La ética trata de todo lo que es bueno y recto o de las normas morales que rigen la conducta humana. La palabra griega ‘ethika‘ procede de la expresión éthos, que significa ‘comportamiento’, ‘costumbre.’ Los romanos la tradujeron como mos, y de ahí viene nuestra palabra «moral.» Como seres humanos constitutivamente morales, vamos construyendo nuestro caracter moral, nuestro éthos, a lo largo de toda nuestra vida. De nosotros depende que el resultado final esté más relacionado con la virtud que con lo que es defectuoso en sentido moral.
El valor absoluto de la persona es la base de la ética, afirmado también por ejemplo por la moral cristiana. Parábolas de Jesús de Nazaret como la del Buen Samaritano, o la de la ovejita que cae en un pozo en sábado, ilustran el valor intrínseco del ser humano, mucho más que el mero legalismo.
La religión es la apertura al Misterio y en el caso del cristianismo, a la esperanza. Pero la religión también debe ser compromiso con la ética. De ahí, aquellas palabras, por ejemplo, de ‘quien odia a su hermano a quien ha visto, no puede estar amando a Dios a quien no ha visto’ (1 Jn. 4:20).
Debería esperarse por tanto que la religión caminara de la mano junto con la ética. Pero lamentablemente la historia muestra que los más viles crímenes, guerras y abusos se pueden llevar a cabo también en el nombre de la religión o por personas religiosas. Por ejemplo, entre los años 1969 y 2001, 3526 personas murieron de manera violenta debido al conflicto entre católicos republicanos irlandeses y unionistas protestantes. Como en tantas otras ocasiones, el factor determinante aquí fue la política; la religión no fue suficiente como para que se tomara en serio. Como escribió François-Marie Arouet, Voltaire (1694-1778) en su Tratado de la tolerancia: “tenemos bastante religión para odiar y perseguir, y no la tenemos suficiente para amar y socorrer».
Una persona puede ser religiosa pero obrar con total falta de ética. Hay mafiosos por ejemplo que son religiosos y suelen acudir a misa. O políticos que mencionan a Dios o la Biblia hasta la saciedad pero luego defraudan dinero público, transgreden leyes o no dudan en aplicar sin misericordia su sectaria «razón de Estado«, la más inhumana praxis de Nicolás de Maquiavelo. Triste es reconocer que muchos políticos ‘religiosos‘ han sido culpables de toda clase de corrupción, falta de honestidad, arrogancia o desprecio absoluto por la paz. Podrán incluso tener miles de admiradores, o llamar a sus prácticas ‘alta política‘ o ‘política geoestratégica‘, pero hay que decirlo alto y claro: cualquier parecido con el espíritu de las enseñanzas de Jesús de Nazaret es pura coincidencia. Como dijo Pedro Casaldáliga, «no basta con ser creyente, hay que ser creíble«.
Y lo mismo puede ocurrir con los líderes de las religiones organizadas que se enriquecen injustamente al explotar a personas de fe sincera o en el nombre de Dios conculcan derechos humanos básicos, como es el caso de políticas inhumanas de expulsión y extremo rechazo al disidente. La Inquisición, por ejemplo, fue impulsada por personas religiosas. Igual que muchos terroristas radicales que «en nombre de Dios (Alá), han llegado a perpetrar los más terribles asesinatos. No es de extrañar hasta cierto grado que el mal registro histórico de la religión haya llevado a muchos a volver su mirada hacia una ‘ética profana’.
Interrelación ética/religión
Pero para entender lo que la religión debería ser, a menudo es necesario acudir a sus orígenes sencillos. Tomemos por ejemplo el caso del cristianismo. Un análisis imparcial de sus raíces muestra que más que ninguna otra cosa, lo que más predominaba era acción ética positiva. Se puede observar que mientras Jesús de Nazaret anunciaba el reino de Dios (prédica teórica), también hacía que ‘los cojos andaran, los mudos hablaran y los ciegos vieran (acción práctica)’. La parábola del buen samaritano por ejemplo, inspira, no teoría ni simple ‘conocimiento’ intelectual, sino acción ética y bondadosa. En realidad ese es el verdadero meollo del cristianismo. Quizá por eso mismo su fundador dijo:
«Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de una vasija, sino sobre el candelero para que alumbre a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos». -Mateo 5:14-16, Versión Valera 1995.
Cuando Jesús dice que ‘él es la verdad‘, o que había venido al mundo para dar testimonio de la verdad, no lo hace desde la perspectiva del conocimiento dogmático o intelectual; para él, un judío criado en un ambiente judío, ‘verdad’ no es aletheia, conocimiento, descubrimiento, luz, es ashh’émet acción o vivir virtuosamente, es apartarse de la maldad. En los textos hallados en las cuevas de Qumram, por ejemplo, ‘verdad’ significa ‘norma de acción’. Lo contrario a esa verdad no es el error, sino la maldad. Por eso Juan dice que ‘sabemos que le hemos conocido si guardamos sus mandamientos (1 Juan 2:3) y ‘el que no ama, no conoce a Dios’ (1 Juan 4:8). Así, solo puede afirmarse que conoce a Dios aquel que realiza (acción) el bien. Jesús no hace otra cosa que seguir el mismo espíritu que los profetas de Israel. Como Jeremías, quien escribió acerca de Dios: «Me conoce, conoce que soy el Señor, quien practica bondad, justicia y rectitud en la tierra». ‘Buscad el reino de Dios’, dice Jesús, ‘y su justicia (no el simple conocimiento), y todo lo demás se os dará por añadidura’. La acción ética positiva queda así inextricablemente enlazada con la idea de ‘conocer a Dios‘.
De modo que podría decirse que una religión es ‘verdadera’ cuando su práctica produce el mejor fruto, es ética y procura adherirse en todo sentido a la verdad. Esa vara de medir puede ser aplicable también en el caso de cualquier otra religión diferente a la cristiana, porque de nada sirve, por ejemplo, gritar ‘Alá es grande’, sin que se respete al ser humano hecho a la imagen de Dios. Así mismo, el entendimiento y la concordia entre la gente en el campo de la religión puede producirse también si se defienden y practican unos mínimos éticos universales. Esa perspectiva, y no tanto la dogmática, es lo que en realidad tiene más importancia en aras de la paz y convivencia solidaria entre todos los hombres.
Esteban López
Si , concuerdo
Con lo explicado en el artículo.
Dios debe ser concebido en todas las obras materiales del bien. Porque Dios es bien, y hacer el bien es ético. Por lo tanto las acciones éticas son divinas y tienen estrecha relación con las acciones materiales del hombre.
Me gustaMe gusta