Buscar la verdad de modo objetivo no puede limitarse a unos campos y a otros no. La búsqueda de la verdad, de toda la verdad, debe emprenderse en todo, en el todo, incluido el campo de las creencias religiosas. De hecho se suele afirmar que esa es la verdadera razón de ser de la filosofía, pero no solo de la filosofía. Desde la fe esa búsqueda es también una obligación moral. Como dice Pierre Teilhard de Chardin, “la fe necesita toda la verdad“. En el caso del cristianismo, solo las palabras de Jesús de Nazaret, «conoceréis la verdad y la verdad os libertará» ya obligan a ser sinceros y determinantes en esa búsqueda. La consideración que sigue es solo un ejemplo de lo que se quiere decir, pero podría haber muchos más.
La idea que la palabra “alma” comunica hoy día a la mayoría de la gente es la de una parte diferente al cuerpo físico del ser humano que incluso sobrevive a la muerte. Eso suele aceptarse en muchas iglesias. Pero cuando se escarba un poco más en el origen así como en el significado de la palabra alma puede llegarse a tener una perspectiva mayor sobre el asunto.
Fue el filósofo griego Platón el que puso en boca de Sócrates las siguientes palabras:
“El alma, […] que se separa pura, sin arrastrar nada del cuerpo, […] se va hacia lo que es semejante a ella, lo invisible, lo divino, inmortal y sabio, y al llegar allí está a su alcance ser feliz, apartada de errores, insensateces, terrores, […] y de todos los demás males humanos, […] para pasar de verdad el resto del tiempo en compañía de los dioses”. (Fedón, 80 d, e; 81 a.).
Ese planteamiento, lejos de ser filosófico, formaba parte de las creencias religiosas personales de Platón, las cuales presentó de modo filosófico. Pero no hubo una aceptación completa de sus ideas, sino que fue una cuestión llena de controversia a lo largo de los siglos. Aristóteles por ejemplo no hace esa creencia totalmente suya; solo la aplica para la llamada «alma del mundo«, no a un alma inmortal personal.
Quienes sí siguieron a Platón fueron los neoplatónicos y Agustín de Hipona. La visión diferente de Aristóteles fue asumida por Averroes, algunos filósofos medievales árabes y por Tomás de Aquino. Así, de modo progresivo, el concepto se fue introduciendo en la cristiandad. Filósofos como Descartes, Leibniz y Wolff volvieron a seguir la línea de Platón e incluso intentaron fundamentar filosóficamente el concepto de la inmortalidad del alma.
Immanuel Kant, quien al principio intentó demostrarla, al final se unió a la filosofía escéptica de Pierre Bayle, Voltaire y David Hume. El golpe de muerte final a las ‘pruebas’ la de inmortalidad del alma lo asestó el mismo Kant con su Crítica de la razón pura (1781). Solo concedió validez a tener fe en ese concepto como meta del hombre en el más allá, el único momento donde según él podría alcanzar la santidad ética.
De modo que a través de los siglos, el concepto de un alma inmortal fue arraigando de manera progresiva de un modo u otro hasta nuestros días. Sin embargo, hay que decir con sinceridad que el sentido que se le da hoy día a la palabra alma, no concuerda en absoluto con el significado de los términos hebreo y griego qu emplearon los escritores bíblicos. De hecho, en la cultura hebrea, en la nación del Israel antiguo, ese concepto era completamente desconocido. Las siguientes citas de distintas fuentes podrán ilustrarlo:
Las Escrituras
En las Escrituras la palabra hebrea para alma es nefesh. Los siguientes textos muestran que los animales son almas vivientes, no que tienen un alma diferente al cuerpo; que el ser humano es un ser viviente, una persona, no que tiene un alma inmortal separada del cuerpo. Y tambien muestran que el alma humana no es inmortal sino que puede morir, contrario al concepto platónico de «alma inmortal».
Génesis 1:20, «Entonces dijo Dios: Llénense las aguas de multitudes de seres vivientes (hebreo: nefesh), y vuelen las aves sobre la tierra en la abierta expansión de los cielos (La Biblia de las Américas, LBLA).
«Y dijo Dios: Produzcan las aguas gran cantidad de criaturas de alma viviente (hebreo:nefesh), y aves que vuelen sobre la tierra, sobre la faz del extendimiento de los cielos» (Biblia del Jubileo, JBS).
Génesis 2:7, «Entonces el Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz el aliento de vida; y fue el hombre un ser viviente» (hebreo: nefesh), (La Biblia de las Américas, LBLA).
«Entonces, del polvo de la tierra Dios el Señor formó al hombre, e infundió en su nariz aliento de vida. Así el hombre se convirtió en un ser con vida» (hebreo: nefesh), (Reina Valera Contemporánea, RVC).
«Entonces Dios tomó un poco de polvo, y con ese polvo formó al hombre. Luego sopló en su nariz, y con su propio aliento le dio vida. Así fue como el hombre (hebreo: nefesh) comenzó a vivir» (Traducción en Lenguaje Actual, TLA).
Ezequiel 18:4, «He aquí, todas las almas son mías; tanto el alma del padre como el alma del hijo mías son. El alma (hebreo: nefesh) que peque, esa morirá» (La Biblia de las Américas, LBLA).
«Pues todos los seres humanos son míos para juzgar, los padres y los hijos por igual. Esta es mi regla: la persona (hebreo: nefesh) que peque es la que morirá» (Nueva Traducción Viviente, NTV)
Diccionario Alfonso Lockward
«Alma: En el Antiguo Testamento se utilizaba la palabra nefesh (aliento) para señalar a individuos y animales vivientes. Así, “dijo Dios: Produzcan las aguas seres vivientes” (1 Re 17:22 : (“…el alma -nefesh- del niño volvió a él”). Así, el “salírsele el alma” es morir, y “volver el alma” es retornar a la vida.
«Dependiendo de la intención del hablante o el escritor, la palabra apunta al hombre (cuerpo-alma) que es visible y puede sentir hambre y sed (“Hambrientos y sedientos, su alma desfallecía en ellos” [Isa 42:1).
«El Nuevo Testamento continúa con los conceptos del AT sobre alma y la palabra griega equivalente es psyjé, que tiene el significado de lo viviente, en unas ocasiones, y de los sentimientos, en otras. Pero surge una idea desconocida en el Antiguo Testamento: la inmortalidad del alma».
Diccionario Pastoral
«Los términos bíblicos, tanto Hebreos como griegos, que habitualmente se traducen por alma no designan, al menos en la perspectiva semita, una parte del hombre, sino al hombre entero en cuanto ser vivo. El hombre no tiene , sino que es ; es un ser viviente. Vida que, por una parte, hay que conservar (Jos_9,24); (1Sam_19,11); (Sal_6,5); (Sal_35,4); (Sal_38,13); (Lc_21,19); (He_27,34); (Mt_2,20); (Rom_11,3) y, por otra parte, en cuanto simple valor terreno, no debe ser objeto de preocupaciones excesivas (Mt_10,39); (Mt_16,25-26); (Lc_14,26); (Lc_17,33); (Jn_12,25). En este sentido, es alcanzar la vida eterna_ para toda la realidad humana (Sant_1,21); (1Pe_5,20); (Heb_10,39)».
Diccionario Ilustrado de la Biblia (Caribe)
«En contraste con el pensamiento filosófico griego (Platón) es notable que el Antiguo Testamento nunca habla de la inmortalidad del alma. Al contrario, se dice que la nefesh (alma) muere (Nm 23:10; Jue. 16:30, donde nefesh se traduce ‘yo’). La nefesh no es algo distinto que baja al Seol sino el hombre total (Sal 16:10;30:3)… Estas pruebas llevan más bien a una enseñanza acerca del hombre total y no del alma en sentido platónico.
«Así, en la psicología del Antiguo Testamento la nefesh significa sobre todo la vida, mientras que «espíritu» indica fuerza o poder.
«En el Nuevo Testamento la palabra griega equivalente es Psyjé que significa a veces «ser viviente», y puede referirse a un animal (Ap 16:3, «ser vivo») o a un hombre (Rom 13:1, «persona»… Con el pronombre posesivo, Psyjé puede significar también «yo mismo».
«Psyjé muchas veces denota la vida física (Mt 6:25), y es virtualmente sinónimo de «cuerpo vivo» (Mc 8:35-37, donde «alma» tiene el sentido de vida».
Teología
El teólogo Paul Althaus, en su libro “Las últimas cosas. Manual de escatología”, dice que la fe cristiana en general, “no habla de inmortalidad del alma, sino simplemente de ‘inmortalidad’, de la irrevocabilidad de la relación personal con Dios; pues esta relación afecta al hombre en la totalidad de su existencia anímico-corporal. No se trata del ‘alma’, sino de la persona en cuanto unidad viva del ser corpóreo-espiritual, unidad fundamentada en la llamada de Dios”.
El filósofo alemán Max Horkheimer (1895–1973) escribe:
“El concepto de un alma separable del cuerpo y llamada a sobrevivirle, la doctrina del hombre formado por dos sustancias, cuerpo y alma, se debe a una evolución independiente del texto bíblico.
“La afirmación de un alma autónoma respecto del cuerpo, tal y como es propia del ser humano, no del animal, remite más bien a fuentes griegas antiguas que a fuentes judeo-cristianas. Entre los inauditos problemas que legó y obligó a plantearse a la Escolástica, pongamos por caso, figura, por citar un ejemplo, el del castigo mediante el fuego eterno, tras la separación, en la muerte, del alma respecto del cuerpo, cuestión ésta a la que Tomás de Aquino dedica un capítulo especial es su Summa contra gentiles (libro IV, cap 91).
“Mientras que de acuerdo con el pasaje de Mateo 25:41 -“Apartaos de mí, malditos, e id al fuego eterno“- el lector sin prejuicios pensó en otro tiempo en el hombre entero, en su expulsión a las tinieblas, el aristotélico Tomás se enfrenta al tema especulando que el alma que vivifica el cuerpo en cuanto forma suya, individualizándolo así, una vez que lo ha abandonado como culpable, pasa a verse unida más bien al fuego físico. El espíritu pecador sufre su pena, leemos en Tomás, “pasando a verse atado de algún modo y subordinado a cosas que son más bajas que él, cosas corporales.
“Por tanto, la idea indio-egipcia de la transmigración del alma que, a través de Pitágoras, Empédocles y Platón, llega a los padres de la iglesia, tuvo su influencia en la Escolástica”.
-Max Horkheimer, De Anima (1967). Ensayo recogido en Sociedad, Razón y Libertad, Trotta, 2005.
Sobre este mismo tema, el teólogo Hans Küng comenta en su libro ¿Vida Eterna?,
“Cuando el Nuevo Testamento habla de resurrección, no se refiere a la pervivencia natural de un alma espiritual independiente de las funciones corporales. Más bien se refiere -en la línea de la teología judía- a la nueva creación, a la transformación del hombre entero por obra del Espíritu vivificante de Dios… La gloria de la vida eterna es del todo nueva, insospechada e inaprensible, impensable e indecible: “Lo que ojo nunca vio, ni oreja oyó, ni hombre alguno ha imaginado: eso ha preparado Dios para los que le aman (1ª Cor.2: 9)”. -Pág. 188.
También Xavier Zubiri (1898-1983), quien dedicó buena parte de su obra a reflexionar sobre el hombre y Dios, escribe en su libro “El hombre y su cuerpo”(1973),
“Cuando el cristianismo habla de supervivencia e inmortalidad, quien sobrevive y es inmortal no es el alma, sino el hombre, esto es, la sustantividad humana entera. Y esto tendría que ser por obra de una acción recreadora, resurreccional”.
El teólogo Ignacio Ellacuría, comenta en la presentación del libro póstumo de Zubiri Sobre el hombre,
“Zubiri acabó pensando y afirmando que la psique es por naturaleza mortal y no inmortal, de modo que con la muerte acaba todo en el hombre o acaba el hombre del todo. Lo que sí sostenía Zubiri, pero ya como creyente cristiano y como teólogo, es que también todo el hombre resucita, si merece esta gracia o recibe esta gracia de Dios por promesa de Jesús”.
También para Laín Entralgo, “al morir, todo el hombre muere” y “todo yo resucitaré“. Para él el alma es ‘la unidad de acción de la estructura específica del ser humano‘. Alma es ‘el término de referencia de todo lo que el hombre hace por ser específica personalmente la estructura que es: sentir, pensar, querer, recordar, olvidar, crear, imitar, amar, odiar, etc‘. O como dice Joseph Ratzinger y que Laín acepta, “alma es la capacidad de referencia del hombre a la verdad y al amor eterno”.
En esa misma línea de pensamiento se expresa Oscar Cullmann (1902-1999), teólogo francés impulsor del diálogo ecuménico entre católicos y luteranos:
“Si preguntásemos a un cristiano medio hoy en día (ya fuese un informado católico o protestante, o no) cual es la concepción que tiene de la enseñanza del Nuevo Testamento acerca del destino del hombre después de la muerte, con pocas excepciones obtendríamos la respuesta: “La inmortalidad del alma”. Sin embargo, esta ampliamente aceptada idea es uno de los mayores malentendidos del cristianismo… el vínculo establecido entre la expectativa de la “resurrección de los muertos” y la creencia en “la inmortalidad del alma” no es de hecho una vinculación, sino una renuncia de una en favor de la otra… las enseñanzas de los grandes filósofos Sócrates y Platón no pueden, en modo alguno, armonizarse con las del Nuevo Testamento“. – Oscar Cullmann, «La inmortalidad del alma o la resurrección de los cuerpos: el testimonio del Nuevo Testamento”.
El teólogo y filósofo Manuel Fraijó escribe también:
«Es obvio que la antropología actual no acepta esta separación entre alma y cuerpo. Tampoco la antropología bíblica conocía el binomio alma-cuerpo. El ser humano era concebido como una unidad psicosomática. En la actualidad, la posible vida más allá de la muerte no se expresa en forma de inmortalidad del alma… hace tiempo que ni la filosofía ni la teología saben qué hacer con el “alma separada”. Xavier Zubiri afirma que “quien sobrevive y es inmortal no es el alma, sino el hombre entero”. Algo que recordó Ignacio Ellacuría en su presentación del libro póstumo de Zubiri, Sobre el hombre. Ellacuría dejó claro que, según Zubiri, “con la muerte acaba todo el hombre o acaba el hombre del todo”. Zubiri abandonó, pues, la hipótesis del “alma separada” y se adhirió a la solución de la “muerte total”. Es también la hipótesis aceptada por grandes exponentes de la teología cristiana más reciente. Moriremos, pues, por completo; y resucitará “la persona entera”.
– Manuel Fraijó, ¿Adiós al alma?, El País, 14 de abril 2017.
Es interesante saber por otro lado que el único concepto que se menciona en la Escrituras que vuelve a Dios en el momento de la muerte es el espíritu (heb: ruah) de vida o poder de la persona: «cuando llegue ese día, volverás a ser polvo, porque polvo fuiste, y el espíritu (heb: ruah) volverá a Dios, pues él fue quien lo dio» (Eclesiastés 12:7, TLA), muy probablemente en el sentido de que desde ese momento en adelante, el que la persona vuelva a tener vida de nuevo en la resurrección, queda únicamente en las manos de Dios.
Para saber cómo será la resurrección desde una perspectiva bíblica, la primera carta de Pablo a los corintios capítulo 15 trata sobre ello y da bastantes detalles. Según se indica allí, después del cuerpo físico, quienes están ‘en unión con Cristo Jesús’ reciben un cuerpo diferente, espiritual y glorificado. Filipenses 3:20, 21 y 1 Tesalonicenses 4: 13-18 también están en la misma línea de pensamiento. Pero sea como sea, una cosa es segura: al venir de Dios, seguro que todo será muy bueno, una bendición para toda la humanidad sufriente.
Esteban López
San Agustin en la carta Ad Dioscorum, dice: «Dios hizo el alma humana de una naturaleza tan potente que de su bienaventuranza plena redundará el vigor de la inmortalidad del cuerpo» (ST. I-IIae. q. 4. a. 3). A esto puede seguir: la inmortalidad no sólo corresponde al alma es plena para la persona. Ella por
Entero. El cuerpo esta llamado tambien igual que el alma a la resurrección y al gozo eterno. Dios le ha concedido al alma y al cuerpo subsistir ante su gloria (Ecl. 42,17) en el esplendor de la nueva vida. Este es una de las cuestiones con la que ha luchado la antropología: salvar la unidad de alma y cuerpo; salvar la inmortalidad del alma; y salvar la resurrección de la carne.🌸.
Me gustaMe gusta
Muchas gracias, Aide, por escribir. Un saludo afectuoso.
Me gustaMe gusta
En todos los textos/resumen, precedentes, parece sobrevolar una como ausencia que me resulta esencial y definitoria para cómo enfocar de. manera vital, pràctica, el tema central de la inmortalidad. Se trata de la sensación y sentido. del amor, con su vinculación necesaria al destino final de la persona enamorada: la resurrección de la persona, en cualquier caso – y pienso en presencia de las cenizas del amor de mi vida – cobra sentido vía la unión de nuestros amores con la Causa primera. La pretendida objetividad y expresión filosófica en torno al tema, me abandona. Para ser acompañada del ineludible pensamiento/necesidad de nuestra resurrección – amor para un futuro sin final.
Me gustaMe gusta