas de poder:
«Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie puede ir al Padre si no es por medio de mí».– Juan 14:6, NTV.
Aquí vemos al actor Laurence Olivier interpretando a Nicodemo. Éste conocía muy bien la ley y es muy posible que al ver agonizar a Jesús en el madero hubiera llegado a entender ya que aquello no era un final, sino un maravilloso principio. Y es también posible que al mirarlo pronunciara las siguientes palabras proféticas de Isaías:
“Despreciado y rechazado por los hombres, varón de dolores, hecho para el sufrimiento. Todos evitaban mirarlo; fue despreciado, y no lo estimamos. Ciertamente él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores, pero nosotros lo consideramos herido, golpeado por Dios, y humillado. Él fue traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades; sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas fuimos sanados.
“Todos andábamos perdidos, como ovejas; cada uno seguía su propio camino, pero el Señor hizo recaer sobre él la iniquidad de todos nosotros. Maltratado y humillado, ni siquiera abrió su boca; como cordero, fue llevado al matadero; como oveja, enmudeció ante su trasquilador; y ni siquiera abrió su boca.” -Isaías 53, NVI.
También la escena de la Última Cena es de tal intensidad espiritual que hasta los miembros del equipo del rodaje quedaron completamente cautivados y en profundo silencio. Su director, Franco Zeffirelli dijo:
«Quiero pensar que había una energía fuera de nosotros, que era invocada para que se creara aquél momento sublime. Y en efecto es uno de los momentos más bellos y estremecedores del filme… Cuando tienes la posibilidad de animar a la gente que sufre y de ampliar sus horizontes de esperanza, sientes una responsabilidad excesiva para el pobre hombre que eres«.
Dijo también Zeffirelli, que recibió desde el estreno de su película cartas de agradecimiento o de simpatía por parte de miles de personas de todos los rincones del mundo, que se sintieron impresionadas y que a menudo habían abrazado una perspectiva más espiritual de la vida tras ver su filme «Jesús de Nazaret«.
Si se dice que esta película podría ser vista por cristianos de todas las iglesias es porque no pone el acento en dogmas inamovibles, sino en el aspecto espiritual de la obra de Jesús de Nazaret. Es casi seguro que un filme como este lo disfrutan y comparten creyentes de todas las iglesias sin importar la denominación o nombre que tengan. ¿Por qué? Porque el centro de todo aquí es Jesús de Nazaret, la verdadera razón de ser del cristianismo. De ahí su deseo y oración más sentida en Getsemaní incluso sudando sangre: «Padre, que ellos sean uno como tú y yo somos uno«.
Según las Escrituras, él es el centro del plan de Dios para salvación de toda la humanidad y el único mediador entre Dios y los hombres; aquel del que todos los profetas habían profetizado, la razón de ser de la escritura de la Biblia y el portador de luz espiritual y esperanza para millones de personas en todo el mundo.
Es un filme para disfrutarlo en familia o con amigos, que invita a la reflexión, que resfresca el alma y fortalece el corazón. Una cinta absolutamente recomendada.
Esteban López
En el seno de la crisis de la civilización romana surgió un nuevo fenómeno en la historia de las ideas y de las creencias: la fe. La trajo a Roma un grupo de judíos, o descendientes de judíos, que no creían en Zeus, ni en el tronante rayo, ni en dioses geniales, grandiosos, maravillosos, sino en un sujeto crucificado a los treinta años, un individuo que, visto a los ojos romanos, representaba el fracaso, la miseria, la humillación y, sin embargo, ese hombre muerto llamado Jesús, el Salvador, prometía un nuevo mensaje, un buen mensaje.
De modo que la oferta no era ni pan, ni circo, sino algo que tenía que suceder en el interior del hombre: la fe.
La decadencia de Roma necesitaba de otro mensaje. Algo para el alma, ese algo interior que tiene el hombre que también necesita ser alimentado y, si no lo es, la angustia lo asfixia por más circo romano que lo envuelva.
Siglos después, en un mundo muchísimo más civilizado, todavía necesitamos ese “buen mensaje”… el de Jesús de Nazaret.
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Estimado Spiri, te expresaste muy bien. Tus bien escogidas palabras parecen ser la reseña introductoria de una obra magistral. Has hecho caso de las palabras con las que se encomia la labor del autor del Eclesiastés: «Procuró también hallar las palabras más adecuadas y escribirlas con honradez y veracidad.»
Te felicito por tu buena redacción.
Atentamente,
Apolo
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Pues yo me pongo bien triste de que castiguen a diosito
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