Conocer a Dios

conocer a Dios«Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo». – Juan 17:3, Biblia de Jerusalén.

Conocer a Dios no consiste en algo que tenga que ver solo con el intelecto. Muchas personas han oído acerca de Dios o por lo menos tienen alguna idea de lo que el simple concepto significa. Pero eso no es conocerlo de verdad. Conocer a Dios tampoco es estudiar mucha teología o mucha Biblia porque eso es también mero conocimiento intelectual, para muchos inmensamente interesante, es verdad, pero superfluo en relación al espíritu de las palabras que se citan arriba. Incluso se podría participar regularmente en ceremonias religiosas o muchas actividades requeridas por la iglesia u organización religiosa a la que uno pertenezca; pero solo eso en sí mismo nada tendría que ver con conocer realmente a Dios.

Conocer a Dios según el Evangelio es algo mucho más íntimo y profundo, y tiene que ver con experimentar día a día su bendición al hacer su voluntad; es comprobar lo bueno de sus cualidades, como el amor, la bondad, la misericordia o la justicia; es también amar la verdad; es, no solo no hacer daño a otros, sino hacerles el bien; conocerlo es tenerlo siempre presente y pedir en oración específicamente su Espíritu santo; es escuchar a la conciencia de uno y obrar en consecuencia; es sentirlo como la verdadera razón de ser de uno mismo y de todo lo existente; es no solo leer las Escrituras, sino reflexionar profundamente en ellas, sobretodo para vivir de acuerdo con lo que Él espera de nosotros y ser así ‘luz en el mundo‘.

Por ejemplo, en medio de un mundo corrupto y vil, de Noé se dijo: «Ahora bien, Noé andaba con el Dios verdadero». Es decir, lo tenía siempre presente y lo conocía porque podía experimentar día a día su bendición por hacer su voluntad. Dios era mucho más que un concepto o una simple idea; para Noé era una persona real con la que tenía una relación personal, la verdadera razón de su existencia. Por eso cifró completamente su confianza en Él, obedeciendo su instrucción de construir un arca durante 120 años para salvación de todos los que escucharan.

Una fuerza espiritual parecida observamos en la vida y obra de Jesús de Nazaret, quien en repetidas ocasiones le oraba y se dirigía a Dios como ‘Padre’, reconociéndolo como fuente de toda paz y consuelo. Y enseñó a sus seguidores a que lo buscaran y oraran del mismo modo, de tú a tú.

Cuando Jesús dice que ‘él es la verdad‘, o que había venido al mundo para dar testimonio de la verdad, no lo hace desde la perspectiva del conocimiento dogmático o intelectual; para él, un judío criado en un ambiente judío, ‘verdad’ no es aletheia, conocimiento, descubrimiento, luz. Es ashh’émet, acción o vivir virtuosamente, es apartarse del mal. En los textos hallados en las cuevas de Qumram, ‘verdad’ significa ‘norma de acción.’ Lo contrario a esa verdad no es el error, sino la maldad. Por eso Juan dice que ‘sabemos que le hemos conocido si guardamos sus mandamientos (1 Juan 2:3) y ‘el que no ama, no conoce a Dios’ (1 Juan 4:8). Incluye también apartarse de aquello que no procede de él y que incluso está muy alejado de su voluntad. Como el propio apóstol Juan dice:

«No amen a este mundo ni las cosas que les ofrece, porque cuando aman al mundo no tienen el amor del Padre en ustedes. Pues el mundo solo ofrece un intenso deseo por el placer físico, un deseo insaciable por todo lo que vemos, y el orgullo de nuestros logros y posesiones. Nada de eso proviene del Padre, sino que viene del mundo«. – 1 Juan 2:15,16, NTV.

La semilla de las buenas nuevas del reino de Dios se planta en el corazón y se anima a que su mensaje no caiga en saco roto:

«Acepten humildemente el mensaje que ha sido sembrado; pues ese mensaje tiene poder para salvarlos. Pero no basta con oír el mensaje; hay que ponerlo en práctica, pues de lo contrario se estarían engañando ustedes mismos. El que solamente oye el mensaje, y no lo practica, es como el hombre que se mira la cara en un espejo: se ve a sí mismo, pero en cuanto da la vuelta se olvida de cómo es. Pero el que no olvida lo que oye, sino que se fija atentamente en la ley perfecta de la libertad, y permanece firme cumpliendo lo que ella manda, será feliz en lo que hace. Si alguno cree ser religioso, pero no sabe poner freno a su lengua, se engaña a sí mismo y su religión no sirve de nada. La religión pura y sin mancha delante de Dios el Padre es ésta: ayudar a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y no mancharse con la maldad del mundo«.- Santiago 1:21-27, DHH.

Así, solo puede afirmar que conoce a Dios aquel que realiza (acción) el bien. Jesús no hace otra cosa que seguir el mismo espíritu que los profetas de Israel. Como Jeremías (9:23,24), quien escribió acerca de Dios:

Me conoce, conoce que soy el Señor, quien practica bondad, justicia y rectitud en la tierra».  ‘Buscad el reino de Dios’, dice Jesús, ‘y su justicia (no el simple conocimiento intelectual), y todo lo demás se os dará por añadidura‘ (Mateo 6:33,34).

Esteban López

2 comentarios sobre “Conocer a Dios

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  1. No te ruego que los saques del mundo, sino que los guardes del maligno. (15)

    Este ruego de Cristo a favor de sus seguidores siempre me llamo la atención al leerlo. Pues si el mundo estaba complicado hace dos mil años atrás, mucho mas lo esta hoy. Además ellos se quedarían aquí en la tierra con el odio de muchos respirando tras ellos. Pasaron los siglos y aquí estamos. Hay ocasiones que dan ganas de pedir: ¨sácame de este mundo, si existe otro lugar mejor muéstramelo´, no solo por uno mismo sino pensando en el futuro de nuestra progenie.

    Pero no. Jesús no utilizo esa tremenda oración para pedir por nuestro desalojo de aquí. ¿Porque, si el podría habernos llevado a otro sitio, quizás? Podría decir que no era el momento, y que, además, aquí había y hay trabajo que hacer. ¿Acaso no es triunfo intentar llevar vidas piadosas bajo la influencia malsana del maligno? ¿ Acaso no deberíamos ser luz en medio de oscuridad? La vida no es fácil hoy, representa todo un reto mantener las convicciones justas y rectas. Es como nadar contra la corriente. Algunos deciden pertenecer a algún grupo humano que les ayude a ¨salirse de este mundo¨. Como me dijo un amigo meses atrás ¨forman una subcultura¨. Será una manera quizás. Otros apelan por la Utopía, diríamos, un mundo ideal. Wiki pedía dice al respecto: ¨las utopías modernas están orientadas al futuro, son teleológicas, progresistas y sobre todo son un reclamo frente al orden cósmico entendido religiosamente, que no explica adecuadamente el mal y la explotación. Así las utopías expresan una rebelión frente a lo dado en la realidad y propondrían una transformación radical, que en muchos casos pasa por procesos revolucionarios.¨

    Así que tras el anhelo de salirse, existen varias corrientes. Creo personalmente que el aislarse no es bueno. Esteban dijo: ¨Conocer a Dios según el evangelio es algo mucho más íntimo y profundo, y tiene que ver con experimentar día a día su bendición por hacer su voluntad. Es tenerlo siempre presente y obrar en consecuencia.¨ Por mi parte agregaría: Probemos que El es bueno. En lo personal estoy convencido de que quien apuesta por el intento de ello no saldrá defraudado.

    Tambien debemos poner aprueba lo que somos, confiar en que Dios nos vigilara a causa de las malas intenciones del Maligno, hacer todo esfuerzo por evitar todo aquello que manifieste su influencia corrupta, cultivarnos personalmente, decidirnos a mostrar a las claras que es posible tomar otro rumbo, y apoyarnos en la guía divina guía, su espíritu, mientras intentamos ser felices siendo ¨uno´, según el mas sentido deseo de Jesucristo:

    ¨yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfeccionados en unidad, para que el mundo sepa que tú me enviaste, y que los amaste tal como me has amado a mí.¨ (23)

    Asi es. Navegamos en un mar embravecido, en alta mar, no podemos salirnos, sin embargo, podemos hacer todo lo posible para llegar a buen puerto con la ayuda que El nos ofreció.

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  2. Estimado Spiri:

    Permíteme “llover sobre mojado”, pues coincidimos en el texto para comentar esta semana.

    La petición de Jesús a Su Padre que recoge los vers. 15 y 16 “No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del maligno. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.”

    Es un hecho que a través de la dilatada historia del cristianismo han surgido corrientes que han abogado por una separación física del mundo. Algunos se recluyeron en monasterios, alejados de la vida de las comunidades cercanas, otros, como Calvino, establecieron un sistema de orden teocrático en ciudades de Europa. En el sistema judío, encontramos a los fariseos, término que quiere decir “los separados”, quienes se hicieron una fama de justos que impresionó a muchos en su época, pero no a Jesús, quien los calificó de “sepulcros blanqueados”. El punto que obvian estas corrientes religiosas es que el problema de la caída en el error no se resuelve apartándonos de nuestra comunidad, pues los defectos son inherentes a nuestra personalidad. De ahí que estos alejamientos físicos hayan servido como caldo de cultivo para la hipocresía religiosa. Algo que ha servido de tropiezo para mucha gente sincera.

    Como señala Jesús, se puede estar en el mundo sin ser parte de el. Alguien una vez lo ilustró con los peces, que a pesar de vivir en un medio saturado de sal, su organismo no la asimila, de ahí que cuando tenemos que consumirlos tenemos que salar su insípida carne. Así somos los cristianos. Tenemos que desenvolvernos entre personas sin fe y apartadas de Dios, pero esa es la única oportunidad que tenemos de brindarle nuestro auxilio, compartiendo nuestra fe.

    Una vez ilustré este punto con una serie de enfermos de un mal crónico e incurable, algunos de los cuáles pueden lucir saludables gracias a que siguen el tratamiento y una dieta estricta, si la abandonaran su salud peligraría, pues no se han sanado de su mal. En nuestro caso, todos tenemos el mal del pecado en nosotros, para lucir “saludables” tenemos que seguir un tratamiento y una dieta. La situación que viven los que no rodean es por no seguir el debido tratamiento. Si lo tratáramos como parias o leprosos, poniéndolos en absoluta cuarentena, ¿cómo lo podríamos ayudar?… La situación en que viven debe hacernos compasivos con ellos, en vez de desarrollar ínfulas de superioridad moral las cuales son contraproducentes para ambos.

    Que nuestro modo de vivir les sirva de ejemplo de que se puede sobrellevar esta pesada enfermedad que hemos heredado, gracias a la esperanza cristiana que albergamos en nuestro corazón.

    Atentamente,

    Apolo

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